PROPUESTA CULTURAL EN LA CASA DE L'ARDIACA
Barcelona a través de sus menús

LAS PERLAS HISTÓRICASCuando la Lliga Regionalista ganó las elecciones municipales de noviembre de 1905, lo celebró a lo grande, con un multitudinario almuerzo que bautizó como el Banquete de la victoria. Al caricaturista Joan Junceda se le ocurr


Carles Cols
Carles ColsPeriodista
De la exposición que hasta el próximo 30 de abril estará instalada en la sede del Archivo Histórico de Barcelona puede decirse que parece un tentempié frugal, pero en realidad es una visita culturalmente muy nutritiva. Es 'Menjar a Barcelona, un segle de menús de l'arxiu (1888-1980)', donde se exhibe por primera vez al público un centenar de los más de 3.000 menús de restaurantes de la ciudad que, por hache o por be, el archivo guarda entre sus fondos. La primera impresión es engañosa. Parece solo una muestra que no va más allá de la estética y de la curiosidad fisgona por saber qué servían los restaurantes hace un siglo. Pero no. Es mucho más. Es la historia moderna de Barcelona a través de los menús, lo cual tiene su mérito. Hay ejemplares que cuentan lo cotidiano, y otros que son piezas de museo extraordinarias, y como aperitivo ahí está, por ejemplo, el menú del 'Banquete de la Victoria' de la Lliga Regionalista de 1905, cocinado en Can Culleretes y servido en el Frontón Condal, un ágape que, tras una cadena de acontecimientos, desató una desproporcionada reacción militar en Barcelona y marcó un punto de inflexión en la política catalana. Y todo a raíz de un consomé, pastelitos de carne y gelatina de capón trufada.
Por qué el Archivo Histórico de Barcelona tiene entre sus fondos una colección de menús merece una explicación previa. Podría no tenerlos. No está entre sus propósitos crecer geométricamente en volumen a base de atesorar de todo. Ocurre que Agustí Massana (1855-1921), fundador de la Escola Massana y mecenas de las artes, tuvo en vida una vocación coleccionista insaciable. Supo intuir el valor estético de la fotografía, de las prendas de vestir y, también, del diseño en los objetos sin aparente valor comercial, como los menús de restaurante. Donó su colección a la ciudad, menús incluidos, y tras él, otros hicieron lo mismo, como el escritor, ilustrador y músico Apel·les Mestres. Tan accidental y casual es esta colección de menús que se detuvo en el tiempo. No añade nuevos ejemplares a 1980, y es una lástima, porque el simple análisis de la transformación de la cocina estos últimos 34 años daría para una tesis doctoral.
MALDITOS RECORTES
La exposición cabe, sin grandes alardes, en el patio central de la Casa de l'Ardiaca. La sobriedad con la que se exponen las piezas hasta causa algo de pena, pero es que desde que comenzaron los recortes presupuestarios ha sufrido sobremanera la vida cultural de la ciudad, y este es un ejemplo, pues no es difícil imaginar qué harían con un material así en París, en Londres o en Nueva York. Hace cuatro años, el escritor estadounidense Bill Bryson publicó 'En casa, una breve historia de la vida privada', un libro aconsejable y por cierto un perfecto obsequio para la Navidad, que tiene algo de la esencia de lo que ahora ofrece el Archivo Histórico de Barcelona, tirar del hilo de lo aparentemente insulso para terminar contando una gran historia.
Menús a destacar hay varios. Por ser de entrada desconcertante, está el convite que el 12 de octubre de 1935 ofreció la Generalitat de Catalunya en «conmemoración de la Fiesta de la Raza». Hay que estar bien atento a la fecha, pues Lluís Companys estaba encarcelado en Cádiz. La francachela era un bufet de emparedados, pastelillos de chester y diversas tartas.
La cena que el Ayuntamiento de Barcelona ofreció a Eva Duarte de Perón, Evita, en junio de 1947, es también una pieza valiosa, ya que forma parte del puzle de intrigas internacionales que se urdieron tras la segunda guerra mundial para que España pasara la penitencia de la soledad diplomática por su alianza con el nazismo, pero no en exceso, y por eso se le toleró tener abierto un cordón umbilical con Argentina.
Efectivamente, cada menú por si solo abre una ventana de la historia desde, más o menos, 1888, con motivo de la Exposición Universal. Aquel tipo de citas internacionales, a su manera, fueron precursoras de lo que hoy se considera la globalización. En Barcelona, de repente, donde antes se supone que los platos del día los recitaba el camarero, se pasó a los primeros menús impresos, habitualmente en francés. En la muestra de la Casa de l'Ardiaca está, precisamente, el del banquete de clausura de aquella exposición universal, con sus oportunas manchas de salsa. Era aún, con todo, bastante austero en sus formas. Fue durante los primeros años del siglo XX que los menús fueron primorosamente ilustrados (Picasso en persona se encargó del de Els quatre gats), y tal vez esos son los más vistosos de la exposición. Que aproveche.
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