Traslado frustrado en el área metropolitana

La Mina da a otras familias los pisos del realojo de Venus

Asistentes al sorteo de pisos de protección oficial, ayer, en Sant Adrià.

Asistentes al sorteo de pisos de protección oficial, ayer, en Sant Adrià.

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / SANT ADRIÀ DE BESÒS

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«¡Mira, mira, ya van saliendo los agraciados! ¿A quién le ha tocado el piso que tenía que ser para Joaquina? ¿Y el mío? ¿Quién se va a vivir al piso que iba a ser mío?». La ironía que sale por la boca de Paqui Jiménez, portavoz de la Asociación de Vecinos de la Mina, no puede ocultar su indignación. La suya y la de las cerca de 80 personas que se quedaron a las puertas del polideportivo de este barrio de Sant Adrià de Besòs para mostrar su repulsa por el sorteo de 236 pisos de la promoción que inicialmente debía realojar a los vecinos del edificio Venus. Un proyecto urbanístico que preveía el derrumbe de este bloque, uno de los símbolos de la Mina del estigma y el pasado.

«Hemos pasado de ser los pobrecitos a los que había que garantizar una mudanza a ser mala gente por pedir que se cumpla lo que se nos dijo», añade Jiménez. Y recuerda los 15 años que llevan esperando para cumplir la mudanza a un nuevo edificio, donde iniciar otra vida. Esos eran los planes previstos por los vecinos y por el Consorci de la Mina, integrado por los ayuntamientos de Sant Adrià y de Barcelona, así como por la Generalitat y la Diputación de Barcelona. Sin embargo, las discrepancias entre unos y otros sobre la cantidad a desembolsar ha frustrado ese traslado.

El consorcio pide un alquiler de entre 75 y 225 euros o la compra por unos 34.000 euros cuando la vivienda nueva tenga una superficie similar que la del edificio Venus. Los vecinos esperan que sea sin coste a metros cuadrados parecidos «por todo lo que ha pasado estos años», dice Jiménez, que asegura que cada vez tienen «menos esperanzas». Paco Hernández, presidente de la asociación de vecinos de la Mina, matiza que estarían dispuestos a pagar «a precio de mercado» los metros de más que ganaran con la nueva vivienda, «más IVA, por supuesto».

Hernández, que es uno de los vecinos afectados, habla de «15 años de engaños» y muestra su hartazgo por la «hipocresía de las administraciones», que han «jugado con la dignidad y las ilusiones de personas vulnerables». «¿Cómo esperan que puedan asumir esos pagos personas que no tienen ingresos o que apenas les llega para comer?», expone Hernández.

Desde el consorcio, su vicepresidente, Gregorio Belmonte, se refirió en su día a la situación de «vulnerabilidad de la mayoría de estas personas», pero apeló a la crisis y a la falta de solvencia de la Generalitat, «la responsable de la mayoría del crédito del consorcio», para cubrir los 27 millones de euros que, según su cálculos, costaría asumir el realojo de las 244 familias de Venus. Ayer se limitó a recordar que «nunca» se prometió a los vecinos que el traslado sería a coste cero. Óscar Serrano, abogado del Col·lectiu Ronda, que representa a los vecinos, precisó que se trata de 160 familias, dado que una treintena han aceptado las condiciones para mudarse, y otras tantas se han ido a vivir a otra parte.

CONTRASTE

Tras constatar lo infructuoso de las negociaciones entre los vecinos y los representantes del consorcio, las autoridades decidieron deshacer los pasos previstos para la expropiación de Venus, anular el derribo e iniciar un proceso de rehabilitación de los espacios comunes del edificio. El proyecto incluye una estrategia de intervención social para mejorar las condiciones de los inquilinos. Los vecinos lo rechazan de plano. «Que vengan a ver lo mal que está el bloque», explica Jiménez. Serrano detalla que se llevan «12 años sin practicar mejoras en el bloque», dado que todo el mundo daba por sentada la aplicación del plan, e incide en las «precarias condiciones económicas de los inquilinos». Aún teniéndolas en cuenta, Belmonte repara en los «más de 200.000 euros que adeudan algunos vecinos» para acabar de imposibilitar la viabilidad económica del plan de los vecinos.

Ajenos a toda esta polémica estaban muchos de los asistentes al sorteo de ayer en la Mina hasta que topaban de bruces con la protesta vecinal. La sonrisa de Susana Candelo y de su hijo Rubén les delataba como unos de los afortunados. «¡No nos lo creemos aún!», explicaba, tratando de contenerse. La mueca se tornaba de preocupación al salir del recinto y asistir al reverso de la moneda. «No quiero perder mi piso por nada del mundo, pero entiendo que los primeros que tienen derecho son los vecinos de Venus», explica Candelo.

Menos comprensión hubo en algunos momentos, cuando los afectados subieron a las gradas del pabellón, donde las familias que se habían apuntado al sorteo asistían a su desarrollo. Gritos, tensión y algún insulto se escaparon desde un bando y otro, hasta que los inquilinos de Venus decidieron seguir la protesta en la calle. Dentro siguió la felicidad de los aspirantes a unos pisos que los vecinos de Venus no hace tanto aún sentían como propios.