a pie de calle

La salud de los gatos en 4 horas

Asistentes al seminario sobre la salud de los gatos, ayer en el Col·legi de Veterinaris de Barcelona.

Asistentes al seminario sobre la salud de los gatos, ayer en el Col·legi de Veterinaris de Barcelona.

EDWIN WINKELS

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No hay ninguno en varios jardines de interiores del Eixample. Miro las ventanas de los pisos que dan al sol, en cualquier calle, y tampoco veo ninguno. No están en las soleadas escaleras de las iglesias. Cruzo medio Eixample y casi toda Gràcia, y en casi una hora no aparece ni un ejemplar. Tampoco en los trasteros del mercado. Ya cerca del destino, en el Col·legi de Veterinaris de Barcelona, en la parte baja de República Argentina, tampoco pululan por el descampado que ha dejado la Casita Blanca, ni en otro terreno abandonado mucho mayor justo enfrente. En el número 1 bis de la calle, tras la reja, un estrecho pasaje tampoco da ninguna señal de vida. En una pequeña plaza de la calle de Pàdua, la chica de una peluquería canina me dice que arriba siempre hay un gato en la ventana para observar a los perros del pipican de enfrente, pero hoy no está. La llama. «¡Gambita!» Pero Gambita no aparece.

Son, al final, de ida y vuelta, dos horas por la ciudad sin ver ningún gato. Ya se constató el mes pasado en este rincón que en el Raval ya no se ven gatos callejeros, pero no solo es ahí donde se ausentan; es en la mayor parte de la ciudad donde los gatos no son visibles; si los hay -que los hay- se han refugiado en zonas tranquilas, patios interiores inaccesibles para el público, lejos del estrés del tráfico y del peligro de las ruedas. Casi nunca se ve un gato atropellado en las calles de Barcelona.

Hay mucha gente que les tiene manía a los gatos -yo no, tengo cuatro en casa que eran seis hasta que los dos machos murieron y desaparecieron, respectivamente-, pero muchos más que les tienen cariño. Esta larga tarde del jueves más de 170 personas llenan el auditorio del Col·legi de Veterinaris para asistir al Seminario felino, organizado por la Plataforma Gatera. Un 80 por ciento del público son voluntarios de asociaciones y refugios que se ocupan de los gatos callejeros y es por su labor, al esterilizar y controlar las colonias, que se ven menos gatos.

Sobrevivir sufriendo

3 Pero a los que hay, los quieren cuidar mucho. De ahí va el seminario, de encontrar y diagnosticar enfermedades, por ejemplo. Han invitado a una señora inglesa, Vicky Halls, que preside una organización internacional para el bienestar de los gatos y que dice que hace 50 años nadie sabía diagnosticar enfermedades gatunas. Ahora, mi veterinario dice que les tengo que poner cada año una vacuna contra la leucemia felina. Por si acaso. «Creemos que los gatos callejeros son supervivientes natos, que ellos solos ya se espabilan, pero no es así. No vemos su sufrimiento, para muchos gatos, la vida es muy dura», cuenta Halls.

En esta gran plataforma gatera barcelonesa, los voluntarios y profesionales saben de eso, del sufrimiento. Y quieren saber más, por lo que sacrifican cuatro horas de su tiempo libre para escuchar a expertos y ampliar conocimientos. Salgo del seminario nuevamente en busca de gatos, pero solo encuentro los que ya no se mueven: el gato de Botero en el Raval, un cartel del gato con botas en el Liceu, los números de la suerte del Gato Negro en Pelai, los cuatro gatos gastronómicos en la calle de Montsió, el gato de Perich en una placa en sus jardines de la Gran Via...