El Celler de Can Roca estrena local en Girona y amplía límites

FERRAN COSCULLUELA / GIRONA

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Los hermanos Roca han dado el salto. Tras casi un año de obras ayer abrieron al público el nuevoceller, situado a unos 200 metros del restaurante familiar de Girona que heredaron hace dos décadas y con el que tantos éxitos han cosechado, entre ellos dos estrellas Michelin. Era un proyecto en el que trabajaban desde hace mucho tiempo, casi desde que hace 15 años adquirieron el local conocido como La Torre de Can Roca, y que hasta hace poco dedicaban a la celebración de banquetes y reuniones de grupos. La actividad la ha asumido ahora el establecimiento de Mas Marroc, mientras que La Torre ha pasado a ser el nuevoceller, con el que esta familia gastronómica amplía sus horizontes profesionales.

Los clientes agradecerán el cambio. El nuevo espacio es más amplio y diáfano, y concede un gran protagonismo a la luz natural. En el comedor predominan los colores blancos combinados con la calidez de la madera. Los comensales se ubican en torno a un claustro de cristal en forma triangular. Tres vértices para tres hermanos que han elevado la gastronomía a la calidad de arte, y que van a ser, sin duda, quienes más van a disfrutar del nuevo local. "Cada uno de nosotros hemos hecho una carta a los Reyes Magos y hemos pedido las mejoras que consideramos necesarias para nuestro trabajo", explicó ayer Jordi, el pequeño de la familia, que se ha convertido en un maestro de la repostería.

LA MÍSTICA DEL VINO

"En el antiguo restaurante trabajábamos 20 personas en una cocina de apenas 30 metros cuadrados. La que hemos construido aquí tiene una superficie siete veces más grande, cuenta con todas las mejoras posibles y combina la maquinaria más moderna con elementos tradicionales como la parrilla a la brasa. Lo mismo ocurre con la nueva bodega, hemos pasado de 70 a 250 metros cuadrados", añadió. Esta ampliación ha sido sabiamente aprovechada por Josep, elsumillerde la familia, que ha diseñado cinco espacios para que los clientes puedan adentrarse en la mística y las sensaciones de sus vinos preferidos.

"Es una especie de bodega-sensorial. No hay nada igual en el mundo. Cuando el cliente entra en ellas --precisó Josep--, dos pantallas de plasma le muestran imágenes y palabras relacionadas con el vino que están catando. Al mismo tiempo suena una música que refuerza las sensaciones que evoca el vino, mientras que en el centro de la estancia hay un recipiente con texturas especialmente seleccionadas para ese caldo. En el caso del champán son miles de pequeñas bolas de acero, que el cliente puede ir acariciando mientras bebe su copa".

MISMO AFORO

Pero a pesar de estas propuestas espectaculares, lo cierto es que los hermanos Roca pretendían abrir su nuevo local sin hacer ruido, por eso no convocaron ruedas de prensa ni organizaron una fiesta. "Hemos trasladado las reservas que teníamos para hoy en el antiguoceller, aunque también se han apuntado al estreno algunos clientes habituales que se han enterado de la apertura", destacó Joan, el jefe de los fogones de la familia.

Esta vocación de normalidad también afecta al aforo del establecimiento. A pesar de que han ganado muchos metros, los Roca han mantenido el número de mesas que atendían en el anterior local, una docena. "Nos sentimos cómodos con este número de clientes, es el ideal para ofrecer un buen servicio y nuestra aspiración al abrir el nuevocellerno es facturar más sino que todos nos sintamos más a gusto", añadió.

El nuevo establecimiento de Girona no viene por el momento acompañado de una nueva oferta gastronómica, pero los tres hermanos reconocen que mejorar la logística y ampliar sus laboratorios de trabajo acabará por dar frutos culinarios. Y si no, esperen y coman.