Deficiencias en la educación pública de la capital catalana

Clamor para que los barracones escolares no duren más de 3 años

Patio de la escuela La Maquinista, en Sant Andreu, en barracones desde el curso 2008-2009 y sin ni siquiera solar donde construir la escuela definitiva, este miércoles.

Patio de la escuela La Maquinista, en Sant Andreu, en barracones desde el curso 2008-2009 y sin ni siquiera solar donde construir la escuela definitiva, este miércoles.

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Cuando acompañó a su padre a votar en las últimas municipales, Pau, de 5 años, le preguntó por qué aquel colegio tenía porterías de fútbol y el suyo no. Este no supo qué responderle. Emili Mas, miembro de la junta de la Associació de Famílies d'Alumnes (AFA) de la escuela Can Fabra, en Sant Andreu, tampoco entiende por qué su hijo es tratado «como un ciudadano de segunda». Can Fabra es una de las ocho escuelas de la capital catalana que este curso ha vuelto a iniciar las clases en barracones, y va para largo. Cómo mínimo hasta el curso 2011-2012 no está previsto que empiecen las obras, lo que supondrá que, si no se acumula ningún nuevo retraso, algo que los padres dudan, los alumnos de este centro estarán cinco años en módulos, sin gimnasio, laboratorio, biblioteca ni, lo que a los 5 años de Pau es más importante, porterías.

Para intentar evitar que la situación del millar y medio de niños que, como Pau, hoy por hoy estudian en barracones en Barcelona se repita en generaciones futuras, las familias de las ocho escuelas en esta situación formaron hace algo más de un año la Xarxa d'Escoles en Barracots, desde la que han organizando una recogida de firmas para exigir a la Administración que cuando se levante una nueva escuela en barracones se fije un plazo máximo de tres años para la construcción y puesta en servicio del edificio definitivo y, por tanto, se limite por norma desde el primer momento el tiempo máximo de estancia de los niños en barracones, y que coincida solo con la educación infantil hasta los 6 años en los colegios de nueva creación.

A los padres de estos centros se les ponen los pelos de punta cada vez que escuchan hablar de recortes. Llevan años sufriendo los inconvenientes de que sus hijos estudien en «escuelas de lata» y temen que la coyuntura económica actual alargue todavía más la precariedad.

SITUACIONES MUY DISTINTAS / De las ocho escuelas en barracones, los que peor lo tienen, con diferencia, son los alumnos de La Maquinista, en Sant Andreu, y de Els Encants, en el Eixample, esta última pendiente del planeamiento urbanístico ligado a la plaza de las Glòries. En ambos casos, todavía no está claro ni siquiera en qué terreno se levantarán los colegios definitivos. Los primeros llevan funcionando en módulos cuatro cursos y los segundos, tres.

La Maquinista ya tiene barracones de dos pisos, con lo que es físicamente imposible hacer aumentar su capacidad en el solar actual. Ya renunciaron a gran parte del huerto escolar para instalar un imprescindible nuevo módulo. Cuando los padres apuntaron a sus hijos a este centro les dijeron que el edificio definitivo estaría listo en el curso 2012-2013, algo que ya es totalmente imposible, ya a fecha de hoy la Administración todavía no ha decidido el solar exacto sobre los que se levantará. «El terreno en el que en un principio estaba proyectada la escuela estuvo en litigio hasta hace poco, y ahora que la Administración ha ganado el pleito resulta que tienen otro proyecto para ese solar y que la escuela no irá ahí, sino dónde están los barracones, terreno que también tiene problemas con la propiedad», relata José Madrid, portavoz del AFA de la escuela, entidad que tiene programada una fiesta reivindicativa en el parque de La Maquinista el próximo 26 de noviembre para exigir una solución definitiva.

Las quejas de todas las escuelas son prácticamente las mismas. La principal preocupación es la falta de espacios para poder desarrollar las actividades educativas con normalidad. La ausencia de aulas de refuerzo para poder hacer desdoblamiento de clases, de laboratorios, gimnasio, biblioteca, cocina o comedor.

Además, todas las familias coinciden en, como mínimo, dos cosas. La primera es que la situación se agrava cada curso que pasa, ya que en los mismos raquíticos espacios hay que acoger a cada vez a más niños y, la segunda, que una de las cosas que peor se lleva es la angustia de no saber hasta cuándo durará esa situación, y ni siquiera si finalmente la escuela se llegará a construir. Es el caso de la Congrés-Indians, centro en barracones desde el curso pasado que finalmente ha accedido a renunciar a un nuevo edificio y a «sustituir» la vecina escuela Rosa dels Vents, traslado para el que no hay fecha.