Cambios en la gestión del ciclismo urbano

La acera comanche

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL
BARCELONA

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Da gusto ver cómo los lectores debaten sobre temas de actualidad local en la web del diario. Y es que cuando se aborda un tema sobre la vía pública, cualquier ciudadano, sea cual sea su modo de moverse por la ciudad, puede ser un tertuliano de excepción. Y si, como es el caso, el tema de fondo es la bici, las posturas contrarias basadas en experiencias personales ayudan a perfilar una foto fiel de la realidad que vive Barcelona. En esa imagen se distingue con claridad un conflicto constante en las aceras, una inquietud creciente ante las actitudes incívicas y el deseo de no generalizar ni criminalizar a un colectivo cuya apuesta por la movilidad sostenible debe estar por encima de todo atisbo de descrédito.

Está muy claro quién es ciclista y quién no lo es, pero al margen de defender lo propio, muchos insisten en que la libertad de uno finaliza cuando se pisa la del otro. Ahí es donde hay matices. Alguien que se hace llamar Jo Mateix explica un caso vivido en la calle de Aragó:«Voy por la acera, un ciclista que viene por detrás me golpea con el manillar al pasar por mi lado. Lo grave es que se para delante mío, me insulta y me recrimina por el hecho de ir andando leyendo el periódico».

El peatón -la mayoría de los comentaristas parecen viandantes- se sabe el débil, y la presencia de la bici en su espacio le atemoriza. No solo por el daño que les pueden hacer, sino por la«impunidad con la que actúan»,debido a que carecen de matrícula o permiso de conducir con el que identificarlos. En este sentido, son muchos los que abundan en la necesidad de plantear un carnet que acredite ciertos conocimientos, así como obligar a disponer de un seguro y una placa. Guillermo lo ve así:«Sería lógico que las bicis fueran identificadas y con seguro. Antiguamente, los ciclistas tenían una placa especial que constaba en el censo. ¿Por qué ahora no se hace? Si un ciclista daña a un peatón y se da a la fuga, ¿como se le puede identificar?»,se pregunta.«¿Los niños de 7 años que vayan en bici también necesitarán matrícula y seguro?»,responde otro con fina ironía.

Ocupación constante

Robert reclama echar una ojeada a«los coches y las motos que en cuanto el semáforo se poner a parpadear salen a toda máquina»,o a«todos esos carriles bici ocupados por taxis, furgonetas o camiones».«Voy cada día en bici, y si te sales del carril bici, todo el mundo te mira mal»,resume. Katamari, tras aportar otra mala experiencia, apela al sentido común y recuerda que el problema«no son las bicis, sino los malos usuarios».Alguien que firma con unaenemayúscula insiste en el riesgo de caer en la generalización:«No es culpa de la bici, sino de la actitud incívica de una parte de los ciclistas que pasan de todo y van por las aceras agobiando a los peatones».

También hay espacio para el humor. Bernat exige que las bicis se vayan a circular al velódromo. Le reprende Fritz, que por esa regla de tres pide que los peatones se vayan a la pista de atletismo.«Y los coches a Montmeló»,cierra Qwer.