Los problemas de Ciutat Vella

Jóvenes y familias convierten en pisos zulos del Raval sin luz ni agua

Cama elevada para ahorrar espacio en un piso de la calle de la Cera.

Cama elevada para ahorrar espacio en un piso de la calle de la Cera.

DAVID PLACER
BARCELONA

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Tres días por semana familias sin recursos se dirigen a un pequeño despacho de la calle de la Cera, 53 para pedir información de «los estudios baratos». Dicen buscar un taller de fotografía o un estudio para tocar música, pero en realidad terminan viviendo en zulos de entre 15 y 30 metros cuadrados sin luz, agua ni gas, a veces con niños. Los edificios, ubicados en los números 53 y 55 de la calle de la Cera y en el 22 de la calle de Salvador suman un centenar de estudios destinados a actividades profesionales pero casi todos han convertidos en viviendas habituales de personas sin recursos.

La mayoría de los inquilinos ha realizado por su cuenta conexiones ilegales a la luz del edificio, lo que ocasiona frecuentes fallos en el suministro, y muchos de ellos también han hecho empalmes de agua a la tubería principal. Alguno incluso ha fabricado una ducha en medio de la sala que utilizan varios vecinos para bañarse. La pobreza también agudiza el ingenio. Ninguno cuenta con cédula de habitabilidad pero los administradores hacen la vista gorda.

La precariedad y la insalubridad que en ocasiones deben sufrir los vecinos (las plagas de pulgas y cucarachas de todo tipo y tamaño son constantes en las fincas) conllevan una recompensa a final de mes: los zulos tienen un precio muy competitivo: desde 160 a 300 euros, menos que una habitación en un piso compartido. Familias inmigrantes, jóvenes pintores, artistas y cantantes sin recursos tienen una marcada preferencia por estos estudios.

Los tres inmuebles pertenecen al mismo propietario: una empresa de sociedad limitada, según consta en el registro de la propiedad. Los inquilinos cuentan con un contrato de subarrendamiento válido por un año prorrogable.

VISITAS POLICIALES / «Lo más duro de vivir aquí es compartir el lavabo con todos los pisos de la planta. Casi siempre está sucio, nadie lo limpia y termina siendo algo deprimente. Es lo que llevo peor», comenta un vecino del número 53 de la calle de la Cera. Los lavabos compartidos también son una fuente constante de conflictos entre vecinos. El número 55 recibe la visita casi a diario de la policía. La sobreocupación de los pisos hacen que muchos vecinos pasen todo el día y la noche en los rellanos y se generen peleas violentas. En los últimos meses, la noticia de un apuñalamiento y el rumor sobre una violación en uno de los inmuebles ha extendido el temor en el vecindario.

Los vecinos de los bloques colindantes se quejan del ruido constante producido por el uso intensivo del inmueble 55, al que también suelen acceder indigentes y drogodependientes que duermen en los rellanos y en las escaleras. «Me tuve que ir porque no aguantaba más. Tenía borrachos a todas horas frente a mi puerta y soportaba la venta de drogas todo el día y toda la noche frente a mi puerta», asegura Olivia, una exvecina del bloque 55 donde también operó durante algunos meses un local after hours ilegal. La creciente inseguridad en los bloques ha obligado a la contratación de un vigilante de seguridad privado en el número 53 de la calle de la Cera.

La precaria situación de los estudios hace que muchos profesionales se nieguen a instalar su despacho en este tipo de inmuebles y que la demanda de vivienda crezca. El fenómeno ya se extiende a otros inmuebles de oficinas en las cercanías de la plaza de Castilla.