Análisis

Los buses, bien ordenados

PAU NOY

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La manera normal de moverse dentro de Barcelona, y también para acceder a la Sagrada Família, es a pie, en bici y en transporte colectivo. Así lo hacen la casi totalidad de personas que visitan este emblemático monumento. De todos estos sistemas de transporte, el único que da problemas es el autocar, es decir, el transporte colectivo que los grupos de turistas utilizan para desplazarse por Barcelona cuando son muchos sus integrantes.

El autocar solo da problemas en el momento de encochar y desencochar los pasajeros. El resto de tiempo, actuando como modo de transporte masivo, es una bendición para la ciudad. Tiene unos niveles de carga que triplican los del autobús urbano y gasta por pasajero la quinta parte de energía que un bus del TMB. Los autocares llenos de turistas no solo son el transporte con los mejores ratios de eficiencia en la ciudad, sino que ahorran una cantidad extraordinaria de espacio.

Entonces si solucionamos el acceso en los últimos metros, cuando encochan y desencochan estos vehículos, el problema está resulto. Esto es justamente lo que ha hecho el ayuntamiento con la nueva propuesta.

Ahora los autocares cargan y descargan viajeros a 300 metros del monumento, en la confluencia de Diagonal con Marina, un lugar donde hay mucho espacio para hacer estas maniobras sin molestar al resto de usuarios de la vía pública. Y en cinco minutos, los turistas llegan a su destino conducidos por su guía. Solo están dispensados de este paseo los autocares que previamente acrediten que llevan escolares o grupos de personas con movilidad reducida.

Exactamente como hoy hacen los autocares cuando acceden al parque Güell por el flanco que da a la Travessera de Gràcia, acceso principal a este otro gran monumento de la ciudad.

Cabe señalar que esta medida de ordenación también conlleva ventajas adicionales, como son que la zona comercial se extenderá hasta la Diagonal y que el acceso se llevará sin riesgos para la integridad física de los usuarios de la vía pública. Puntualmente, en el pasado, hubo algunos accidentes que de ninguna manera volverán a repetirse con este esquema que el consistorio barcelonés ha llevado a cabo con acierto.

Naturalmente, este procedimiento obliga a una gestión antes inexistente, especialmente en el caso de la dispensa por el tipo de pasaje, y porque necesita una presencia más numerosa de la Guardia Urbana. Por tanto, es pertinente preguntar: ¿Y ahora quién debe pagar esta gestión adicional? Y la respuesta es: naturalmente el responsable de generar la movilidad. Ha de ser la Sagrada Família, que cobra a cada visitante una entrada de 14.3 euros, quien compense al ayuntamiento, o sea, a la comunidad, por el incremento de gestiones.

Probablemente no le supondrá una merma superior al 1% de sus ingresos. De la misma manera que la ciudad pidió al FC Barcelona que asumiese el coste de la prolongación del servicio de metro, cuando un partido se jugaba a horas intempestivas, debe exigir ahora a la Fundación de la Junta Constructora del Templo, su órgano de gobierno, que asuma este coste.