Bruce Willis nunca engaña

RAMÓN DE ESPAÑA

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Pese a que la Filmoteca de Catalunya le dedica un ciclo y a que los establecimientos especializados se llenan de ediciones en DVD de sus principales ladrillos, no detecto en el ambiente la menor alarma social ante este inesperado revival del célebre cantamañanas suizo Jean-Luc Godard.

Por si acaso, y a modo de protesta individual, decido ir al cine a ver lo más anti-godardiano que puedo encontrar: La jungla 4.0, en la que Bruce Willis, ese coloso, recupera a su personaje estrella, John McClane, y lo convierte en una síntesis perfecta de Jack Bauer y José Luis Torrente.

¡Menuda traca, amigos! Sí, vale, claro que La jungla 4.0 no plantea ningún desafío intelectual, pero tampoco lo pretende, con lo que, en el fondo, resulta una obra mucho más honesta que todos los tediosos y pedantes largometrajes del señor Godard.

Debo confesar que, durante muchos años, le tuve manía a distancia: me bastaba con ver esas fotos suyas en las que siempre aparece con gafas de pasta y rascándose la barba de tres días para saber que más me valía mantenerme alejado de sus películas.

Pero, del mismo modo que no aprendes a detestar a Bono hasta que has oído un mínimo de tres veces su repugnante himno I still haven't found what I'm looking for, es necesario ver algo de Godard para confirmar tus peores presagios.

Yo me conformé con un programa doble en DVD compuesto por A bout de souffle (Al final de la escapada) y Le mépris (El desprecio), y reconozco que llegué sin especial quebranto al desenlace de la primera (aunque, francamente, le veo más alma, más pulso y más de todo al remake americano a cargo de Jim McBride), pero que con la segunda casi me da algo. Como, además, acababa de leer, disfrutándola enormemente, la novela de Alberto Moravia en la que, teóricamente, se inspiraba (¡y Brigitte Bardot solo aparecía desnuda cinco minutos!), la cosa me indignó de manera especial.

El cine de Godard no es el único tocomocho cultural de los sesenta, pero sí uno de los más reacios a desaparecer.

Aún habrá que pedirle al amigo John McClane que le llame por teléfono y le espete: "Como me entere de que piensas rodar otra peli, me presento en tu casa y te inflo a hostias".