El futuro de Barcelona // Los antecedentes
Las dos Catalunyas
Lo urbano y lo rural, Barcelona y el 'rerepaís', Maragall y Pujol. La eterna dicotomía catalana explotó en los 80 con el debate metropolitano
El crecimiento de Barcelona obedece más a una dinámica de capital económica e industrial de un país de 40 millones de personas que a capital política de una área geográfica de siete millones. Es fácil imaginar que, con la llegada de la democracia, la construcción nacional propugnada por CiU chocara de frente con la vertebración de una ciudad real que concentraba al 55% de la población, y de una región que sumaba el 75%. Con la Generalitat en pañales, un área de Barcelona potente políticamente podía convertirse en un contrapoder al Ejecutivo autonómico. Cuando más porque en un lado CiU gobernaba con mayoría absoluta y, en el otro, el PSC era el amo y señor de la situación. El símbolo de esa tensión entre la Catalunya soñada y la real, lo rural y lo urbano, el rerepaís y Barcelona fue el enfrentamiento entre Jordi Pujol y Pasqual Maragall.
La Corporación Metropolitana de Barcelona (CMB) nació en 1974, en los últimos días del franquismo, como modo de articular a los 27 municipios que formaban el continuo urbano barcelonés. Fue toda la respuesta que se permitió, tarde, a la anexión, en 1947, por parte de Madrid de las poblaciones cercanas.
Con la llegada de la democracia, la CMB se convirtió en el instrumento que usaron los socialistas en general, y Pasqual Maragall en particular, para romper el corsé que supone aún el término municipal de Barcelona, los 101 kilómetros cuadrados.
Cuenta la leyenda que el día que la CMB estrenó bandera –azul clara, con el escudo de Barcelona en medio– e himno propio, Jordi Pujol soltó un sonoro «basta».
Pujol persiguió siempre en sus 23 años la cohesión territorial y mediante la ley de ordenación territorial terminó por imponer el esquema actual, las 41 comarcas y sus otros tantos consejos comarcales. La idea de Pujol se resume en el esquema de la Catalunya ciudad, que toda la comunidad tenga «los niveles y la calidad de vida que hay en las ciudades», dijo Pujol en 1987, el año en que el Parlament, con mayoría absoluta de CiU, suprimió la CMB.
¿Y Barcelona? «Las ciudades hanseáticas son ciudades poderosas sin rerepaís. No son un país. Y un país es mucho más que una ciudad, por grande, poderosa y entrañable que sea», dijo Pujol en ese 1987. La verdad es que los vientos soplaban en la dirección que marcaba Pujol: un año antes, la primera ministra británica Margaret Thatcher había abolido el Greater London Council (GLC) y devuelto el poder a las entidades locales «para disminuir la burocracia». El GLC estaba en manos de Ken Livingstone, más conocido por Ken el rojo, por sus ideas.
Pujol, inflexible
Pese al intento de Maragall de plegar velas y de dar garantías de que la CMB era solo un instrumento técnico y territorial, Pujol fue inflexible. Los organismos técnicos carecen de himno y bandera.
Una de las consecuencias de la supresión fue el retorno a cada municipio metropolitano de las plenas competencias en urbanismo. Sin nadie que vigilara el conjunto del área metropolitana, en los 90 llegó la fiebre recalificadora y vendedora de terrenos de los municipios metropolitanos, y los nuevos barrios empezaron a crecer como setas. Algunos colindantes, pese a ser de localidades distintas.
El área metropolitana ha sobrevivido 22 años con una mancomunidad de municipios sin atribuciones y dos entidades sectoriales (transporte y medio ambiente). Pasqual Maragall, como president, no quiso o no pudo sacar adelante una nueva ordenación metropolitana. Ahora, la Generalitat está más que consolidada y ya no hay miedo a que Barcelona sea un contrapoder.
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