Análisis

Crisis económica, social y humana

Silvia, que comparte piso en Ciutat Vella, con su guitarra en su habitación.

Silvia, que comparte piso en Ciutat Vella, con su guitarra en su habitación.

GONZALO BERNARDOS

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En España, la actual crisis no es solo económica, sino desde hace tiempo también social. A la Comisión Europea y a los inversores financieros les interesa principalmente la primera. Por tanto, equivocadamente según mi parecer, consideran que la reducción del déficit público debe ser la prioridad del Gobierno. En cambio, a los ciudadanos les preocupa fundamentalmente la segunda. Para ellos, el principal problema de nuestro país es el elevado número de parados: 4.978.300 personas (el 21,52 % de la población activa).

La crisis social no está afectando por igual a todos los colectivos. Dos son los principales perjudicados: jóvenes e inmigrantes, ya que ambos padecen una tasa de paro superior a la media española. Los primeros (los menores de 25 años) del 45,84% de la población activa, los segundos del 32,72%. No es un problema únicamente de presente, sino también de futuro. En toda la actual década, si no hay un drástico y rápido cambio de política económica, España no recuperará el número de empleos que consiguió alcanzar en el tercer trimestre del 2007: 20.510.600. Hasta el momento, se han perdido 2.354.300, una cifra que aumentará en los próximos meses debido a la previsible caída del PIB.

La crisis ha cambiado las prioridades de los ciudadanos y ha transformado el debate político y social. Algunos de los principales problemas del 2007, tales como el mileurismo y la dificultad para acceder a una vivienda en propiedad, han dejado de serlo. No han desaparecido, sino que se han convertido en secundarios al emerger otros más importantes. Así, en la actualidad, numerosos trabajadores que perciben mil euros mensuales se consideran relativamente afortunados, ya que disponen de un empleo, a pesar de que hace cuatro años podían estar cobrando dos mil o más. Ahora, en materia de vivienda, el principal problema no es si resulta factible o no comprar una, sino si la familia dispone del suficiente dinero para pagar la cuota hipotecaria mensual o el alquiler.

El cambio de perspectivas de los jóvenes lo ilustra la siguiente pareja. Es un caso particular, pero no excepcional. En el año 2005 se independizaron, alquilaron un piso y comenzaron una vida en común. Tenían trabajo, aunque no una excelente formación profesional. En el 2007 pensaron en tener un hijo y comprar una vivienda en propiedad. Con sus sueldos, y la financiación bancaria de la época, podían permitírselo. No lo hicieron porque no encontraron el piso adecuado y debido a que él, a mediados del 2008, perdió su empleo. Meses más tarde, a ella también le sucedió lo mismo. Desde entonces, solo han conseguido trabajar unos cuantos meses en la economía sumergida. Aunque han buscado intensamente, no han conseguido un empleo en la oficial. Actualmente, se arrepienten de no disponer de una formación mejor.

Hace tiempo que abandonaron el piso de alquiler, ya que no lo podían pagar y vivir dignamente. En este momento, comparten uno peor con otra pareja. Antes eran íntimos amigos; ahora, algunos días se soportan, otros ni eso. La escasa disponibilidad económica y la falta de trabajo aumentan los nervios y tensan las relaciones. Evidentemente, ya no piensan en tener un hijo, sino solamente en sobrevivir. Dudan si volver a casa de los padres de ella o marcharse al extranjero.

En definitiva, las variables económicas son importantes, pero no debería ser lo único que importara. No podemos consentir que la explosión de una burbuja inmobiliaria, junto con la mala gestión española y europea de la crisis, acaben con el futuro cercano de una generación.

La única elección no debería ser: el extranjero o una vida en precario en España. Hemos de evitar la resignación y, entre todos, buscar otra alternativa.