Una frontera cada vez más difusa (I)

El linde entre Barcelona y L'Hospitalet, de casi 10 kilómetros, desaparece por completo en la Fira y la Ciutat de la Justícia

TEXT: EDWIN WINKELS / FOTOS: DANNY CAMINAL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En el hotel AC Som, el huésped puede recoger la llave de su habitación en L'Hospitalet de Llobregat, dormir en Barcelona, limpiarse los dientes en L'Hospitalet y, por la mañana, volver a desayunar en Barcelona antes de pagar la factura en L'Hospitalet. Pero el cliente no se percata. El hotel, en el cruce de la calle del Alumini con la carretera de El Prat, es el mejor ejemplo de que la frontera entre ambos municipios vecinos apenas existe. Es invisible, por supuesto, y difusa.

Una frontera de unos 9.800 metros que ya no solo separa una acera de la otra --como en el emblemático eje de la Riera Blanca--, sino que atraviesa también edificios, como este hotel, varias naves industriales y recientes construcciones como la Fira y la nueva Ciutat de la Justícia.

"Oficialmente pertenecemos a L'Hospitalet", dice Esther Piedra, directora del AC Som, que antes se llamaba Capital. En el vestíbulo, EL PERIÓDICO ha trazado, con una cinta roja y siguiendo las indicaciones de un plano detallado, la frontera entre BCN y L'H, entre Barna y Hospi, entre el hermano grande y el no tan pequeño, este último inmerso en un acelerado proceso de rehabilitación, sobre todo en esas zonas fronterizas. O, como dice el alcalde de L'Hospitalet, Celestino Corbacho: "Antes sabías cuándo salías de Barcelona, donde todo estaba urbanizado. Cuando llegabas a la zona sin urbanizar, a los descampados, sabías que entrabas en L'Hospitalet. Pero esa diferencia está desapareciendo".

Papeleo doble

Es más, en algunos grandes proyectos, ambas ciudades se han estrechado la mano y se han puesto a trabajar juntas, como en la reciente reforma de Riera Blanca, la construcción de la Ciutat de la Justícia y la ampliación de la Fira en la zona emergente de Gran Via. "El papeleo ha sido impresionante, porque todos los permisos de obras hay que pedirlos dos veces. Además, los dos ayuntamientos no coinciden en todas las normas y reglas. Pero en general, ha habido una buena colaboración", explica Josep Balaguer, el supervisor de obras de Fira 2000.

Balaguer se encuentra en la espina dorsal, la gran pasarela que unirá los cinco pabellones de la Fira Gran Via. El supervisor de obras indica exactamente el punto, a la altura de la calle de la Metal.lúrgica, entre los pabellones 2 y 3, donde los visitantes cruzarán la frontera entre Barcelona y L'Hospitalet, sin darse cuenta, por supuesto.

La Fira ha sido el gran dinamizador de esta zona, el antiguo Polígono Pedrosa, que entre industrias, depósitos de Repsol y descampados ofrecía un aspecto desolado de esta parte de la Gran Via. "Recuerdo cuando en 1987 se firmaron las expropiaciones para poder construir el recinto ferial y uno de los propietarios de los terrenos era un pastor con 100 ovejas", dice Corbacho.

Reforma de la Gran Via

El alcalde hospitalense y presidente de la Diputación de Barcelona ya ha recibido alguna felicitación desde la plaza de Sant Jaume porque ahora, con la nueva Gran Via semisoterrada, el camino hacia Barcelona desde el aeropuerto es bastante más digno. "Antes, a veces me decían desde Barcelona que qué entrada más fea teníamos. Pero toda esta transformación de la Gran Via parte de una reflexión de L'Hospitalet, de nuestra necesidad de avanzar, no de Barcelona", añade el alcalde.

Además de la Fira, también el Consorci de la Zona Franca ha saltado los lindes entre ambos términos municipales, acto simbolizado con la inauguración de un túnel, en enero, bajo la Ronda Litoral y las vías de tren de Can Tunis. En el lado de L'Hospitalet, el Consorci levantará además la City Metropolitana, una nueva zona de negocios. Al lado, emergerá el barrio residencial, ya barcelonés, de Marina, con 10.865 pisos. Más al sur, hacia el Llobregat, la zona fronteriza entre ambas ciudades seguirá siendo la más dura e inhóspita, un laberinto donde camiones de gran tonelaje se pierden entre vías férreas y calles sin salida.

Es una zona que, hasta hace menos de un siglo, pertenecía a L'Hospitalet, cuyos terrenos llegaban hasta el mar. En 1920, Miguel Primo de Rivera decidió que España debía tener dos puertos francos, uno en Santander y otro en Barcelona, y permitió que la capital catalana anexionara unas 900 de las 2.100 hectáreas de la superficie de L'Hospitalet para construir su Zona Franca.

La frontera urbanizada discurre en su mayor parte por el eje central de Riera Blanca, que siempre ha separado Sants de L'Hospitalet. Ahí, los vecinos están acostumbrados a ver contenedores de basura de BCNeta! en un lado y otros con el logo L'H en el otro. O ver actuar dos grúas municipales distintas. O que en el lado de L'Hospitalet hay alguna zona azul, y en el de Barcelona, no. "A veces ha habido un lío cuando se ha producido un accidente en Riera Blanca para saber a quién correspondía hacer el parte", explica un policía municipal de L'Hospitalet. "Pero nos entendemos bastante bien. Si hay un choque en el carril de Barcelona y nosotros llegamos antes, atendemos a la gente y esperamos a que lleguen los compañeros de Barcelona. Y al revés".

En una agencia inmobiliaria de Riera Blanca cuentan que pese a la casi inexistente frontera se paga más por un piso en Barcelona que en L'Hospitalet. "Siempre ha sido así. L'Hospitalet ha mejorado mucho, y sus precios también han subido, pero vivir en Barcelona tiene más solera, y eso se paga".

En varias calles a lo largo de de esos 10 kilómetros desde la Zona Franca hasta Can Rigalt, el descampado donde ambos municipios también trabajarán juntos, un letrero indica dónde empieza L'Hospitalet. "Ya que somos más pequeños que Barcelona, marcamos un poco el territorio, porque sino el grande te arrolla", dice Corbacho. "Pero no construimos una barrera --añade--. Solo defendemos nuestra identidad, no nos encerramos". Curiosamente, en el sentido contrario no hay ninguna señal que indica dónde empieza Barcelona.