El parque Güell afloja tras la denuncia del veto a guiar a familiares y amigos

Turistas en la terraza del parque, sin las aglomeraciones de otros años.

Turistas en la terraza del parque, sin las aglomeraciones de otros años.

ANTONIO MADRIDEJOS / BARCELONA

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Ni amonestaciones ni expulsiones. Un veterano conocedor del parque Güell recorrió ayer el recinto modernista acompañado de dos amigos y pudo deleitarse dando explicaciones y demostrando su erudición sobre Gaudí, incluso gesticulando como si fuera un auténtico guía turístico, sin que nadie del personal de seguridad se le acercara y le emplazara a no hacerlo por carecer de permiso. Después de que EL PERIÓDICO publicara ayer la historia de Ricard GalceranRicard Galceran, un barcelonés a quien el personal del recinto le impidió que ejerciera de cicerone con unos familiares de visita, la dirección del parque dejaba ayer que los improvisados guías aficionados, sin ánimo de lucro, ejercieran sus funciones. Y ayer había muchos grupos familiares en situación similar.

El problema, no obstante, es que la decisión tomada con Galceran no fue un exceso de celo pasajero. «A mí me pasó exactamente lo mismo», relata Joan Prades, otro vecino que pretendió visitar el parque Güell el pasado septiembre y enseñarlo a 10 amigos llegados de fuera con motivo de la Diada. «Estaba en la plaza de la Naturaleza explicándoles las características del banco que lo rodea -afirma- cuando apareció un señor de uniforme diciéndome que no podía hablar allí del parque».

«Le dije -prosigue Prades- que yo no hacía de guía ni cobraba, pero no fue suficiente. Nos siguió sin parar de quejarse hasta que vino otra persona con un uniforme más reluciente y finalmente también una chica, la misma que nos había atendido gentilmente en la entrada. Nos decían que no se podía infringir el reglamento y que parara. Se me caía la cara de vergüenza».

LO QUE DICE EL REGLAMENTO

La normativa subraya que en el interior de los monumentos de interés cultural de Barcelona solo los guías acreditados pueden dar explicaciones públicas -«de manera abierta», dice exactamente-, una prohibición que se estableció para evitar la competencia desleal de personas sin formación, de guías piratas que ofrecían y cobraban sus servicios al margen de la ley en las puertas de los recintos. Lo que pasa es que en el parque Güell se interpretó de «forma ridícula», opina Albert, otro vecino que frecuenta el parque con el permiso especial de acceso gratuito. «Faltaría que no me dejaran explicar lo que sé a mis amigos», comenta. «Qué pretenden, que hablemos a escondidas en voz baja», dice bromeando. Lo mismo opina Rosa Vera, que ayer visitaba el parque acompañada de su sobrina, residente en Boston: «A veces traigo aquí a mis visitas y pienso seguir haciéndolo porque me gusta enseñar la ciudad a mis amistades de fuera».

Luca Falcari, un guía oficial, explica que desde que se impuso una entrada de ocho euros en la llamada zona monumental del parque Güell -el resto sigue siendo gratuito- es difícil que puedas encontrar guías no acreditados porque en todas las puertas hay controles. Los guías deben enseñar su carnet. «Es posible que en otros monumentos, como la Casa de l'Ardiaca o el Archivo de Aragón, se pueda colar alguno, pero diría que aquí han desaparecido». Otra cosa es en plena calle, añade, donde la UE lo permite. «En cualquier caso -insiste el guía oficial-, siempre ha habido intrusismo y erradicarlo por completo es difícil en una ciudad con tanto turismo».

Uno de los problemas, prosigue Falcari, es que hay guías -acreditados o no- que trabajan con solo dos o tres personas, por lo que a veces se pueden confundir con particulares que están de visita con unos amigos. «Por eso aquí son estrictos en el cumplimiento de las normas», insiste.

Prades explica que planteó el «exceso de celo» sufrido el pasado septiembre en una asamblea del distrito «y la concejala casi se parte el pecho de risa». «Incluso me llamaron, no sé si del ayuntamiento o del mismo parque Güell, para explicarme que iban a ponerme una denuncia por haberles faltado al respeto, aunque luego nunca recibí ninguna notificación». BSM, la empresa municipal que gestiona el parque, aseguró ayer que no tenía conocimiento del caso.

Blanca, una guía oficial en el parque Güell, comenta que ella se ve obligada a dar parte a la dirección cuando detecta un grupo acompañado por una persona no acreditada, «aunque sea con solo una o dos personas». «Si no cobras, puedes explicar todo lo que quieras», dice, ajena a la polémica. «Alguna vez sí que vemos guías no oficiales», prosigue, mientras departe con un colega japonés. Según Blanca, se trata de mantener unos parámetros de «calidad turística». «El guía en Barcelona tiene que pasar una oposición en la que se examinan sus conocimientos de idiomas, geografía, arte o historia -pone como ejemplo-. De lo contrario, te arriesgas a que te cuenten barbaridades». «Y este sistema no es exclusivo del parque Güell -insiste-, sino de todos los bienes de interés cultura. En el interior, claro, porque fuera cualquiera puede hacer de guía».

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