EL DRAMA DE LOS ASENTAMIENTOS DE SANT MARTÍ

«Estamos en sus manos»

Los subsaharianos del Besòs protagonizan una marcha hasta el distrito para pedir que se postergue el desalojo del lunes H Piden tiempo para vaciar la fábrica y buscar alternativas

La lucha 8 Vecinos de la nave del Besòs se concentran frente a la sede de Sant Martí para pedir tiempo y alternativas, ayer a mediodía.

La lucha 8 Vecinos de la nave del Besòs se concentran frente a la sede de Sant Martí para pedir tiempo y alternativas, ayer a mediodía.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Álex planea pintar hoy su casa, en la nave industrial del 127 de Puigcerdà, donde ya tiene instaladas las cortinas. No hace mucho que vive allí y dice sentirse muy querido «por todos». Ese todos son el resto de habitantes del lugar -son 300- y los muchos vecinos, sobre todo del cercano Poblenou, que acuden a diario a la fábrica a interesarse por ellos y a intentar parar lo que ayer pintaba imparable: el desalojo por parte de los Mossos el próximo lunes, orden judicial mediante.

Por su mirada y su sonrisa triste, parece que dice la verdad.«Ahora estoy bien, ahora sí»,cuenta. Álex. Es rumano y, aunque hace tiempo que vive en Barcelona, se instaló en la fábrica del Besòs este abril, después de que un incendio destruyera la barraca en la que vivía cerca de Can Ricart, llevándose por delante a cuatro miembros de su familia. Él tuvo suerte de estar fuera aquella trágica madrugada.

Habla Álex en la plaza de Valentí Almirall, frente a la sede del distrito de Sant Martí, hasta la que ha llegado a pie junto a un centenar de sus vecinos, la mayoría subsaharianos, en una improvisada manifestación tras una larga (y animada) caminata desde la nave. Han venido a entregarle al concejal del distrito, Eduard Freixedes, una carta en la que solo le piden tiempo, lo único que llevan una semana demandando a todo el que quiera oírles.«Sabemos que esto no es nuestro y no pedimos quedarnos eternamente, pero llevamos un año trabajando aquí. Hemos creado una cooperativa de reciclaje. No queremos perderlo todo», explica Kheraba, uno de los habitantes de la fábrica que acudió ayer a mediodía al distrito a intentar hablar con el concejal. No logró hacerlo, pero entró la petición por registro.

Kheraba sale del edificio municipal y muestra el resguardo sellado al centenar de personas que le esperan, residentes en la nave y gente que les apoya. Explica en francés que ha entregado la petición al concejal, pero que deben seguir con la lucha. Que ese papel, si ahora se quedan de brazos cruzados, no les salvará del desalojo inminente. Algunos levantan el puño. Otros aplauden. O tocan los bongos. Ninguno tiene cara de estar dispuesto a rendirse. No ahora.

«Nosotros no podemos tomar ninguna decisión. Estamos totalmente en sus manos», reflexiona realista Kheraba en un perfecto catalán. Desde que hace 10 días, cuando los Mossos d'Esquadra les comunicaron la primera orden de desalojo, prevista para el lunes pasado, no han parado de moverse, conscientes de que lo único que pueden hacer es denunciar su situación e intentar despertar todas las conciencias.

Carlota, miembro de la asamblea social del Poblenou, no es muy optimista respecto a la posibilidad de enternecer a los actuales mandatarios locales.«Se han desentendido totalmente del asunto»,denuncia. Coincide con ella otra vecina concentrada frente al distrito, miembro de la asociación Tres de enero, entidad creada en el Besòs tras el asesinato a sangre fría del joven senegalés Ibrahima Dyie.«Ibrahima[otro de los vecinos de la nave]le pidió en una audiencia pública al concejal que les proporcionara agua y no le hizo caso», apunta. En el recinto fabril no disponen de agua corriente, así que acuden a diario a llenar garrafas a la fuente tanto para asearse como para cocinar y beber.

Todas las puertas

La carta a Freixedes no es la única que han redactado estos días los habitantes de Puigcerdà, 127. Han escrito otra a la atención de la familia Iglesias Baciana, principales accionistas de Fincas Riana, propietaria del enorme edificio.«Queremos explicarles que habitamos en la nave porque no tenemos ningún otro sitio donde vivir. Entramos en ella hace más de un año cuando estaba vacía, abandonada y llena de suciedad. La hemos adecentado y reparado dentro de nuestras escasas posibilidades y hecho de ella nuestra vivienda y lugar de trabajo», cuentan en la perfectamente estudiada misiva, que sigue con un «sabemos que son ustedes sensibles a las penalidades de los pueblos africanos e incluso que aportan económicamente para atenuarlas; les pedimos que sean también sensibles a nuestra situación y posterguen el desalojo».

Mientras estos se manifestaban frente en distrito, sus abogados presentaban en el juzgado un recurso a la orden de desalojo en el que destacaban el«estado de una necesidad real, grave y urgente» de estas personas. En paralelo, la asociación de vecinos del Poblenou mandaba una carta a Felip Puig en la que tildaba sus declaraciones, en las que definió la recogida de chatarra como actividad lucrativa, de«vergonzoso acto de cinismo».