El poeta que llenó el Camp Nou (I)

NÚRIA MARTORELL / VERGES

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Jugando a fútbol, Lluís Llach nunca hubiera llenado el Camp Nou. "Era un desastre. Levantaba la pierna y ni siguiera le daba a la pelota. Y siempre jugaba con un cigarrillo en la boca", recuerda Enric Costa, el amigo de la infancia con el que el cantautor ha montado el Celler Vall-Llach. Declaraciones, como estas, de compañeros de sus distintas etapas de la vida, hilvanan este reportaje. Son los que mejor le conocen. Y sus palabras ayudan a entender este adiós a los escenarios.

La bodega de los dos colegas de Verges está en Porrera (Priorat), el pueblo natal de la madre de Llach. Costa, notario desde hace 30 años, es ahora su entregado socio vitícola. Una curiosidad: los dos son abstemios, pero han elaborado uno de los vinos europeos más prestigiosos (la revista Wine Spectator

lo puso en el 2006 entre los 10 mejores). "Lluís y yo nos conocimos siendo muy pequeños --relata Costa--. Su padre era nuestro médico en Albons, a seis kilómetros de Verges. Y siempre me he sentido muy ligado a él. Los dos estábamos internos en colegios religiosos y en vacaciones cogía cada día la bicicleta para ir a verlo".

La aventura de la bodega

El destino les volvió a unir en la convulsa Barcelona de sus años universitarios. "Éramos una colla que vivía en las típicas pensiones que regentaban viudas y los dos estábamos cerca del campo del Barça. Casi todos éramos ampurdaneses y gerundenses, y montamos un equipo en el que estaba otro buen amigo, Ponç Feliu el nieto del avi Siset de L'estaca. A Lluís lo poníamos de defensa. Era malísimo, pero como teníamos que ser 11...".

Corría el año 1966. "Quién me iba a decir entonces --añade Costa--, que casi medio siglo después tendríamos esta bodega, una aventura que iniciamos hace 12 años, cuando me dijo por teléfono: 'Ven a Porrera que compraremos tierras y haremos vinos para los amigos'".

Con algunos miembros de ese

equipazo de fútbol, Costa se subió a una furgoneta para presenciar el debut artístico de Llach en Terrassa, el 22 de marzo de 1967, hace justo 40 años. "Tuvieron que empujarle para que saliera. Estaba nerviosísimo, porque era su prueba de fuego para entrar en los Setze Jutges. Recuerdo que le avisé: 'Menudo disgusto le vas a dar a tu madre'".

Costa considera que Llach ya ha dado por cumplida su misión como cantautor. "Decidió que haría els adéus y es lo que ha estado haciendo durante meses, despidiéndose dando recitales por pueblos y ciudades". Eso sí, reconoce que "no podrá evitar seguir creando canciones", de modo que no sabe "qué es lo que va a hacer con todas las que le vayan surgiendo"

La misma duda tiene su inseparable guitarrista y confidente, Laura Almerich: "Llach se mueve por instinto, por lo que le dictan las entrañas. Hacía tiempo que hablaba de retirarse y respeto sus motivos. El problema es que sus admiradores no entienden que les está haciendo un favor. Lluís no quiere exponerse al declive. Quiere decir adiós desde arriba, cuando todo funciona. Está cantando mejor que nunca, y se sienta al piano y sigue componiendo. En los ensayos, sorprende con fraseos que nunca habíamos escuchado". Ante tanta incontinencia creativa, ella sospecha que, "generoso como es", el cantautor se convertirá en

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