DEBATE EN EL COLEGIO DE ARQUITECTOS DE CATALUNYA SOBRE UN SECTOR
100 años de propaganda
«El carácter catalán es francamente hospitalario. Serio pero sincero y leal. Predomina en Barcelona una hombría de bien que es infinitamente superior a la zalamería falsa y al oropel con que de ordinario se suele halagar al turista en otros puntos». Así promocionaba la ciudad, en 1914 y a través de una revista oficial, la Sociedad de Atracción de Forasteros (SAF), una iniciativa empresarial que seis años antes de aquella fecha puso en marcha la clase dirigente local, sorprendida del escaso éxito de Barcelona como destino turístico. El centro de la ciudad estaba inmerso, durante el primer tercio del siglo XX, en un profundo proceso de monumentalización (algunos excesos góticos que hoy fotografían los visitantes son fruto de aquel trabajo) y la SAF terminó por ser su órgano de propaganda. O al menos lo intentó.
El turismo le fue esquivo a la ciudad. Es cierto que la Exposición de 1929 atrajo visitantes, 344.000, según las estadísticas de la época, pero la cifra decayó después. Y eso que la Sociedad de Atracción de Forasteros le ponía empeño. Así, tras la convulsa revolución de octubre de 1934, la revista oficial de la sociedad redujo lo sucedido a «una alteración del orden público que se limitó exclusivamente a dos días». «Desaparecida completamente la efímera pesadilla de un mal momento, las agencias de viajes de todo el mundo y los centros propulsores del turismo han vuelto a recibir innumerables peticiones de informes para visitar España».
Entonces como ahora, los empresarios del sector sostenían que nada ahuyenta más a los visitantes que la falta de seguridad. Con el paso de los años, hasta causa sonrisa uno de los lamentos que expresó la SAF en uno de los años más aciagos de la historia de España: «Los que conocemos el turismo sabemos el año 1936 que esperaba a España. Hubiera sido espléndido».
Oferta indefinida
Si aquel optimista pronóstico era por fin acertado no se pudo comprobar porque estalló la guerra, pero lo cierto es que los antecedentes invitaban a recelar de ese tipo de predicciones. Barcelona deseaba turistas, pero no sabía muy bien qué ofrecía. Eso ya fue evidente cuando en 1908 se encargó el primer cartel de promoción de la ciudad. El gancho no era ni la arquitectura local, ni la cocina, ni la supuesta hospitalidad sincera. El lema era Barcelona, ciudad de invierno. Con ese eslogan se invitaba a los habitantes pudientes del norte de Europa a huir del frío y buscar un clima más amable junto al Mediterráneo. Lo curioso es que se convocó un concurso para diseñar aquel cartel. Se declaró desierto porque los artistas que participaron en él retrataron la ciudad tal y como era, fea y triste, así que el cartel se encargó a dedo. En él aparece la silueta de una mujer elegantemente vestida, con la estatua de Colón al fondo. Entonces, la Sagrada Família no era aún un icono, pero a la SAF hay que reconocerle que ya intuyó que podría ser un reclamo eficaz, así que pronto se alineó al lado de quienes sostenían que había que retomar la construcción del templo expiatorio, interrumpidos desde que Antoni Gaudí murió arrollado por un tranvía.
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