Arctic Monkeys, el poder del acné
Del rock seguimos pidiendo que sea sinónimo de excitación, creatividad, ingenio y (opcional) un punto de incorrección. Ingredientes que se amontonan con desorden, un poco en bruto, en la propuesta de Arctic Monkeys. Quizá este cuarteto de rostros pálidos con acné no salve el futuro de la música, pero, a estas alturas, con su segundo disco a punto y un año largo de rodaje escénico a sus espaldas, ya saben cómo resolver una noche de sábado con canciones angulosas y un directo rocoso y estridente.
Entradas agotadas desde hace semanas, cámaras de MTV en acción, público familiarizado con el repertorio del grupo vía iPod (con cierta presencia de fans británicos) y sensación de asistir a una noche de consagración de la última next big thing catapultada por la prensa británica, esta vez, todo hay que decirlo, a remolque de internet.
Y si, hace un año, el grupo de Sheffield dejó un rastro de promesa corta de cocción, esta vez hubo más quórum: los chicos han crecido y han aprendido a manejar su armamento.
Espíritu de garaje
Un arsenal resistente, heredero de los destrozos de The Who, de los dardos melódicos de los Buzzcocks y de tantas otras páginas del rock de la vieja Inglaterra. Sin preámbulos ni liturgia escénica: el grupo comenzó a andar en Razzmatazz enchufando guitarras y atacando dos canciones de su nuevo disco, Favourite worst nightmare (a la venta el 23 de abril), duras y compactas, con ese acabado de rock de garaje ensayado tras la clase de recuperación de química. Y la tercera canción de la noche ya irrumpió para matar: I bet you look good on the dancefloor, una de las joyas de la corona.
El carisma escénico no es aquella virtud por la que la banda será recordada. Pero los focos apuntaban más hacia la propia música que a sus ejecutantes. Canciones tocadas por esos títulos gloriosos, como You probably couldn't see for the lights but you were staring straight at me (Probablemente no podías verlo por las luces, pero estabas mirándome justo a mí), un batido de punk-pop desesperado con un poco de factor hooligan.
El grupo las alternó con media docena de estrenos, como su sencillo Brianstorm, ricos en despliegues atronadores, urgencia rítmica y estribillos de ciudad dormitorio. Y para la recta final se reservaron cuatro cartas ganadoras de su primer disco: The view from the afternoon, Dancing shoes, Fake tales of San Francisco y A certain romance, a golpe de machete, exorcizando los espíritus de The Jam y Madness, pinchando hueso. Una hora de reloj. Sin bises.
Iniciando una campaña 2007 que se prevé intensa, el grupo marcó territorio con un concierto rotundo. Abandonaron Razzmatazz planteando, no obstante, ciertas dudas sobre su esquema operativo. Arctic Monkeys es ese grupo aupado vía internet, símbolo de un nuevo modelo alternativo de show business y saludado por traer aire fresco a la escena, que, una vez conquistada la cima, prohibe todo acceso a su nuevo disco hasta el día D e impide la entrada a su concierto barcelonés a los fotógrafos de todos los medios de la ciudad. Sí, los chicos han crecido, y rápido.
- García-Castellón y Gadea dejarán sus plazas en la Audiencia Nacional y Pedraz sopesa hacerse con el juzgado del Tsunami, por Ernesto Ekaizer
- El río subterráneo más largo de Europa está en España: nadie conoce su nacimiento ni su desembocadura
- Airbnb aconseja a los propietarios que no anuncien las piscinas en sus alojamientos turísticos
- Vuelve Moisés a Pasapalabra: el concursante desvela los problemas que sufrió en el pasado y por los que tuvo que abandonar el programa
- La Junta Electoral avala la candidatura de Puigdemont y rechaza la impugnación de Cs
- El invierno vuelve por Sant Jordi: los meteorólogos alertan del fenómeno que nos espera la próxima semana en Catalunya
- La vida de Rosa Peral en prisión: ¿A cuántos años está condenada? ¿Cómo es su día a día? ¿Qué estrategia seguirá en adelante?
- El Barça vive una tragedia insoportable ante el PSG