In situ, por Josep-Maria Ureta

Las amistades del filósofo

HOMENAJE. El profesor emérito de la UPF EugenioTrias recibió ayer el reconocimiento a su trayectoria docente en un acto de escasa proyección pública.

Josep-Maria Ureta

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Convocados a las siete en punto de la tarde en el aula Albert Calsamiglia de la Pompeu Fabra, un espacio de prestigio–donde se otorgan cátedras y se obtienen doctorados– pero de terreno reducido, con capacidad para acoger a poco más de un centenar de personas, las primeras filas estaban ocupadas casi solo por familiares. Inés, Anita, Teresa –«que viene de Parets»-- tenían claro que el homenaje a su hermano Eugenio Trias Sagnier –en total son siete, más otro fallecido, Carlos, al que representó su viuda, Cristina Fernández Cubas– merecía su esfuerzo de llegar hasta un recinto casi desconocido («este lugar está en el otro mundo», comentaba una de ellas, residente en Sarrià), para apoyar en primera fila un acto tan merecido como de escaso eco en el mundo universitario.

Salvo para quienes conocen a fondo la obra de Eugenio Trias, que obtuvo en 1995 el premio Nietzsche, distinción que arrastra la muy manida analogía de ser considerada el Nobel de la filosofía.

¿Un acto clandestino, tan propio de un país que perdona facturas recientes pero que nunca borra del balance deudas ya amortizadas?

Ya va siendo menos, como se vio ayer. Primero fue el editor Joan Tarrida («ya sé que somos hijos del diablo»), que invitó a leer –o, al menos, tener– las dos obras que se presentaban formalmente, Creaciones filosóficas I y II, donde está todo el pensamiento de Trias y sus títulos anteriores tan sugerentes como la relación entre lo bello y lo siniestro, los límites de la lógica o la sombra de la política. Amador Vega incidió más en una de las preocupaciones esenciales de Trias, la religión. Sentenció: «El interlocutor de la religión no son los teólogos, sino los filósofos». A título personal, recordó que su primera lección de Trias fue sobre El banquete de Platón, un guiño a la condición del homenajeado de seguidor del pensador griego.

Rafael Argullol, con su peinado de telón de teatro recién abierto, aporto más datos para calibrar la obra y la persona de Trias: «Fue un profesor único y excepcional. Tuvo coraje en sus años difíciles, con graves problemas de salud» (que no han remitido). Más valoraciones que devienen elogios: «Es un creador de filosofía, conoce la tradición». Y la sentencia de Epicuro: «La filosofía es mortal, pero la amistad es inmortal».

Y entonces se hizo el silencio porque habló, muy brevemente Trias, con la cómplice mirada de su mujer Elena. Habló de su obra recién presentada («fruto de los cursos de ética y filosofía política») y de su paso por las aulas: «La aventura docente es tan importante como la de la escritura». Y siguió haciendo amigos.