creación de un centro comercial en una vieja pLAZA DE TOROS

Las Arenas, más difícil que el túnel del AVE, dice su autor

Espectacular sala de actos construida bajo la cúpula que culmina el centro comercial Las Arenas, ayer.

Espectacular sala de actos construida bajo la cúpula que culmina el centro comercial Las Arenas, ayer.

RAMON COMORERA
EL PERIÓDICO

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Es un corredor habitual de maratones y quizás por esta condición de ultrafondista, además de la de destacado arquitecto, ha logrado llevar a buen puerto, tras 11 años, una de las mayores y más difíciles transformaciones urbanas vistas en Barcelona: la construcción de un moderno templo de ocio y consumo, nuevas religiones contemporáneas, dentro de la piel neomudéjar de una ruinosa plaza de toros. Cuando Luis Alon-

so recibió el encargo del recién abierto centro lúdico y comercial de Las Arenas tomó una decisión arriesgada y cara: conservar la fachada de 1900 como «testigo histórico y parte de la memoria colectiva». Aguantarla literalmente en el aire durante años de obras «fue más difícil que el túnel del AVE por la Sagrada Família, al tener las galerías de la L-1 y L-3

y sus vibraciones a cuatro metros», reveló ayer al recorrer la obra y presentar el libro donde la explica.

Las seis plantas del centro no están aún a pleno rendimiento. Falta abrir el gimnasio y su pista exterior para correr, la gran sala de la cúpula y las terrazas que la rodean, así como la conexión directa al metro. Sin embargo la gente, como se vio ayer mismo, llena sus espacios, aunque bastante más los de restauración que los comerciales, y sube también al mirador de 360 grados suspendido a 27 metros, la gran atracción.

ÉXITO DE VISITANTES / Alonso aludió a los 320.000 visitantes de la primera semana tras la apertura del 25 de marzo y a los 62.000 de ese sábado, afluencia que «obligó a cerrar puertas hasta tres veces», dijo, como muestra del «acierto conceptual y técnico de mantener la fachada frente al debate y las críticas que ello generó». El decadente coso taurino, usado también en su dilatada historia para algunos actos ciudadanos y políticos, murió en 1977, y durante más de dos décadas fue un espacio abandonado y sin futuro.

La piel con motivos árabes de ladrillo macizo del modernista August Font, que también firmó el Arc del Triomf, «no es una obra brillante ni un gran ejemplo de arquitectura», reconoció Alonso. «Su valor es más simbólico», añadió, y como contenedor «es un complemento perfecto». Así lo han destacado, explicó, los colegas extranjeros que han visitado el edificio en los últimos años de unas largas obras que han incluido hasta un periodo de paralización entre el fiasco de la promotora inicial Sacresa y el posterior rescate del centro inacabado por Metrovacesa.

El libro que en más de dos kilos de lujoso papel cuché y edición bilingüe, pero solo en castellano e inglés, describe esta gesta arquitectónica tiene 400 páginas y 700 fotos y dibujos. Tras un largo prólogo histórico sobre la plaza de toros del periodista Albert Gimeno, el socio fundador del potente despacho Alonso, Balaguer y Arquitectos Asociados, con sedes en Barcelona, Madrid, Nueva York y Lima, describe los 11 años de labor y todas sus complejas fases.