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El rescate de la Boqueria

Un grupo de barceloneses protestó ayer en el mercado por la brutal reconversión turística que ha experimentado en los últimos años la instalación Piden recuperarlo para los vecinos

Protesta en la Boqueria 8 Un grupo de barceloneses, ayer, porta pancartas contra la reconversión de la instalación por el turismo masivo.

Protesta en la Boqueria 8 Un grupo de barceloneses, ayer, porta pancartas contra la reconversión de la instalación por el turismo masivo.

ROSA MARI SANZ / BARCELONA

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Anna González fue clienta durante más de tres décadas, pero dice que ya no soportaba más que ir a comprar fuera tan estresante. Hace cuatro años que dejó de ir a la Boqueria. Stefania Paranzona aún recuerda cómo le seducía el mercado de la Rambla cuando se instaló en el Gòtic hace 18 años. Ahora cuando va lo hace entre semana, sin el carro, y a primera hora, antes de que desembarquen miles de turistas cámara en mano. Ramon Gabarrós, de hecho, no entiende qué fotografían, porque poco queda de la esencia que se supone les atrae.

La Boqueria es víctima de la Boqueria. Lo tienen claro. Algunos, como estos tres vecinos, han decidido moverse para recuperarlo. Ayer formaron parte de un grupo de unas 30 personas vinculadas a diferentes movimientos y asociaciones que fueron al mercado por la mañana al grito de "¡Venimos a comprar!". Llevaban carros y pancartas con reivindicaciones como "Volem comprar al nostre mercat", o directamente dirigidas a los guiris, tipo "This is a market not a theme park [Esto es un mercado no un parque temático]" y "This neighborhood need a municipal market, not a restaurant [Este vecindario necesita un mercado municipal, no un restaurante]"». No fueron bien recibidos por todos los comerciantes.

Pese a que la idea inicial del grupo era ir a comprar sin estruendos, solo dando visibilidad con los carteles a su hartazgo, la cosa se fue animando y la acción acabó siendo una manifestación en toda regla por el mercado, verbalizando las quejas y convirtiéndose en un atractivo fotográfico más para los turistas. Entre los compradores locales hubo quien asentía y les felicitaba, y quien no acababa de entender la protesta. Como Mari Ginesa, quien se preguntaba "qué mal hace el turismo". "Mientras no haya follón no pasa nada. A mí no me parece mal. Lo inadmisible es cuando montan escándalos, pero son casos concretos"». Curiosamente, esta clienta de la Boqueria es vecina de la Barceloneta, un barrio que este verano ha estallado contra el turismo de borrachera.

Un servicio municipal

La acogida de la protesta variaba en función de la oferta del negocio. Personal de puestos en los que se vende sangría en envases tan poco nostrats como los que adoptan forma de toro con banderas españolas, los monotemáticos de chuches o zumos en vasos de plástico o de los nuevos locales de comida rápida no disimulaban su malestar, incluso algunos recriminaron su actitud. Hay que tener presente que los turistas han sido una tabla de salvación para algunos tenderos.

Como apuntó el titular de una charcutería que se acercó al grupo para apoyarles, Josep Maria Sendra, los responsables de que la Boqueria sea lo que es son el Instituto Municipal de Mercados y el Ayuntamiento de Barcelona, que otorgan las licencias. "Esto es un equipamiento municipal que ha de dar servicio al barrio y ellos son los que han de garantizarlo", apuntó el comerciante.

De camino a la salida, después de media hora de ruidosa protesta, el grupo pasó por el Pinotxo, una institución en la Boqueria. Tras la barra, Joan les felicitó levantando el pulgar. Con la moral bien alta, anunciaron que la de ayer abre la veda a más movilizaciones.