Desarrollo de la nueva red de transporte

Un metro con vistas

La sala de control de los autobuses de Barcelona, ayer, con una veintena de comandos que gestionan las líneas en función de la cochera de salida.

La sala de control de los autobuses de Barcelona, ayer, con una veintena de comandos que gestionan las líneas en función de la cochera de salida.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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El metro es más fácil de asimilar. Si han sido turistas en una ciudad con subterráneo, rara vez habrán cogido el bus. Resulta más difícil de interpretar, quizás por el estrés de ir pasando por calles que uno no identifica. Ya no digamos si el vehículo en cuestión se dedica a zigzaguear. Bajo tierra no vale la pena mirar por la ventana. En el vagón, aunque se hace imposible situar los puntos cardinales, uno se siente orientado. El nombre de la estación también ayuda. El diseño del suburbano no responde a herencias, como sucedía en Barcelona hasta el año pasado, cuando se pusieron en marcha las cinco primeras líneas de la red ortogonal que no siguen al primitivo esquema del tranvía. El lunes 18 de noviembre se despliegan otros cinco recorridos. Si echan una ojeada al gráfico, quizás les venga a la cabeza el mapa del metro. Y esa es la idea del proyecto: un transporte de superficie claro, más comprensible. Lo que vendría a ser un metro con vistas.

Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB) es una empresa con más de 500 millones de deuda. Eso, que debería generar contención en el gasto, y así es, no significa que la compañía no pueda arriesgar para conseguir más ingresos. El recurso más agresivo es el patrocinicio de estaciones, Fontana Periódico, por poner un ejemplo. Eso está en marcha no sin que la oposición de izquierdas haya acusado al alcalde de poner la ciudad en venta. Incluyan ahí, aunque en el apartado de anécdotas, la máquina expendedora de chucherías que hasta febrero da vueltas en uno de los vehículos de la línea 7. La nueva red de bus busca ampliar ingresos por la vía de reclutar más usuarios. Y no robándoselos al metro -como precisó ayer Xavier Trias- sino captando género humano fresco entre los que hoy van en moto, coche, taxi, andando o en bici.

FRECUENCIA DE PASO / TMB estrenará dos líneas verticales -V-3, entre Can Carelleu y Zona Franca, y V-17, entre el Carmel y el Port Vell-, y tres horizontales -H-8, entre Camp Nou y la Maquinista, H-10, entre Badal y el Olímpic de Badalona, y la H-16, entre Paral·lel y el Fòrum-. Estos cinco ejes suman 49 kilómetros de longitud y un total de 233 paradas, y según la empresa se prevé que el 30% del pasaje diario de bus en laborables (unos 180.000 viajeros) recurra a estas líneas de altas prestaciones y mejor frecuencia de paso, entre cinco y ocho minutos, según la estimación y el deseo de sus responsables.

A partir del lunes 11, cerca de 200 informadores se apostarán en las zonas afectadas por el despliegue de la red de bus para dar cuenta de los cambios que están por llegar. Lo que más acusarán los habituales del transporte de superficie quizás sea la traumática supresión de su línea de toda la vida. De este modo, los autobuses 15, 43, 44, 72 y 28 desaparecen, y otros tantos (14, 36, 41, 34, 66, 19 y 40) sufren modificaciones en su recorrido para limpiar el terreno a la malla ortogonal a la que todavía falta añadir 18 ejes, siempre y cuando se cumpla el planteamiento inicial de un tejido de 28 líneas.

La presentación se realizó ayer en la cochera que TMB posee muy cerca de las vías de la Sagrera, escenario de míticas asambleas en las que no suele decirse una sola palabra bonita del gobierno de la ciudad. Aquí está situado el centro de control del bus, desde el que una veintena de comandos se comunican con los buses para informarles de si van retrasados o adelantados en función del horario a cumplir. Trias observó con curiosidad, sin hacer preguntas, mientras los empleados iban dando instrucciones. Luego, en rueda de prensa, celebró esta «apuesta estratégica en la que no ha habido discusión desde el punto de vista político, cosa extraña». Ironizaba el alcalde sobre la soledad con la que gestiona el ayuntamiento tras dos años en los que ha tenido al PP como escudero de sí pero no.

LA L-9, UN PROBLEMÓN / Adelantó que la implantación de nuevas líneas se perpetrará en función de los recursos de que dispone la empresa, y sugirió que la tarifa del transporte público «solo suba un poco». Sobre el hecho de que la Generalitat no destine un solo euro a la L-9 en las cuentas del 2014, admitió que Barcelona, efectivamente, «tiene un gran problema».