Corriente gastronómica

Gastronómadas en BCN

Originalmente un remolque, en el se cocinan hoy crepes.

Originalmente un remolque, en el se cocinan hoy crepes.

CARLES COLS / CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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Barcelona catará durante seis días de la Mercè una moda que, incomprensiblemente, está aún proscrita en la ciudad. Del 19 al 24 de septiembre, más de 20 food trucks (camionetas de comida) se instalarán en la Ciutadella. Son los restaurantes sobre ruedas, tan populares en Nueva York como el Empire State. Un negocio cada vez más arraigado en el norte de Europa, que tanto fascina a cocineros de prestigio como a emprendedores que no disponen de crédito suficiente como para abrir restaurante clásico pero sí para tunear una furgoneta y llevar su establecimiento sobre ruedas allí donde hay clientes. El Institut de Cultura de Barcelona (Icub) ha entreabierto la puerta para que, aunque solo sea con motivo de la Mercé, la restauración nómada y todo lo que ello comporta, que es mucho y fascinante, recale en la ciudad. Los promotores de la iniciativa (Van Van Mercat Gastronòmada, así la han bautizado) esperan que esto sea solo el inicio de una aventura mucho mayor.

Tan de moda está la street food (otro de los nombres de la cosa) en otros países que hasta ya tiene película. Chef, de John Favreau, relata el renacer personal de un cocinero por la terapéutica vía de convertir una camioneta en un restaurante ambulante. Lo extraño, pues, es el gallináceo vuelo de Barcelona en esta materia, según parece víctima de una confusa legislación española que se supone que prohíbe la venta ambulante de comida salvo que sea en ferias, pero que, sin embargo, permite las churrerías con ruedas, versión española de las food trucks.

Detrás del Van Van Mercat Gastronòmada están Xavier Boneta, Max Porta e Ignasi Bisbe. El primero de la lista explica que la propuesta inicial que presentaron al ayuntamiento era otra, mucho más ambiciosa. En su opinión, Barcelona se pierde algo sin un mercado itinerante de street food, así que llamaron inicialmente al área municipal de mercados con un jugoso proyecto bajo el brazo. Propusieron destinar al gastronomadismo solares de la ciudad pendientes de planes urbanísticos, públicos o privados, tanto da, con el beneficio de que se evitarían así esos limbos en los caen esas zonas mientras no entran las máquinas a trabajar. La idea gustó, pero es obvio que no se ejecutó. La alternativa, de momento, es el ensayo que se llevará a cabo en la Ciutadella a finales de mes. Hasta se podría considerar que es una prueba piloto.

En cualquier caso, seguro que será una excelente oportunidad para realizar una primera inmersión en este campo aún tan yermo en estas latitudes. Por un lado, están los platos que allí se ofrecerán. Cocina variada y de calidad que servirá, desde el punto de vista del Icub, para cubrir una de las carencias endémicas de la Ciutadella como espacio familiar de la Mercè: la intendencia a la hora de comer. Por otro, está el safari fotográfico que ofrecen los propios vehículos, en ocasiones piezas de diseño exquisito, encantadoras reconversiones de viejas furgonetas. La Citroën 72, en carretera un cacharro insufrible, es una de los modelos más cotizados si de lo que se trata es de atender clientes. Y es que en Estados Unidos, que van muy por delante en esta moda, hasta se editan calendarios anuales con lo que se supone que son las food trucks más arrebatadoramente irresistibles, casi como si fueran sensuales pin ups. Se recomienda aquí y ahora una búsqueda de imágenes en internet para ir haciendo boca.

«Aquí en realidad hay muy pocas. Se alquilan para celebraciones especiales y poco más. Hasta hace poco no eran más que siete u ocho», lamenta Boneta, pero asegura que comienza a detectar síntomas de fiebre, señales de que aquí y allá hay cada vez más restauradores consagrados y jóvenes con ganas que están preparando su propio vehículo. De momento, no obstante, no hay ni siquiera un taller exclusivamente especializado en el tuneado de este tipo de restaurante con ruedas, eso es un hándicap, pero el buen gusto no falta. En la Ciutadella, entre otros establecimientos, estarán probablemente La Jamoneta, de Sánchez Romero Carvajal; Mr Frank and the Butis, especialistas en la tradicional butifarra catalana, y Skye Coffee, una pocholada cuyo singular caso viene como anillo al dedo para ilustrar hasta qué punto la efervescencia de esta moda hará saltar más pronto o más tarde el tapón que impide todavía su expansión.

Skye Coffee es, cómo no, una Citroën 72. Su dueña la ha reconvertido en una cafetera ambulante. A veces sirve sus excelentes cafés en una boda, porque los novios así lo desean, o en alguna fiesta especial, pero habitualmente está aparcada en un taller de arquitectura del Poblenou menos visitado, en el número 88 de la calle de Pamplona. El caso es que la fotografía y la dirección aparecieron recientemente en un blog gastronómico, así que de un tiempo a esta parte no hay semana en la que no se deje caer por ahí algún entusiasta de esta moda, entre ellos, bastante japonés, para hacerse un selfie junto a esa vieja camioneta y, de paso, tomar un café.

Puede parecer que no hay para tanto, pero en Nueva York, las food trucks más populares tienen ya por norma informar a sus incondionales a través de las redes sociales de dónde está aparcado en cada momento el vehículo.

Todo llegará.