Pérdida de patrimonio CULTURAl
La Rambla de Catalunya se queda sin cines
El Club Coliseum cerró ayer sus puertas, siete meses después del Alexandra
Con el cierre, anoche, del Club Coliseum, la Rambla de Catalunya se ha quedado sin cines. Era la avenida donde tradicionalmente los barceloneses iban las calurosas noches de verano a sus terrazas a tomar una horchata tras ver una película.
En el 2005, en esa calle fue derribada la histórica sala Alcázar, que se había inaugurado en 1922 con el nombre de Pathé Cinema. En 1929 se transformó en Lido Cine, y en 1933 volvió a cambiar su rótulo por el de Actualidades hasta 1939, cuando una vez finalizada la guerra civil, con los franquistas en el poder, pasó a llamarse Alcázar. El pasado diciembre, el Alexandra también bajó definitivamente su telón para convertirse el próximo año en una sucursal de la firma de moda Mango.
Mucho antes, en la misma Rambla de Catalunya desaparecieron el efímero Pabellón de Verano, que solo duró un año entre 1904 y 1905, y el Alhambra, que abrió justo ese año en el local que albergó el mítico Salón Doré y que después se llamó Cine Doré, que cerró en 1922. El Cine Clavé, entre Consell de Cent y Aragó, abrió en 1900 pero 10 años después se convirtió en el Kursaal, con capacidad para 1.500 espectadores. Tras varias reformas se derribó en 1965.
Y ahora le ha llegado el turno al Club Coliseum, propiedad del Grup Balañá, que no para de cerrar grandes salas a causa de la dura crisis que atraviesa el sector de la distribución cinematográfica. Según un portavoz de la empresa, aún «no sabe» su destino. La compañía mantiene en el abandono fantasmagóricos inmuebles que en sus días de gloria albergaron gigantescos cines como el Palacio del Cinema, el Urgell y el Novedades. Las pantallas de grandes dimensiones son una especie en extinción. Solo subsisten las multisalas con versatilidad para realizar cambios horarios y de salas en función del éxito de una película.
Club Coliseum era la segunda sala más grande de Barcelona, después de la sala 5 de Aribau Multicines, hoy el local cinematográfico con mayor aforo de la ciudad después del cierre del cine Urgell.
La capacidad del Club Coliseum era de 762 butacas. Entre los cinéfilos se distinguía por que siempre estrenaba las películas de Woody Allen, según petición del propio director neoyorquino que adoraba esa sala diseñada por el arquitecto Antoni Bonamusa, que quedó finalista en los premios FAD de 1978, año en el que se inauguró el cine con la proyección de Valentino, una película en la que Rudolf Nureyev daba vida al mítico actor Rodolfo Valentino.
Joan Munsó, en su libro Els cinemes de Barcelona, define el Club Coliseum como uno de los cines «más distinguidos» de la ciudad. Se construyó aprovechando una parte del terreno que ocupaba el acceso al escenario del Coliseum, ubicado en Gran Via, que hoy es un teatro de variedades. «La fachada es irrelevante, al igual que el primer vestíbulo, pero el segundo recibidor es muy elegante con esa doble escalera que accede a un hall. Todo el conjunto es bello y armonioso, digno de las mejores salas europeas», describe Munsó.
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