CELEBRACIÓN EN EL LOCAL DE LA CALLE DE ARIBAU

Un siglo de sabor en Barcelona

La Orxateria La Valenciana festeja hoy 100 años de vida en el Eixample Su bebida de chufa y los turrones y helados forman parte de la memoria local por la vía del paladar

Primera línea 8 Severino Cortés, con una empleada, en su horchateria.

Primera línea 8 Severino Cortés, con una empleada, en su horchateria.

PATRICIA CASTÁN
BARCELONA

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El escenario de la plaza de la Universitat ha cambiado a golpe de excavadora, las sonrisas de las primeras fotos en sepia ya hace tiempo que pasaron a mejor vida, la especulación se ha llevado por delante la terraza original y ni los castos besos de noviazgo de postguerra se parecen a los que sellan los encuentros de otros tantos clientes hoy en día. Pero una cosa se mantiene casi al 100% en versión original: el sabor de su horchata. La familia Cortés presume de que la chufa, el azúcar y el agua integran la misma fórmula original de La Valenciana, legendaria ya entre los paladares más adictos de la ciudad, tras pasar el relevo de su tradicional receta a través de cuatro generaciones.

La Valenciana cumple hoy 100 años de saga familiar y el clan cerrará por unas horas el negocio de Aribau, 16, para celebrarlo entre los clientes y amigos que han visto mil mutaciones en Barcelona, mientras permanecían tan pocos referentes inamovibles como el simple sabor de un sabroso brebaje de chufas.

Situado en primera línea, el bisnieto mayor de los fundadores, Severino Cortés, con décadas en el negocio familiar, se lamenta de que el local donde despachan toneladas de tentaciones no sea el original. De hecho, están en el 16 desde hace nueve años, cuando finalizó el inapelable contrato de alquiler que desde los años 20 les ligó al número 1 de la vía (donde nació su padre) y convirtió su terraza en un paisaje con nombre propio en la iconografía barcelonesas. Y aunque el reciente decorado no arrastra lustre centenario, la arquitectura del negocio sigue siendo la misma:«En algunos momentos quisimos crecer y potenciar la distribución, pero eso significaba dejar de ser artesanales», cuenta Severino, defensor de la elaboración diaria y de venta tan rápida que no precisa pasteurización, liofilización ni esterilización que alteren su esencia.

La vieja historia familiar se remonta a los primeros años del siglo pasado, cuando Maria, la emprendedora bisabuela, quiso venir a Barcelona con la maleta llena de turrones de Xixona para venderlos en un puesto de la plaza de Universitat. Poco después instaló su almacén en el 1 de Aribau, donde al final se enclavaría la horchatería que han saboreado miles de ciudadanos y turistas. Por su célebre barra han desfilado poetas, políticos, artistas y farándula general. Se dice que en sus mesas se cocinaron las primeras reuniones del PSUC. Y la terraza fue punto de encuentro del vermut dominguero y de las tardes de tertulia, y escaparate de un Eixample que se acomodaba a los nuevos tiempos. El anecdotario rebosa de nombres propios, con fans de la blanca bebida como elexpresidentJordi Pujol, que hasta se declaró a Marta Ferrusola en tan nutritivo escenario.

Mientras los recuerdos en blanco y negro daban paso al color, el negocio también incorporaba modernos hornos para ampliar el territorio del turrón y la horchata hasta la pastelería, y frigoríficos que en 1947 ponían el néctar de la chufa –que todavía traen de Alboraia– a punto para refrescar los gaznates. En el repertorio de méritos de los Cortés figura, además, haber desestacionalizado la horchata, que venden desde hace años a diario, nieve o abrase el sol.

En los años 50 llegarían la pastelería y la tienda especializada en frutos secos Paramí (en Diputació, 204), en cuya trastienda se elaboran también los dulces, canapés, horchata y helados que se despachan en La Valenciana. Y en los 60 un hecho ajeno a la familia pero clave para ponerlos en la órbita del ritual: la apertura del cine anexo, donde las parejas que salían de verWest side storyno podían dejar de sucumbir a un tentempié.

Clan perpetuado

Severino es el alma de la horchatería, mientras que su hermana Ana regenta la pastelería, Guillermo lleva con mimo el obrador y Carlos se ocupa de los productos Paramí. Los cuatro, bien avenidos, suman ya nueve descendientes por cuyas venas también corre horchata.

¿Las sombras de la crisis también acechan a los pequeños placeres?«Notamos más el frío o el calor en las ventas que la economía», bromea el empresario, con el asentimiento de Manolo, uno de los empleados que suma 37 años tras la barra. A su favor juegan la autenticidad –«en pocos sitios se hace bien la horchata», apunta– y el hecho de que la invasión turística dilate la temporada heladera. Hoy la chufa se mezclará con cava.