EL PATRIMONIO HISTÓRICO DE LA CAPITAL CATALANA

El auditorio de Granados

La sala ante el jardín 8 Jaume Coll muestra uno de los espacios de la planta noble.

La sala ante el jardín 8 Jaume Coll muestra uno de los espacios de la planta noble.

CRISTINA SAVALL
BARCELONA

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En la avenida del Tibidabo, 18, entre la escuela Projecte y la clínica privada de la mutua Maz -una de las zonas más exlusivas y caras de Barcelona- se alza una torre abandonada en la que cuelga el letrero de «en venta». Detrás de este muro amarillento con relieves de mujeres griegas se esconde un tesoro para la memoria de la ciudad, ya que se trata de la antigua Sala Granados, que en 1911 el doctor, farmacéutico y mecenas Salvador Andreu construyó para que el célebre pianista dispusiera de un auditorio para exhibir sus composiciones ante la alta burguesía.

A cambio, Granados impartió clases de piano a las hijas del doctor Andreu, Carmen, Madronita y Paquita. Pero solo pudo disfrutar de su sala de conciertos hasta 1916, año en que él y su mujer fallecieron trágicamente tras zarpar de Nueva York en un barco que fue torpedeado por un submarino alemán. El músico emprendía el viaje de retorno tras actuar en la Casa Blanca. Tras la muerte del mecenas en 1928, la finca cosntruida en un solar de 900 metros cuadrados pasó a manos del empresario Pedro Maria de Reinosa Vilanova, que la puso en alquiler en 1936, cuando estalló la guerra civil.

La residencia lleva dos años desamparada, olvidada en la noche de los tiempos, sin luz ni agua y con un precioso jardín asilvestrado, que Granados contemplaba desde la ventana del pequeño apartamento construido en la planta alta para inspirarse a la hora de componer obras. De ese tiempo son las célebresGoyescas,Cuentos de juventudyEl libro de las horas, cuya primera partitura se titulaEn el jardín.

La segunda vida de la torre, no obstante, también forma parte de la memoria colectiva de la ciudad, ya que acogió los primeros estudios de doblaje inaugurados en Barcelona, La Voz de España, que se desplazaran en el 2010 a Cornellà«tras la revisión de un desfasado contrato de alquiler del que la compañía se beneficiaba desde 1936», explica Jaume Coll, administrador especializado en patrimonios, que se encarga de la venta de esta edificación que es propiedad de la compañía de seguros Reale. Julio Quirós, directivo de esta empresa afincada en Madrid, cuenta que en 1980 De Reinosa vendió la torre a la sociedad Bemado, que a su vez la traspasó a la Mutua Patronal Panadera de Accidentes de Trabajo, que«siguió manteniendo el contrato de arrenda-

miento con La Voz de España».

En 1987, Reale absorbió a esta mutualidad catalana, pero no liberó la finca hasta el 2010. «Hace cuatro meses la pusimos a la venta por 2.200.000 euros. La mayoría de peticiones son para residencias privadas y resturantes, pero el ayuntamiento únicamente la destina a equipamientos», cuenta Coll, mientras agrega que el solar dispone de 900 metros cuadrados edificados, aunque ni un centímetro se salva de la rehabilitación.

Hoy es un lugar idóneo para los exploradores de lugares abandonados. En una habitación que estaba tapiada en el desván se encuentra rodeado de trastos un atril que bien prodría haber pertenecido a Granados, y en las salas que acogían los doblajes aún se encuentran latas con cintas de películas.

Presión al ayuntamiento

Hay un intelectual, que pide mantenerse en el anominato, que se ha reunido con Jaume Ciurana, concejal de Cultura, para pedir que no se pierda este espacio tan emblemático.«Tenemos mil infraestructuras y dejamos que se caiga a pedazos la casa de Granados», lamenta este portavoz. Según él,«en Barcelona hay un gran desconocimiento de la importancia que tiene internacionalmente el patrimonio musical». Por ello pide voluntad política para que la torre vuelva a acoger la Sala Granados.«En la zona alta falta un espacio así».

Barcelona sí que dispone del fondo de documentos, partituras originales y objetos cedidos en 1993 al Museu de la Música por la familia Carreras-Granados.