Aniversario de una controvertida iniciativa municipal

El proyecto vitícola y social de Can Calopa cumple en silencio 10 años

CARLES COLS
BARCELONA

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Son siempre extrañas aquellas noticias que durante unos días rompen la monotonía informativa y, de repente, como si la Luna pasara por delante de ellas, se eclipsan y caen en el olvido. ¿Un ejemplo? ¿Recuerdan a Mathias Rust? Dentro de cuatro meses se cumplirán 25 años de la osadía de aquel joven alemán que, con 19 años, burló las defensas antiaéreas de la URSS y aterrizó en la plaza Roja de Moscú, el viejo sueño jamás logrado por la Luftwaffe. Pues algo así, aunque a una escala más modestamente local, sucedió hace 10 años con Calopa, una recóndita finca de Collserola donde el entonces alcalde Joan Clos tuvo la controvertida idea de que el Ayuntamiento de Barcelona produjera su propio vino para las recepciones oficiales. Vamos de visita, pues, a Can Calopa.

Camino de la finca, en una de las zonas más hermosas del parque natural, es casi inevitable recordar lo bien que se lo pasó la oposición hace 10 años. Casi hacían la ola, especialmente los concejales del PP. El proyecto les parecía la última boutade del alcalde. Falcon Clos. Así bautizaron algunos concejales la iniciativa para echar unas risas.

A los pocos minutos de pasear por las tres hectáreas de Can Calopa queda claro ya que aquel proyecto, a pesar del voluntario silencio con el que cumple años, goza de buena salud. De hecho, el proyecto no es uno, Son dos. El primero, el vitícola, es el que más se publicitó entonces. Producir vino con vides mediterráneas y plantar cara así a las variedades del norte de Europa, pesadamente omnipresentes en todos los caldos, como entonces sucedía, por ejemplo, con el cabernet sauvignon. La otra cara del proyecto se puso en marcha algo más tarde. Era la social. Tras el cuidado de las cepas, la recolección de los racimos y la elaboración del vino están las manos de una docena de jóvenes rescatados de las aguas de la exclusión social. Un par de horas en Can Calopa bastan para concluir que es tan difícil conocer a las personas como a las vides.

De vides, en la finca hay de cinco variedades: syrah, sangiovese, garnatxa, aglianico y agiorgitiko. Todas ellas son originarias del más templado Mediterráneo, de una zona comprendida entre los paralelos 38 y 42, víctimas de las invasiones bárbaras procedentes de latitudes más altas, donde los agricultores, por cuestiones climáticas, realizaron durante siglos una selección paciente de las mejores plantas, las más resistentes, de modo que, llegada la segunda mitad del siglo XX, terminaron por amenazar a las variantes del sur, acostumbradas al sesteo bajo el sol, a algo así como una suerte de exclusión social vinícola.

CEPAS PREFILOXÉRICAS / En 10 años, los directores del proyecto de Can Calopa ya han sacado algunas conclusiones. Agiorgitiko, la residente griega, no está por la labor. No le van ni la humedad ni las sombras de media tarde de Collserola. El reto de la finca es averiguar si es posible embotellar un vino de calidad con las variedades allí plantadas, pero si la griega no quiere siempre habrá otras candidatas. Carles de Ahumada, director a la par del proyecto enológico y del social de Can Calopa, tiene ideas, al respecto, de aquellas que ponen los ojos como platos a los profanos. «No sé, no estaría mal, por ejemplo, recuperar aquí algunas de las pocas cepas prefiloxéricas que quedan en Catalunya, algunas de esas que ni siquiera están catalogadas en el gran banco de datos de Montepellier...». Ante la cara de asombro de sus interlocutores, De Ahumada cuenta que en Catalunya restan intactos entre 16 y 20 minúsculos viñedos que sobrevivieron a la plaga de filoxera que arrasó toda España a finales del siglo XIX. En términos botánicos, es como descubrir a neandertales vivos en una cueva.

COSECHA EXCEPCIONAL / Esa, la de ir a la búsqueda y captura de especies casi extintas, es una senda que tal vez explore algún día Can Calopa. Otra -aunque esta la observa con muchas reservas De Ahumada- es desbrozar nuevos caminos de producción ecológica. Ya se verá. Por el momento, aquellos viñedos que Clos promovió hace 10 años y que Xavier Trias heredó y mantiene por su inestimable aportación social cumplen años en silencio. La cosecha del 2011, por cierto, fue excepcional. Más de 11.000 kilos de uva, suficiente como para producir unas 8.500 botellas.

Un brindis por Mathias Rust.