ÉXITO DE UNA REIVINDICACIÓN VECINAL EN CIUTAT VELLA

El grafiti de la guerra

Restaurada una inscripción sobre un miliciano en la Barceloneta, uno de los dos únicos vestigios del nomenclátor de la república

La restauración 8 Una joven trabaja para proteger la inscripción.

La restauración 8 Una joven trabaja para proteger la inscripción.

HELENA LÓPEZ / Barcelona

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Los andamios vuelven a cubrir estos días la esquina entre las calles de Sant Miquel y Escuder, en el barrio de la Barceloneta. Aunque esta vez, lejos de poner en peligro la desconocida joya que esconde esta fachada, la estructura metálica está ahí para protegerla y reivindicarla. Y es que se trata del único vestigio del nomenclátor de la guerra civil de la ciudad –junto a la inscripciónPlaça del milicià desconegut,junto a la iglesia del Pi–, que el Instituto del Paisaje Urbano ha empezado a restaurar, después de una larga reivindicación vecinal.

A finales del 2008, el joven historiador Dani Cortijo hizo tras un cúmulo de casualidades el descubrimiento de su vida: la pintada en homenaje al miliciano del POUM Miquel Pedrola. Una inscripción de dimensiones considerables en la que se lee claramente el nombre del miliciano de la Barceloneta.

Al dar con la inscripción, el historiador empezó a mover cielo y tierra para descubrir quién era ese tal Pedrola. Su sorpresa fue mayúscula al recibir respuesta del octogenario Wilebaldo Solano, quien fue secretario general de la Juventud Comunista Ibérica.«Pedrola era uno de mis compañeros del POUM», le decía en un correo electrónico. Al conocer el valor del descubrimiento, es decir, que la Barceloneta rebautizó en 1936 la calle de Sant Miquel como calle de Miquel Pedrola tras la muerte del miliciano en el frente de Aragón, el joven informó al distrito para asegurar su protección.

Semanas más tarde, mientras paseaba por el barrio para volver a contemplar su gran hallazgo, Cortijo se encontró con la fachada cubierta por un andamio, donde un grupo de paletas trabajaban.«¡Casi me da algo!»,recuerda. Habló con el encargado para intentar parar la obra, pero este le dijo que sin un documento oficial no dejaría un trozo de fachada sin pintar. En ese momento, Cortijos empezó la movilización vecinal. Con la ayuda de María del Pino Suárez, vecina de la calle, consiguió reunir en un fin de semana a todas los representantes vecinales del barrio –algo harto difícil tras la ruptura social que provocó el polémico plan de los ascensores—y que todos dieran su apoyo a la conversación.

Gracias a ello, el propietario de la finca hizo la reforma sin eliminar la inscripción, pero tampoco hizo nada por conservarla. La dejó a la intemperie, algo que seguía preocupando (y mucho) a los vecinos.

Después de un año y medio de lucha, que incluye desde una recogida de firmas hasta un grupo de Facebook, esta semana el Instituto del Paisaje Urbano ha iniciado la reivindicada restauración. Manel Clavillé, director técnico del instituto, explica que la operación consiste en marcar el entorno de la inscripción para enfatizar el espacio y darle mayor visibilidad.«Una vez hecho el marco, se decapará la suciedad y la pintura que cubre la inscripción, y si es necesario se reseguirá algún trozo, y se dará una capa de fijador», precisa.