BATALLA INMOBILIARIA EN GRÀCIA

El nieto indiano contra el ladrillo

Un hombre resiste 23 años de presión inmobiliaria para conservar la casa modernista de su bisabuelo

Recuerdos  Ignasi Cisteró, junto a la casa de su bisabuelo, en la calle de Alegre de Dalt.

Recuerdos Ignasi Cisteró, junto a la casa de su bisabuelo, en la calle de Alegre de Dalt.

DAVID PLACER
BARCELONA

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Tras 23 años de intensas batallas con dos grandes inmobiliarias por el derribo al que está condenada la casa modernista de su bisabuelo (Alegre de Dalt, 56), Ignasi Cisteró no se rinde. Su bisabuelo, un indiano que había montado una fábrica de licores cerca de Porto Alegre, Brasil, compró la casa en 1917 por 1.331 pesetas. Casi 100 años después su bisnieto se ha enfrentado a numerosas demandas judiciales de las inmobiliarias que han pretendido derribar el inmueble para hacer 30 viviendas nuevas.

En 1988, la madre de Ignasi aceptó la petición de sus hermanos: vender entre todos los inmuebles (casa y fábricas textiles) de Gràcia que habían heredado de sus padres a una constructora. Pero al darse cuenta de que su Ignasi, con un contrato de alquiler legal, saldría perjudicado, quiso deshacer el acuerdo. Entonces comenzó una larga historia de rencillas familiares que acabaron en los tribunales, donde la mujer intentó dar marcha atrás en la venta.«Mi madre fue a juicio para paralizar el proceso, pero 11 años después, en 1999, perdió y fue obligada a vender»,dice Ignasi.

Entonces se inició su pesadilla y su verdadera batalla judicial. Apenas adquirió los terrenos (después de una segunda venta entre constructoras), la inmobiliaria La Llave de Oro presentó tres demandas judiciales contra el inquilino, que terminaron con el precinto de la vivienda.«Hace tres años mi mujer llegó a casa y se encontró con la cerradura cambiada. Tuvimos que ir al juzgado a demostrar que vivíamos allí y que teníamos todas nuestras cosas en el edificio para que nos dejaran entrar de nuevo»,explica Ignasi.

Una orden judicial también terminó con el cierre de la segunda planta por entender que no estaba incluida dentro del contrato de alquiler original que firmaron madre e hijo en 1985 por apenas 10.000 pesetas mensuales (unos 60 euros) y por lo cual la familia no podía subir a la segunda planta. «Me enfrento a una actitud muy agresiva. No me querían coger el alquiler y estuve seis años pagando en los juzgados. Tal vez pensaban que me despistaría y que me podrían desahuciar por impago, pero iba puntualmente a pagar cada mes»,explica el inquilino.

Legado histórico

La familia, que se enfrenta a una causa difícil, asegura haber gastado más de 100.000 euros en abogados, una cantidad que al menos le ha servido para posponer la orden de desa-lojo. Su abogado intenta ahora impugnar el plan de viviendas de la zona por considerar que los edificios proyectados tienen una planta por encima de lo que le corresponde.«Todo esto solo vale la pena por el valor sentimental que tiene para mi esta casa»,explica Ignasi mientras muestra fotografías en blanco y negro de los obreros que trabajaban para su abuelo en Brasil. Cree que su deber es conservar parte de esa historia familiar. También cree que sigue la voluntad de sus ancestros. Su bisabuelo nació el mismo día que él, 19 de noviembre. Y fue el único que ha muerto en la casa.