a pie de calle

El triángulo de la libertad

Un joven pasa las páginas de un libro en la Biblioteca Francesc Candel, en La Marina del Port, ayer.

Un joven pasa las páginas de un libro en la Biblioteca Francesc Candel, en La Marina del Port, ayer.

JOAN BARRIL

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Aveces las ciudades no nacen de ningún plan urbanístico. Primero se hacen las casas y luego se inventan las calles. En estas condiciones hay que ser un poco listo para buscar nombre a las calles nuevas. En Barcelona hay un pequeño barrio en Finestrelles cuyas calles están relacionadas con el mundo de la ópera o la música. En el norte de Gràcia los metales y las piedras preciosas han formado un curioso dédalo menestral. En la Zona Franca se exhiben por los muros las antiguas referencias a la energía, al fuego o a la minería. El paseante se detiene junto a un bonito parque urbano que se llama Jardins dels Drets Humans. Un poco más allá, una calle peatonal está dedicada a Amnistía Internacional. Y en el centro, un edificio lleva el nombre de Biblioteca Francesc Candel. Con tantas referencias a la libertad no había más remedio que dejarse llevar entre los libros.

La red de bibliotecas de Barcelona es realmente espectacular, tanto por los fondos que conserva como por la cantidad de usuarios que las frecuentan. En el distrito de Sants-Montjuïc se abren tres bibliotecas que ya hubieran querido en Alejandría. El Vapor Vell, la Francesc Boix y la de Candel, muy cerca de los lugares en los que llegó desde su Rincón de Ademuz antes de la guerra civil. Y muy cerca también del barrio del Polvorín. La geografía deCandelforma parte de su literatura.

Ya en su día tituló magistralmente una de sus obras comoDonde la ciudad cambia su nombre.Eran tiempos en los que la literatura se cocía en los salones del Ritz entre señores de Barcelona encorbatados. O todo lo más en restaurantes como el Mariona, ahí dondeCastellety compañía impulsaron las ediciones de Enlace.Fue precisamenteCastelletel que tentó aCandelpara que escribiera su gran obraEls altres catalans,que más que un texto es casi una consigna. Entre el mundo del parnaso de los poetas catalanes de domingo y la selecta vocación de los escritores que querían rescatar el estilo de la preguerra,Candeltraía un estigma y una verdad. Era un escritorsocial.Pero en aquellos años la única sociedad posible era una sociedad de mesa camilla, de ateneo y de café humeante entre libros de lance. La otra sociedad era la del extrarradio. Y este todavía había de construirse.

Anteayer, en la biblioteca dedicada aPaco Candel,se otorgaron los premios que llevan su nombre. 21 años contemplan la labor de esa fundación. Llegaban los finalistas y los ganadores y no se llevaban millones, pero sí el reconocimiento de más de 200 personas. Uno de los ganadores explicó el contenido de su trabajo: «Se trata de una protesta ante la situación a la que la crisis nos ha llevado», venía a decir. Recordé entonces uno de los libro deCandelpublicado en los años 50:Hay una juventud que aguarda.Cincuenta años después los suburbios ya son ciudad y los descampados ya parecen parques escandinavos. Pero la juventud continúa aguardando mientras se ahoga en la perplejidad de no tener nada mejor que hacer que escribir.

En el fondo aPaco Candelle hubiera gustado tanta gente sintiéndose amparada por su nombre. Y se hubiera sentido orgulloso de una ciudad que ya no es un club cerrado sino un ámbito de creatividad. Mientras los dictadores de todo el mundo se dedican a quemar libros, aquí se opta por protegerlos. El espíritu dePaco Candel,un escritor que siempre estaba aprendiendo y preguntando, nos sobrevoló el pasado jueves por la tarde. Y había paz en los cuerpos y en nosotros.