LOS ASENTAMIENTOS CON MÁS HISTORIA

«¿Qué nos queda? ¿Robar?»

Familia numerosa 8 Cándido, padre de siete hijos y abuelo de 14 nietos, en su precaria vivienda de la calle de Àlaba, en el 22@.

Familia numerosa 8 Cándido, padre de siete hijos y abuelo de 14 nietos, en su precaria vivienda de la calle de Àlaba, en el 22@.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Cándido y Dolores tienen siete hijos y 14 nietos. «Doce y dos más en camino»,precisa la sonriente madre de familia, quien insiste en mostrar su ordenadísima vivienda.«Saca cosas buenas, que solo hablan de nosotros para explicar lo negativo»,prosigue la mujer, de sonrisa triste. Son las dos de la tarde y su humilde hogar huele que alimenta.«Es lacón con grelos»,explica Cándido mientras levanta la tapa del apetecible puchero para mostrar su interior. El matrimonio -seis de sus siete hijos ya están casados«y viven en pisos», según subraya Dolores orgullosa- reside en este asentimiento del 22@ desde hace tres años, aunque este resiste en el mismo solar de la calle de Álaba desde dos años antes. Ya han recibido la orden de desalojo, la han recurrido y están a la espera. No les viene de nuevo. Tienen experiencia. La decena larga de familias que allí reside proviene de otros desalojos en la zona, de naves situadas en las calles de Santander y de Pere IV.

En la puerta del asentamiento, una mujer mece a su primer nieto. De meses. Quizá semanas.«Su madre está recogiendo cartón. Antes las mujeres podíamos quedarnos en casa, pero ahora también salimos a trabajar. La cosa está muy mal», sostiene la mujer, quien prefiere no dar su nombre. Está escarmentada, dice.«Mucha gente viene a preguntar qué hacemos aquí, cómo vivimos, pero nadie nos ayuda»,concluye.

Cuestión de voluntad

A su lado, y sentado encima de una pila de cartón, un joven relata que viven del cartón y de la chatarra. «Si nos quitan esto, ¿qué nos queda? ¿Robar? Nosotros no queremos eso», cuenta preocupado. El colectivo denuncia que en los últimos meses la presión policial ha aumentado mucho en la capital.«Cada vez sacamos menos y encima tenemos que pagar las multas»,lamenta. Piden soluciones a largo plazo: vivienda social.«Si hubiera voluntad política, el problema del barraquismo se habría acabado. Mira en La Mina...»,apunta el hombre, poco amigo de los medios de comunicación.

Pese a la precariedad que supone vivir en un lugar que sabes que no es tuyo y del que te pueden echar en cualquier momento, este asentamiento nada tiene que ver con otros cercanos, mucho más precarios y de personas con menos recursos. Sin una red familiar detrás. Disponen de un gran depósito de agua, por lo que no tienen que trajinar constantemente con garrafas desde las fuentes públicas del barrio.

Alguna de las barracas de esta colonia, de no tan pequeñas dimensiones, tienen no solo luz eléctrica -con televisor-, sino también vitrocerámica, horno y microondas, con baldosas en paredes y suelo.«Hemos logrado que el campamento tenga unas condiciones mínimas, pero claro, la inestabilidad es brutal. Cualquier día vienen, nos echan, y tenemos que empezar otra vez de cero. Buscar solar, lograr entrar, y empezar a habilitarlo...»,cuentan.

Sin alternativas

En este campamento tienen muy presente el desalojo de ocho familias de una nave de la cercana calle de Badajoz de hace solo unos días.«¿Qué van a hacer ahora? ¿Dónde van a ir? Cuando te echa la policía, el ayuntamiento lo único que hace es ofrecerte tres días en una pensión. Tres. ¿Y qué haces con eso? ¿Dónde metes todas tus cosas?», cuenta otro hombre, que tampoco quiere presentarse. Todos tienen claro lo que harán, ya que llevan más de una década haciendo lo mismo.«Cómo mínimo ahora, tenemos solares y naves, cuando llegamos vivíamos en las caravanas en medio de la calle»,concluye.