PUNTO FINAL A UN MACROPROYECTO

BCN remata la recuperación del litoral urbano tras 30 años de obras

XABIER BARRENA
BARCELONA

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En 1979, recién formados los ayuntamientos democráticos, el de Barcelona apostó por convertir las áreas cercanas al mar en zonas de ocio ciudadano. 30 años después la odisea --por lo homérico del esfuerzo-- toca a su fin. Una serie de obras entre la zona polideportiva de la Mar Bella y la plataforma del zoo rematarán la conquista de un espacio otrora inexistente para el barcelonés. Los trabajos que emprenderá en breve el ayuntamiento son, en concreto, la remodelación de las instalaciones de la Mar Bella (excepto el polideportivo), para convertirlo en zona de entrenamiento del Europeo de atletismo del 2010; la construcción de un depósito de aguas pluviales de 25.000 metros cúbicos aledaño a las pistas y, finalmente, la construcción del último tramo del paseo marítimo, el que transita por encima de la losa construida en el 2004 y que cubre la depuradora del Besòs.

La más simbólica de las actuaciones es la finalización del paseo marítimo hasta el Fòrum. Los 18 millones de euros del proyecto se destinarán en buena parte a salvar el desnivel entre la cota actual del paseo y la losa de la esplanada del Fòrum.

El depósito de aguas pluviales, que cubrirá más de 6.000 metros cuadrados de superficie, retendrá el agua que llegue en caso de lluvia y la dejará salir a un ritmo menos torrencial. Además, la simple acumulación permitirá limpiar los recursos. Con las lluvias, el agua arrastra gran cantidad de basura que de depositarse antes en algún recinto controlado acaba en las playas y el mar.

En cuanto a la pista de atletismo, se construirán nuevos vestuarios en el lado de montaña de la instalación. La altura máxima permitida es de cinco metros, por lo que el impacto visual será mínimo. La mejora de las instalaciones también comportará el ajardinamiento del total del parque, que dejará de tener ese aspecto agreste y casi periférico que, en algunas zonas, presenta.

EL MOLL DE LA FUSTA

La rehabilitación del Moll de la Fusta abrió lo que más tarde se conoció como la apertura de Barcelona al mar, en los primeros 80. Hasta entonces la relación que tenían los barceloneses con el litoral más cercano es el que se describe en novelas como El día del Watusi, de Francisco Casavella. Es decir, inexistente para el ciudadano de a pie y pendenciera y sospechosa para quienes osaban acercarse a lo que no era más que el cuarto trasero de una ciudad que vivía de espaldas al mar.

Los Juegos supusieron el punto de ruptura tras el que ya no cabía la marcha atrás. A pesar de que aun quedaran largos kilómetros hasta el Besòs, la sensación de que Barcelona había recuperado su costa se instaló en la conciencia popular. Las obras del 92 dejaron el hito de e lo urbanizado justo en la zona de la Mar Bella. Baste recordar, como señal de lo periférico del área, entonces, que durante el evento, la autogestión de los atletas dispuso ahí la única zona en que los deportistas podían tomar el sol sin bañador, costumbre que ha llegado hasta hoy día. O que en los 90, en esos solares se instaló la gran carpa del Cirque du Soleil.

Las exhaustas arcas públicas dejaron en manos de la iniciativa privada la construcción de pisos en la primera línea de mar. Fueron las operaciones del Front Marítim y de Diagonal Mar. Finalmente, las administraciones volvieron a insuflar dinero para remodelar y cubrir la depuradora del Besòs.