Análisis

Una fachada levitante para una plaza inhóspita

MARIA RUBERT

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Las Arenas se construyeron en el límite del Eixample, como el matadero o la cárcel. La cuadrícula de Cerdà servía para todo, pero no necesariamente mezclado. Las calles principales no eran los lugares para la sangre ni el abastecimiento. La plaza de toros neomudéjar que contruyó August Font Carreras en 1899 se situaba en el extrarradio, en la Creu Coberta, el inicio de la carretera de Sants, que enlazaría la ciudad con Madrid. En 1924 llegó a la plaza de Espanya el metro, y con él la accesibilidad y la centralidad. Pero la actividad febril nocturna del Paral·lel nunca superó esa plaza. La urbanización y los usos tendían a separar definitivamente el vital barrio de Sants de la ciudad central. En la posguerra fue la plaza de los autobuses que de madrugada se dirigían a las fábricas. La instalación de la Fira en Montjuïc dio un nuevo impulso a la plaza, que a finales de los 60 sufrió un cambio sustancial con el soterramiento de la Gran Via para hacer más fluida la entrada a Barcelona desde el aeropuerto. Y al esconder los coches se rompió todavía más la continuidad de la Gran Via hacia la plaza de Cerdà y Sants. El derribo del matadero para construir un parque en los 80 parecía la ocasión para ampliar la Fira hacia la ciudad, y Las Arenas, el lugar perfecto, pero la propuesta no cuajó. Es curioso rescatar hoy otras propuestas, como las del concurso abierto que impulsó el colectivo Pilar Prim en el CCCB bajo el lema Coge el toro por los cuernos. Se mezclaban propuestas visionarias o descabelladas, como instalar una mezquita, con otras más plausibles, como ubicar la nueva biblioteca provincial.

Hace más de 10 años que la transformación de Las Arenas está en marcha. Se han construido muchos centros comerciales en Barcelona en este tiempo. Hemos comprobado que si bien tienen efectos urbanísticos similares sobre el comercio circundante, la calidad de los proyectos y su relación con la calle cuenta. En algunos casos solo restan actividad al entorno, y en otros pueden ser lugares de atracción e inducir mejoras. El proyecto de Las Arenas conserva la fachada de la vieja plaza levitando sobre la acera. Sin duda ha sido una obra de una complejidad técnica enorme, y la actividad aún no sabemos cómo va a encajar con la de la calle de Sants, una de las mejores calles comerciales de Barcelona. En Sants comprobamos que para el comercio lo mejor es una buena calle y que las dimensiones, la continuidad y la mezcla de usos son importantes. Pero es cierto que hay usos ambiguos que necesitan lugares más cerrados y acondicionados. Las Arenas puede ser un espacio lúdico que enlace la vida nocturna del Paral·lel y la vitalidad de la carretera de Sants. La plaza de Espanya fue siempre una plaza inhóspita, centrífuga y difícil, solo interesante por debajo.

Màrius Serra plantea una tríada verbal que explica la relación de los barceloneses con su ciudad: una ciudad donde quienes «l'habitem a vegades l'evitem i altres levitem». Solo por eso, para comprobar cual de esos verbos mejor encaja con nuestro ánimo y empatía con este centro, Las Arenas merece una visita atenta. Hay que introducirse dentro para comprobarlo.