a pie de calle

¿De qué hablamos al hablar de futuro?

Unos indignados duermen en un banco de las inmediaciones del parque de la Ciutadella junto a una pancarta de protesta, el pasado miércoles.

Unos indignados duermen en un banco de las inmediaciones del parque de la Ciutadella junto a una pancarta de protesta, el pasado miércoles.

JOAN BARRIL

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«Tengo una casa en la que gasté todos mis ahorros. Hace cuatro años me la querían comprar por 300.000 euros. Dije que no, porque siempre es una garantía ser un pequeño propietario. Hace dos años me ofrecían 250.000, menos de lo que había pagado. Volví a decir que no porque las cosas aún me iban bien. El año pasado me quedé en el paro y con una indemnización ridícula. Entonces decidí poner el piso a la venta. Me lo tasaron por 200.000 y me advirtieron de que en pocos meses el precio todavía sería menor. Hoy el banco ni me lo acepta. Y junto al balcón de mi casa hay cuatro carteles más en la fachada en los que se ofrece una venta rápida y sin precedentes». Así me lo contaba en un bonito bar de desayunos el bueno deSantiago, con el que había ido a una escuela lejana hace años.

No es una historia original. Y muchos la pueden repetir, con o sin indignación. Probablemente jamás nos va a volver a pasar, pero ahora ya sabemos en carne propia lo que es una burbuja inmobiliaria. Salvando a los muertos de cualquier seísmo, lo de la burbuja tiene unos efectos imparables sobre la propiedad. Nada vale lo que creíamos que valía. Recuerdo el final de un amargo libro deChristine Arnothy, nuevo nombre de una escritora húngara, que se pasa toda la guerra con su familia encerrada en un sótano para librarse de los alemanes. Con la llegada de las tropas soviéticas las cosas van a peor. La familia Arnothy ha ahorrado muchos florines y huye a Austria. El desenlace no pueden resistirlo: lo que para ellos era una fortuna, en Austria era solo papel mojado.

Escepticismo

 «Ya ves», insisteSantiago. «Tanto tiempo convencidos de que no había ahorro más sólido que el de las casas y ahora solo tenemos cimientos que se funden y una pequeña parte de un solar. Dicen que la culpa fue nuestra y que los bancos cumplieron su función. Les pedimos dinero y ellos nos dieron más. Pero ahora hay que devolverlo a cambio de nada. Ni siquiera a cambio de la tranquilidad de no deber. Porque las máquinas bancarias te van asaetando con impresos amenazadores. Y luego llega la Agencia Tributaria y nos dice cosas en un lenguaje cada vez más difícil».

Santiagono es de los que está deshecho. Está simplemente escéptico, como si el médico le hubiera diagnosticado una enfermedad crónica. Es el primer paso de la supervivencia. Pero poco a poco irá sintiéndose peor. Porque a su edad ya nadie le sacará del paro. Y la vida será más difícil. Llegará al supermercado y por primera vez elegirá marcas blancas y comprobará el peso. El cubo de la basura de la cocina estará más limpio que nunca y, con suerte, volverá a gozar de sus vacaciones en aquella casa de sus parientes del pueblo, esos que no se quejan nunca y que siempre tienen un porrón a mano.Santiagoestá a punto para eliminar su pequeño estudio y habilitarlo de nuevo para cuando su hijo mayor le diga que no tiene trabajo ni posibilidad de pagar su alquiler y que si sería posible que le aceptará de nuevo en la casa en la que nació.

«Y tú que escribes, ¿sabes cuánto hace que dura la crisis? En julio hará tres años. Y al principio pensamos que solo era cosa de los americanos. Nos dijeron que el 2011 sería peor que el 2010. Y ahora insisten en que el peor va a ser el 2012. ¿Quieres que te diga? No sé por qué los indignados le pintan los vestidos a los diputados y no van a romper cristales a los bancos. Pero más vale no decirlo, porque igual me confunden con un inspirador de la violencia». «¿Otro café,Santiago? Te lo has ganado». Cuando se cuentan los cafés es señal de que las cosas están francamente mal.