La fiesta mayor de Barcelona

Santa Eulàlia ataca de nuevo

ROSA MARI SANZ / HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Cuenta la leyenda que cuando la antigua patrona de Barcelona, Santa Eulàlia, fue desbancada en 1868 como tal por la virgen de la Mercè, a quien los barceloneses debían su protección ante una plaga de langostas durante el siglo XVII, lloró durante meses. Por eso, algunos dicen que las gotas de lluvia caídas a menudo en Barcelona durante estas fiestas son sus lágrimas, aunque otros las interpretan como una venganza por haber sido desposeída del título que ostentaba desde el 633. Como fuere, ayer llovió y miles de barceloneses vieron sus planes cambiados, cuando el mal tiempo obligó a suspender por la mañana la mayoría de los actos exteriores, entre ellos, la tradicional jornada castellera y el baile de gigantes de la plaza de Sant Jaume.

La mañana también fue gris en otros escenarios destacados de las fiestas, como el parque de la Ciutadella y el castillo de Montjuïc, que también anularon buena parte de sus espectáculos matinales, lo que empujó a gran número de público a optar por actividades cubiertas, como acudir a los museos que celebraban jornada de puertas abiertas.

La lluvia también deslució otro clásico de la fiesta, la salida de autoridades de la basílica de la Mercè, y el posterior séquito hasta el ayuntamiento, que muy pocas personas presenciaron. En ese trayecto, una decena de indignados silbaron al presidente de la Generalitat, Artur Mas, y al alcalde, Xavier Trias. Pese al mal arranque de la jornada, la fiesta tuvo uno de sus momentos más álgidos en la celebración de la cabalgata, que congregó a miles de personas. Casi como si la única intención de la resentida ahora segunda patrona fuera boicotear el paripé político matinal, la lluvia cesó por la tarde, permitiendo a los más pequeños disfrutar de las danzas de gigantes y cabezudos de todos los rincones de Barcelona, guiados por los gigantes de la ciudad: Jaume I y Violant d'Hongria. Siempre detrás de la unidad montada de la Guardia Urbana, en seguramente la única ocasión del año en la que la policía es aplaudida al irrumpir en una fiesta.

En cualquier punto de la rúa, que recorrió el centro de la ciudad, desde Pelai hasta la plaza de Ramon Berenguer, podían observarse escenas como esta: «¿Ese es el presidente?», preguntaba un niño a hombros de su padre mientras señalaba a un gigante encorbatado que danzaba alegre. «No, es un señor», respondía su padre con seguridad, incapaz de dar más detalles a su curioso vástago. «Y, si es un señor... ¿por qué lleva falda?», proseguía el pequeño con la aplastante lógica infantil. «Porque no puede llevar pantalones, es un señor gigante», mataba el padre.

VENTA AMBULANTE / Y a pesar del mal tiempo, Trias destacó «una afluencia importante de gente en todas partes», y loó «el civismo de los ciudadanos» y la labor de la policía. En ese sentido, el alcalde admitió cierto repunte de la venta ambulante en algunos espacios, donde, hasta ayer por la tarde, la policía local ya había decomisado más de 31.200 latas e intervenido en cuatro locales suministradores. Uno de los cuales, en la calle de Princesa, fue precintado por insalubre.

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