TESTIMONIO ARTÍSTICO DE UNA ÉPOCA

Rostros del Somorrostro

Francesc Suborroca guarda en su estudio cientos de dibujos de la BCN de los años 50

En el estudio 8 El artista, con parte de su obra.

En el estudio 8 El artista, con parte de su obra.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Fueron varios años, a principios de los 50. Ha pasado ya mucho tiempo y Subarroca no recuerda exactamente cuántos. Hay dibujos firmados en 1950, 1951, 1952… Sí recuerda, en cambio, con precisión que iba siempre los fines de semana, por la mañana. Que paseaba entre las barracas y quedaba impresionado por la miseria de aquella otra Barcelona de la posguerra que tan pocos querían ver. Recuerda también que en invierno hacía mucho frío y los niños iban desabrigados, y lo contentos que se ponían cuando les compraba cruasanes y chocolate («Yo era muy joven y tampoco tenía demasiado dinero para darles»). También los rumores de algunos vecinos de su estudio de aquella época, en la calle del Montseny, en Gràcia, al verle llegar siempre con aquel grupo de gitanos vestidos con harapos.

Fruto de aquella época y de aquellas excursiones, el pintor Francesc Subarroca conserva en su cargado estudio de la calle de Jaume I una colección de desconocidas pinturas y dibujos de los habitantes de El Turó dels Gitanos del Somorrostro.

Subarroca era entonces un artista muy joven nacido en la zona alta de la ciudad con ganas de «buscar nuevas motivaciones artísticas». «La tragedia que transmitían aquellas mujeres, aquellos hombres... la miseria», cuenta el veterano artista, quien subraya que mantuvo una «gran relación» con aquellas personas. «Fue una relación siempre de respeto. Yo entraba en El Turó, hablaba con ellos. Con algunos hicimos amistad. Aquella experiencia me sirvió para romper ciertos prejuicios», prosigue Subarroca, que la única vez que ha expuesto algunos -una pequeña parte- de estos dibujos fue en la exposición que dedicó el Museu d'Història de Barcelona al Somorrostro hace ahora una década. Por aquella época estuvo también a punto de publicar un libro con todo ese material que no alcanzó a encontrar presupuesto para materializarse.

«Yo paseaba por El Turó y observaba. Me dejaba impresionar por la mirada de aquellas mujeres, de aquellos hombres... Después, en el estudio, pintaba sobre aquel recuerdo. Para dibujar los retratos los invitaba al estudio. Íbamos andando hasta Correos y allí cogíamos el metro a Fontana. Los fondos, donde siempre aparecían las barracas, los pintaba de memoria, fruto de muchas horas de observación», cuenta el pintor, autor también de unos impresionantes murales en la antigua escuela Mediterrània de los que la Administración se deshizo sin pudor.

Además de los cientos de dibujos del Somorrostro, el estudio de Subarroca -que abre amable a quien muestra interés- esconde también joyas de la Barcelona bohemia, con retratos de 'La Carmencita' como joyas de la corona.