BALANCE DEL PLAN MUNICIPAL DE ASENTAMIENTOS IRREGULARES
Los inmigrantes del Poblenou se organizan para «hacerse visibles»
Más de seis meses después del desalojo de las naves de las calles de Puigcerdà y Pere IV, alrededor de un centenar de sus antiguos ocupantes se volvieron a reunir el jueves por la tarde en la iglesia de Sant Bernat Calbó para hablar sobre su presente y, en especial, sobre su futuro. Después del doble desalojo y de los compromisos de lograr una salida, que incluían promesas de techo, formación ocupacional y una mediación -y una cierta flexibilización- en la regularización de los papeles, los desalojados se sienten decepcionados. Muchos de ellos sí tienen un techo -133 personas, según fuentes municipales-, la mayoría de ellos en pensiones y albergues (100 de los 133), pero son muchos menos los que han podido acceder a los cursos de formación ocupacional -69, según las mismas fuentes-, todavía menos los que han logrado un contrato de trabajo -16-, y solo 9 los que han entrado en el plan excepcional para regularizar su situación administrativa logrando papeles.
Ante esta situación de «precariedad absoluta» han decidido «volver a unirse para luchar». «Sin papeles somos invisibles. No somos nada. Y los papeles son el compromiso que más ha fallado», explicaba ayer Desmond Anthony Suraju, una de las cerca de 300 personas que vivía y trabajaba en la nave de Puigcerdà.
DISPERSIÓN / «En pensiones dispersas por la ciudad hemos perdido la fuerza del colectivo, y no hemos venido a Europa para vivir de caridad, para vivir en una pensión. Queremos poder trabajar. Tener papeles para, al menos, intentarlo. Ya sabemos cómo está la situación», añade Yonous Drane, otro de los inmigrantes que participó ayer en la rueda de prensa convocada en la Flor de Maig para presentar las acciones reivindicativas que planean. La más inminente, el día 15, es la ocupación simbólica del lugar donde estaba la nave de Puigcerdà, hoy un inmenso solar. «Será una jornada reivindicativa para hacernos visibles. La nave no existe pero nosotros sí, y exigimos nuestros derechos», prosigue el joven.
Pese a que su mayor preocupación -y queja- son los papeles, la angustia cotidiana de estas personas, la mayoría hombres y jóvenes, va más allá. Muchas de ellas decidieron no entrar en el plan municipal de asentamientos -que hace el seguimiento de 208 personas- y buscar otras naves en el barrio en las que poder seguir trabajando. «Nosotros vivimos de la chatarra. Si nos vamos a una pensión, no podemos trabajar. Tenemos que mandar dinero a nuestras familias», explica Drame.
LIBERTAD / Suraju habla del concepto de libertad: «No servimos para vivir en albergues con horario de entrada y salida. Necesitamos nuestro espacio. Nuestra vida». «No nos sentimos bien en pensiones, al lado de turistas, de personas que están aquí de vacaciones y no les gusta compartir espacio con nosotros. Lo vemos y no están a gusto ni ellos ni nosotros», apunta otro de los jóvenes.
Más adelante, para el 23 de febrero, día en el que se cumplirán 13 años de los históricos encierros en iglesias de la ciudad en el 2001 para pedir papeles, preparan otra acción global, para denunciar que estos 13 años, las leyes, «lejos de mejorar, han ido hacia atrás», denuncia Manel Andreu, miembro de la asamblea de apoyo a los inmigrantes.
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