DEBATE SOBRE LOS SERVICIOS PARA LA JUVENTUD EN EL EIXAMPLE
Hijos de Transformadors
Jóvenes de Fort Pienc 'okupan' una vieja oficina bancaria frente al mítico espacio municipal hoy abandonado
Con El Rec reivindican el pionero centro autogestionado de la Barcelona de los 80

Otros tiempos. Taller de zancos en Transformadors, en 1983. /
Tras el cristal, un grupo de jóvenes repasa libros y apuntes. Lo habitual en época de exámenes. Lo que se sale de la norma es que la particular sala de estudio se encuentra en la esquina que hasta hace poco ocupaba una oficina bancaria, en Roger de Flor con Ausiàs Marc. Desde hace pocas semanas el espacio es okupado, esta vez con k, por dos colectivos de jóvenes -el casal Xiroc y Arran Fort Pienc-, con el objetivo, subrayan, de abrirlo al barrio: «Jóvenes y no jóvenes, de lo que se trata es de generar tejido», explica Berenguer, de 21 años, uno de los impulsores del espacio, que han bautizado como El Rec.
El lugar elegido no puede ser más icónico. No solo es una antigua oficina de Bankia, símbolo del rescate a la banca, según destacan los jóvenes, y de todo aquello contra lo que luchan, sino que está a unos pasos de Transformadors, revolucionario espacio de creación juvenil que marcó a toda una generación a finales de los 80, de titularidad municipal y cerrado desde hace años. Pese a que en las épocas de máximo esplendor de Transformadors los chavales que ahora okupan El Rec ni siquiera habían nacido, su eco, convertido en mito, sigue vivo. Quizá acrecentado por los años en los que el misterioso espacio lleva cerrado. «Los últimos que estuvieron en Transformadors fueron los del Consell de la Joventut de Barcelona. Les dijeron que tenían que irse para unas obras, y nunca más se supo. Ni de su regreso ni de las obras», explica Júlia, de 24 años, otra de las jóvenes.
#efecteCanVies
Pese a que en una de las paredes se exhibe un «#efecteCanVies» -y no es la única oficina bancaria cerrada okupada en las últimas semanas-, los jóvenes explican que el proyecto empezó a gestarse mucho antes. Hace casi un año. «El movimiento juvenil del barrio necesitaba un espacio, y encontramos que era una buena idea buscar uno conjunto», explica Joana, miembro del casal Xiroc. Y en eso están. En llenarlo de actividad para «tejer complicidades». «No queremos tener ningún problema con los vecinos. Al contrario. Nosotros somos vecinos. Las actividades las acabamos a horas prudentes y lo que queremos es que se acerque todo el mundo», prosiguen.
El concejal del Eixample, Gerard Ardanuy, asegura que Transformadors volverá a ser un equipamiento «para el barrio» en breve. «Estamos trabajando en el proyecto ejecutivo. A finales de año se licitará la obra, que empezará a principios del año que viene», afirma Ardanuy, quien apunta que el futuro equipamiento será «intergeneracional». «La idea es que el nuevo edificio tenga un auditorio en la planta baja, un par de plantas destinadas a actividades de personas mayores, y otras dos para entidades», expone el concejal. Todo en un edificio completamente nuevo, ya que el ahora lúgubre Transformadors, tal y como todavía es, irá al suelo, enfermo de aluminosis.
Con el derribo de la vieja fábrica -el próximo enero- desaparecerá lo que queda en pie de lo que un día fue, entre muchas otras cosas, escenario del primer concierto organizado por el colectivo okupa en la capital catalana. Lo recuerda Joni D., autor del libro Que pagui Pujol!. Una crónica punk de la Barcelona de los 80 (La Ciutat Invisible Edicions) y, lo que importa para el caso, uno de los jóvenes que, en esos años, conoció un espacio que hoy por hoy suena a inconcebible.
Noticias relacionadas«Transformadors nació como un intento del Ayuntamiento de Barcelona por redinamizar el movimiento juvenil de la ciudad con un concepto más europeo», afirma Joni D, quien en 1984, tenía 16 años. Transformadors se convirtió en seguida en un referente en el mundo de los fanzines y la «música moderna» en la capital. Se programaban conciertos de punk, pop, rockabilly. Grupos como L'Odi Social, Peluquería Pérez o Teo y Los Reincidentes. Un espacio único que se acabó cuando el ayuntamiento de Maragall empezó a cortar las alas que él mismo había dado a los chicos, que una vez habían catado la libertad no quisieron renunciar a ella. «Es la cuestión del control, innato en el poder. Cuando empezaron a regularlo todo, los jóvenes que habíamos crecido allí nos fuimos a los primeros espacios okupados de la ciudad, a poder seguir desarrollando nuestra actividad con verdadera autogestión», concluye Joni D.
En pleno debate sobre el futuro de Can Vies, la metamorfosis de Transformadors deja un extraño regusto a eterno retorno.
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