Análisis

Un escenario político local sin perfil propio

Pleno municipal del pasado marzo.

Pleno municipal del pasado marzo.

ÁNGELS PONT

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La encuesta realizada en la ciudad de Barcelona cuando se llega al ecuador del mandato del actual gobierno municipal pone de manifiesto la falta de perfil propio del escenario político local. Casi todos los movimientos que se constatan son, en mayor o menor intensidad, los que se produjeron en las elecciones catalanas del pasado mes de noviembre. Así pues, el impacto del contexto catalán en la ciudad lleva a una estimación electoral inédita en Barcelona: siete partidos tendrían asegurada su representación en el consistorio. En las formaciones habituales se sumarían Ciutadans y la CUP, que entrarían con fuerza en el ayuntamiento de la capital catalana. Ecosocialistas y republicanos también mejorarían de forma notable sus resultados, hasta el punto de que ICV estaría en condiciones de discutirle a los socialistas la segunda posición en la ciudad, mientras que CiU, el PSC y el PP retrocederían notablemente en relación a las elecciones de hace un par de años. Se dibuja pues un escenario complicado de gestionar, ya que no habría ninguna posibilidad de que un pacto a dos obtuviera la mayoría necesaria para gobernar sin tropiezos.

Ahora bien, esta descripción inicial es coyuntural y volátil. La estimación solo funciona como un indicador más de la situación actual, que, en cualquier caso, sería diferente si las elecciones ya estuvieran convocadas, teniendo en cuenta, además, que algunas formaciones aún no han definido su candidato a la alcaldía . Al margen de la estimación, hay muchos datos en la encuesta que nos obligan a ser prudentes: el 46% de los entrevistados no dan una opción concreta de voto, el 8% dice que votaría en blanco, todos los partidos obtienen datos de fidelidad notablemente bajos (solo ICV supera el 60%) y se observa una elevada indecisión en todos los electorados (especialmente en el caso del PSC y el PP). A estos indicadores estrictamente electorales hay que sumar el pesimismo que se observa entre la ciudadanía ante la situación actual y la falta de confianza en que las cosas puedan mejorar en el futuro más próximo. Este contexto tampoco favorece una valoración positiva de la labor de gobierno de CiU, que aprueba con una nota muy discreta (inferior a la que tenía el gobierno deHereua estas alturas de su mandato) y genera poca confianza para sacar adelante los retos de futuro de la ciudad.

Una mención aparte merece el PSC. Su debilidad es extrema en la ciudad que ha liderado, con éxito reconocido, durante más de tres décadas. Una debilidad electoral que no ha sido recogida por ninguna formación concreta, lo que ha dejado a una parte de sus votantes sin referente y ha contribuido a la desorientación general que se observa en el conjunto del electorado, tanto barcelonés como catalán. Habrá que ver si las primarias del PSC actúan de revulsivo para situar a los socialistas en la Barcelona del siglo XXI.

Así pues, la política barcelonesa se encuentra sujeta a los acontecimientos de carácter general que se están produciendo en el país, más que a lo que pasa en la capital catalana, ya que el actual equipo de gobierno no ha conseguido separar una cosa de la otra. No parece que se haya consolidado, ni que esté en vías de hacerlo, un liderazgo diferenciado que le asegure a CiU mantener o mejorar los resultados del 2011 de cara a las próximas elecciones. Será el contexto general el que lo acabará de determinar.