Reto biológico en el zoológico de Barcelona

El apareamiento del siglo

Carles Cols

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El Zoo de Barcelona lo tiene todo a punto para celebrar, cuando Asmara se decida, el que merece ser anunciado ya como el apareamiento más bestial de los 120 años de historia del parque, una coyunda violenta en la que no se descarta que algunos de los dos amantes tenga que pasar después por la enfermería, un apareamiento, en resumen, épico y, además, a la vista de los visitantes. Es cierto, es Semana Santa, tiempo de recogimiento, pero la selva es la selva. Manuel Aresté, responsable del terrario del zoológico barcelonés, cruza los dedos para que Guntur seduzca pronto a Asmara. Si así sucede, Barcelona podría despedir el 2012 con una prole de dragones de Komodo que ofrecer al mundo en pos de la conservación de un animal que, desde la perspectiva de los clásicos miedos humanos, es sin duda espeluznante.

La tarjeta de presentación de esta especie es casi de leyenda. En 1926, el cazador y aventurero W. Douglas Burden partió de Nueva York con destino a varias remotas islas de Indonesia en busca de una bestia en apariencia prehistórica de la que el hombre blanco oyó hablar por primera vez en 1910. No solo volvió a Estados Unidos con dos ejemplares vivos y 12 muertos, sino que su expedición tuvo el afortunado efecto colateral de inspirar de paso el guión de King Kong. Lo que Burden se trajo en barco es el largarto más grande del mundo, un reptil buen corredor, incansable nadador y correcto trepador que en Komodo, Flores y dos islotes menores más está por encima del hombre en la cadena trófica, incluso más allá de la muerte. No es una exageración. Es costumbre en los poblados más cercanos a los dominios del dragón de Komodo enterrar a los fallecidos bajo una inexpugnable capa de piedras, pues la bestia, aunque caza presas vivas, no le hace ascos a una dieta carroñera. Por delicadeza, no merece la pena decir nada más sobre esta cuestión.

Y además, caníbal

El Zoo de Barcelona, en cualquier caso, está de enhorabuena por la visita de Eros y no de Tánatos. El equipo que dirige Aresté pretende la siempre difícil reproducción de esta especie en cautividad, que en caso de consumarse es una noticia casi más feliz que si se logra con ejemplares en libertad, pues otra fea costumbre del Varanus Komodoensis es el canibalismo infanticida, práctica que los encargados del terrario del zoo tendrán a bien evitar.

El caso es que a finales del 2005 Barcelona recibió una pareja de hermanos, ambos machos, procedentes, aunque parezca un chiste, de Reptilandia (Tenerife). El más impresionante de ambos es Ombak, de 2,8 metros de longitud. Es pura virilidad. Las rocas que decoran su hogar están marcadas por sus garras. No hay que perderse ese detalle en una siempre recomendable visita al zoo. Tan machote es que, cuando recientemente llegó Asmara procedente del zoo de Praga para iniciar el proceso de reproducción, pronto se irguió sobre sus patas traseras para desafiar a Guntur, pues así funcionan las cosas en la selva tropical. Aresté tuvo que tomar entonces una delicada decisión. Concedió el placer de la cópula con Asmara al hermano pequeño. Ella, bastante más menuda, podía correr peligro en las garras de Ombak. Quedaría feo devolverle al zoo de Praga un bolso cuarteado en recuerdo de lo que un día fue una hermosa dragona.

Así las cosas, el pasado 29 de febrero se produjo el primer contacto visual entre los dos miembros de la afortunada pareja. Ella, en honor a la verdad, huyó, y cuando se vio acorralada le expresó a coletazos a Guntur que no estaba disponible.

Contra los barrotes

El 21 de marzo tuvo lugar el tercer contacto visual, con EL PERIÓDICO como afortunado espectador del cortejo, pero ese día una reja separaba a los pretendidos amantes. Guntur apretaba su morro contra los barrotes y su larga y amarilla lengua bífida llegaba más allá, en busca de Asmara, que nerviosa daba claros síntomas de no estar aún a punto. Lo estará. ¿Cuándo? Aresté tiene sobre la mesa de su despacho lo que se considera la biblia de la cría de dragones de Komodo, un librito no muy voluminoso en realidad, pues de esta especie queda más por descubrir que por certificar. Komodo dragon husbandry manual. Así se llama ese puzle construido con piezas aportadas por la experiencia de un zoo, de otro y del de más allá. El manual invita a observar tres importantes detalles para saber cuándo la dragona tendrá apetito sexual. Primero, analizar su vientre con ecografías en busca de folículos. Segundo, anotar cambios de comportamiento. Y tercero, para que no todo sean facilidades para los empleados del zoo, examinar sus heces en busca de hormonas.

Cuando las tres luces estén en verde será difícil determinar si andan más excitados los lagartos o el responsable del terrario. Este es consciente de que se avecinan días emocionantes, en especial por la primera cópula, que parecerá más un campeonato mundial de lucha grecorromana que un apareamiento. ¿Y después? «Después viene la luna de miel, que para esta especie consiste en fornicar varias semanas, pero sin violencia, hasta que uno de los dos se harta». King Kong era más tierno.