UNA REALIDAD INCÓMODA EN SANT MARTÍ
SOS en las chabolas
La red social de apoyo a los asentamientos de subsaharianos en el Poblenou volvió a lanzar ayer un grito de socorro. Según las entidades que trabajan con el colectivo, la situación de estos jóvenes -medio millar, según sus cálculos- va de mal en peor. Tienen cada vez menos recursos económicos -la chatarra se ha devaluado y se ha incrementado la presión policial contra la venta ambulante, sus dos principales vías de sustento- y aumentan los problemas psicológicos (depresiones y adicciones) derivados de que cada vez hace más tiempo que estos hombres aguantan una situación límite, con lo que el clima se enrarece y la convivencia se degradada.«Nos hace falta ayuda pública»,concluyen los portavoces de la red de apoyo, que afirman estar«tocando techo».
Tras dos entrevistas anuladas por cuestiones de agenda del alcalde, las entidades que trabajan con el colectivo decidieron convocar una rueda de prensa para ayer, y el efecto ha sido inmediato. El día antes del encuentro con los medios recibieron una llamada con una nueva fecha: el 31 de mayo.«Necesitamos un compromiso real. Soluciones a corto plazo»,indica Manel Andreu, portavoz de la Asociación de Vecinos del Poblenou, una de las entidades que forma parte de la red. Y la petición de la inmediatez está más que justificada. Hay en el barrio dos desalojos previstos en breve: uno de una casa en la que viven 10 personas desde hace una década y otra de un piso en el que habitan otros cinco jóvenes. Estos 15 afectados aseguran que estarían dispuestos a mudarse a barracones instalados en solares vacíos, debidamente controlados, como los propuestos por la síndica de Greuges, Maria Assumpció Vilà, medida rechazada por el ayuntamiento.
Raúl Martínez, miembro de las asociaciones Cepim y Acisi, indica que dentro del colectivo de senegaleses de Sant Martí, hay perfiles«muy distintos».Cada caso es un mundo.«No todos estarían dispuesto a instalarse en barracones como los propuestos por la síndica, pero muchos, sí. Es una opción a tener en cuenta»,apunta convencido.
Los hombres -prácticamente todos son varones- que malviven en el distrito tecnológico no lo hacen todos de la misma manera. Los hay que comparten pisos sobreocupados, por los que pagan un alquiler. La mayoría de estos se dedican a la venta ambulante, actividad cada vez más perseguida por la policía. También los hay que viven en naves ocupadas. Estos se dedican principalmente a la recogida de chatarra y sería el perfil que más pegas pondría en instalarse en los hipotéticos módulos de Vilà.
Cooperativa del metal
Uno de los puntos que se plantean desde la red de apoyo como posible solución es la creación de una cooperativa de trabajo para la chatarra, inicitativa que ya se ha planteado al ayuntamiento, pero que se encuentra en una fase embrionaria. En ese sentido, las entidades que trabajan en los asentamientos piden que la actuación policial sea«lo más suave que se pueda». «Tenemos una red de microcréditos para pagar las multas, pero ese no es el camino», concluyen.
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