Can Peguera, las últimas casas baratas

Las casas baratas de Can Peguera, la semana pasada.

Las casas baratas de Can Peguera, la semana pasada.

CRISTINA BUESA / BARCELONA

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Can Peguera, en el barrio barcelonés del Turó de la Peira, es uno de los cuatro conjuntos de casas baratas que se construyeron en Barcelona durante la dictadura de Primo de Rivera. Sirvieron para realojar vecinos de edificaciones autoconstruidas en Montjuïc afectadas por las obras de la Exposición Internacional de 1929, así como para facilitar una vivienda a los inmigrantes recién llegados a la ciudad. Pero con el paso del tiempo, Can Peguera y los otros tres grupos (Baró de ViverBon Pastor Eduardo Aunós, este último en la Marina del Prat Vermell, en la Zona Franca) cayeron en desgracia y el Plan General Metropolitano (PGM) de 1976 las consideró prescindibles.

«Durante años prevalió la vocación higienista, la de derribar para levantar bloques nuevos con mejores condiciones», expone la directora de Planeamiento de la concejalía de Hábitat Urbano, Amèlia Mateos. No obstante, prosigue, ahora se apuesta por una filosofía de conservación, que ha permitido que el grupo Ramón Albó, ahora denominado Can Peguera, se salve de la piqueta. Será el único ejemplo que quede en la ciudad de estas peculiares construcciones de los años 20.

ENTRE 43 Y 60 METROS CUADRADOS / La comisión de Hábitat Urbano y Medio Ambiente aprobó inicialmente la semana pasada la desafectación de esta barriada del distrito de Nou Barris. Obtuvo la unanimidad de todos los grupos. Las 673 viviendas unifamiliares estaban calificadas por el PGM como «zona de remodelación pública», eufemismo que escondía que las casitas de planta baja, algunas de ellas con jardín o patio, estaban condenadas a ir al suelo.

El presidente de los vecinos de Can Peguera, Josep Ortiz, recuerda que se constituyeron en asociación, separándose de la del Turó de la Peira, al constatar que estaban afectados por el plan general y que su futuro era incierto. Barrio de familias con pocos recursos, la vida tranquila, como si de un pueblo se tratara, les compensaba de las estrecheces de unas casas de entre 43 y 60 metros cuadrados. Desde entonces, la lucha se ha concentrado en dignificar las condiciones de vida de sus habitantes. Y así han pasado 40 años.

CUATRO AÑOS DE NEGOCIACIONES / En estas cuatro décadas se ha vivido la calificación del PGM como una espada de Damocles. Pero la destrucción de uno de sus grupos hermanos, el del Bon Pastor, el mayor de los cuatro, con 781 viviendas, que comenzó la primavera del 2004 y aún continúa, despertó todavía más la conciencia de protección. Temían que la reubicación en bloques de pisos, por muy nuevos que fueran, les acabaría perjudicando.

«Los últimos cuatro años han sido de negociación intensa con el ayuntamiento y la condición indispensable era que o nos salvábamos todos o ninguno», relata Josep Ortiz, satisfecho con la victoria. El resultado ha sido que se les ha cambiado la calificación urbanística a 656 casas de las 673 existentes. Solo hay 16 viviendas que no cumplen las condiciones, comenta la responsable de Planeamiento.

NO SE ECHARÁ A NADIE / El pacto entre los vecinos y las autoridades municipales establece, por escrito, que ninguna de las familias que ahora las ocupan será desalojada. Simplemente se tenderá, en un proceso que puede durar varios años, a que se desocupen. Así, si en algún momento queda libre cualquier otra casa barata de Can Peguera, se invitará a los inquilinos de esos dos pequeños sectores afectados a cambiar. Pero en ningún momento, insiste Amèlia Marcos, se les echará.

Uno de estos sectores tiene forma triangular y el espacio habitable no es demasiado confortable. Otro está en un terreno con un fuerte desnivel. Este barrio cuenta con una orografía que ha obligado a construir algunos muros de contención para salvar los cambios de rasante.

ALQUILERES ADAPTADOS / Ironías de la vida, el propio local de la asociación de vecinos es uno de los inmuebles que queda excluido de la amnistía. Pero Josep Ortiz no está preocupado ni por eso, ni por el resto de familias, solo advierte de que estarán atentos en el futuro. Sabe que tras unas conversaciones tan arduas con el consistorio, lo último que harán ahora es fijarse en esas 16 casas. Hay trabajo de sobras.

La nueva calificación lleva aparejada una mejora de la calidad de las viviendas, que son propiedad del Patronat Municipal de l'Habitatge y por las que los vecinos pagan rentas muy bajas que además se modulan en función de sus ingresos. De hecho, estas reformas ya se realizan periódicamente. También está pendiente la elaboración de un plan de movilidad. La calle de Vila-seca, por citar un ejemplo, se había convertido en una auténtica autopista para los conductores de los barrios aledaños que la usaban como atajo.

PLAN DE MOVILIDAD / Esto hizo que se instalaran badenes y se limitara la velocidad a 30 kilómetros por hora. Esta medida podría ampliarse a otras vías, además de mejorar las conexiones y pacificar ciertas zonas. Hoy por hoy, solo hay dos zonas verdes, pequeñas, y la presión de vecinos que no proceden de Can Peguera pero que se desplazan a sus pequeñas calles para aparcar también necesita soluciones.