Lenta transformación de un rincón de Sant Andreu

El Bon Pastor se reivindica

NÚRIA IRANZO Enferma de cáncer, vive sola en una casa con humedades.

NÚRIA IRANZO Enferma de cáncer, vive sola en una casa con humedades.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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La radiante mañana de ayer después de un invierno tan sombrío como el que acaba de marcharse invitaba a sacar las sillas a la puerta y sentarse al sol, tradición que nunca se ha perdido del todo en lo que queda de las Casas Baratas del Bon Pastor. Imagen a la que, si se suman los niños jugando a pelota en la calle en su primaveral primer día de vacaciones, da una imagen casi bucólica de las 400 casas que todavía quedan en pie en esta humilde barriada de Sant Andreu, uno de los rincones con más aire de pueblo de la ciudad, sino el que más. «Visto desde fuera es muy bonito, pero otra cosa es vivir aquí, rodeados de casas tapiadas, con humedades criminales, goteras, ratas y carcoma», resume Paquita Delgado, presidenta de la Associació de Veïns del Bon Pastor, barrio en pie de guerra para que el Ayuntamiento de Barcelona cumpla su compromiso con los vecinos y complete la tercera fase del plan que prevé dejar atrás las pequeñas casas para obreros levantadas en el año 1929 para reubicar a los numerosos barraquistas de Montjuïc con motivo de la celebración de la Exposición Internacional.

La lucha de los vecinos ahora se concentra en que el Patronato Municipal de la Vivienda cumpla con la tercera fase en su integridad, que preveía la construcción de tres bloques de viviendas. Después de un año y medio de parón y de numerosas movilizaciones vecinales, han logrado que el municipio desencalle la citada tercera fase, pero este se compromete solo a construir dos bloques con 120 viviendas. «Nos sentimos estafados. No tienen dinero para construir el tercer bloque de la tercera fase pero sí lo tienen para dar cuatro millones al circuito de Montmeló u otros tantos para el paseo de Gràcia», se muestra indignada Delgado, afectada de la cuarta fase. Es decir, que no tiene ni idea de cuándo se empezará a levantar su futura vivienda, pese a que en el 2003 firmó, junto a todos sus vecinos, un plan integral que debía finalizarse en 10 años. «Los barrios de la periferia también existimos», reivindica la líder vecinal, muy enfadada también con la esfumada ley de barrios, que tenía que dar otro empujón a este humilde rincón de la ciudad y de la que nunca más se supo.

ALQUILERES MÁS ALTOS / Núria Iranzo vive en el número 20 de la calle de la Floresta. Cobra una pensión de 630 euros y precisamente ayer recibió una carta del Patronato -propietario de todas las viviendas-, que anunciaba que había revisado su alquiler y a partir del próximo mes pagaría 291,12 euros. «Las goteras no las revisan, no», ironiza la mujer, de 67 años y enferma de cáncer, que vive sola en su casita de 45 metros rebozada de humedad. «La mesa del comedor no la veis porque se la ha comido el carcoma», indica la mujer, nacida en la misma casa, señalando a cuatro sillas en torno a un espacio vacío.

La casa justo a su lado está tapiada, y la de detrás, también. Con los techos derribados por el propio Patronato para que no entren okupas. «Desde que se murió mi vecina la casa está así. Llena de porquería. Vivimos rodeados de ruinas», denuncia la mujer, quien también pertenece a la cuarta fase. Uno de los motivos por los que los vecinos reivindican que el ayuntamiento levante los tres bloques previstos en la tercera fase es precisamente que sobren viviendas para trasladar ya a los vecinos más vulnerables de la cuarta fase.

«No solo soy yo, que estoy enferma, en el barrio hay muchísimas personas de 70, 80 y 90 años», explica Iranzo, que para ir al baño -cada 10 minutos por su cáncer de colon- tiene que salir a la calle, ya que lo tiene en el exterior. «A mí no me matará el cáncer, me matará la casa», apunta la mujer, que solo tiene buenas palabras para los trabajadores del Hospital de Vall d'Hebron: «Esa gente sí que trabaja con humanidad y con el corazón. Al ayuntamiento no les interesamos porque somos mayores y pobres, no salimos rentables», reivindica, guerrera.

FRÍO Y GASTOS / Rosa Rojas tiene 50 años y vive en las Casas Baratas desde los 7. «Cuando me tocó esta casita, en el 94, fue como si me hubiera tocado la lotería. En aquel momento mi marido estaba en el paro y yo cobraba poco, pero la situación ahora está fatal. Aquí no se puede estar», explica. Lo que peor lleva Rojas, como casi todos los vecinos, son las humedades. Y el frío, ya que este mes han pagado 343 euros de luz en calefactores. Y que cada dos por tres se les emboza el lavabo; en los últimos seis meses han tenido que vaciar cuatro veces su cisterna, a razón de 150 euros cada servicio. «En la casa se te van los ahorros y sigues sin vivir en condiciones», lamenta la vecina. Como casi todas las casas que quedan en pie en el barrio -más de la mitad de las 784 que hubo en su día-, tiene una pancarta con un «Tercera fase ya», porque cuanto antes la acaben, antes iniciarán la cuarta.

Fuentes municipales defienden que la transformación del Bon Pastor es «uno de los grandes proyectos en los que trabaja el Patronato», y que con los 120 pisos que empezarán a levantar este año por el acuerdo con el Banco Santander podrán reubicar «a todos los afectado de la tercera fase».

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