Mi amigo no quiere que Limak se quede su asiento del Camp Nou

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

Andá pallá Bobo by Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

Emilio Pérez de Rozas

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Yo tengo un amigo que es una joya. Perdón, papá tenía un amigo que era una joya. Y era el abuelo de mi amigo. El abuelo de mi amigo era una de las diez personas más maravillosas que usted se podía encontrar por Barcelona y su nieto es igual que él. Igualito. El abuelo de mi amigo, que hacía muy buenas migas, mucho (hasta ahí puedo escribir), con mi padre, era, nada más y nada menos, que el gran Domingo Balmanya. Con eso lo he dicho todo, aunque ni un solo youtuber, influencer, emprendedor, tuitero y demás mandangas que se estilan ahora sepan quién era. Era un grande del fútbol, un enorme técnico y, repito, mejor persona.

Pues bien, el enfermo (culé) de mi amigo Israel Balmanya, nieto de don Domingo, me llamó el otro día (medio) desesperado. Mi amigo cree que yo tengo el móvil de Dios. Es decir, que me puede pedir lo que quiera y yo se lo conseguiré. Yo no sé si ustedes tienen amigos así. Yo, a porrillo. El más común es aquel que cree que tengo, en el cajón de mi despachito (perdón, de la cocina, que es donde suelo escribir), un talonario de entradas de los próximos 10 partidos del Barça, un talonario de entradas de los 10 próximos grandes premios de MotoGP y hasta un talonario de entradas “para cualquiera, tú mismo”, de los dos conciertos de Bruce Springsteen, en Barcelona.

Mi asiento del alma

Ni que decir tiene que Israel no quería entrada alguna. Él es de los que alimentan, por devoción y herencia de abuelo (y padre), su amor culé con un montón de carnets de socio y abonos. Me llamaba porque, según él (sí, así de enfermo está), yo era el único que podía solucionarle el problema existencial que le impide apagar la luz de su mesita de noche cada día.

Venga, suéltalo ya, Israel, ¿qué necesitas? “Deberías averiguarme si, en el último partido de Liga, me podré llevar mi asiento y el de mis hijos a casa”. ¿Perdona? “Sí, sí, Emilio, al día siguiente entran los obreros de Limak y lo van a destruir todo, así que yo ya tengo la llave fija que los desmonta, es más, casi los tengo desmontados ya, y me los llevo en un plis-plas, pero no sé si se puede, si el Barça le ha dado una vuelta a esa posibilidad”.

NOU CAMP

NOU CAMP / DAVID RAMIREZ

Yo flipé. Como siempre. Entre otras razones porque Israel crea que yo tenga, ahora, hoy en día, hilo directo con el de los asientos del ‘estadi’ (ni con el de los asientos, ni con nadie) para averiguar algo así. Pero como uno tiene amigos hasta en el infierno, acabe encontrando la persona adecuada para solucionar el asunto.

Es cierto que el Barça ya ha empezado a dar voces a la gente que tiene cosas en el Camp Nou, no sé, por ejemplo, emisoras de radio que dejan algunos enseres suyos y conexiones fijas en el estadio, que deberán llevárselo todo tras el último encuentro. “Pero, esto que me comentas, Emilio, es la primera vez que lo oigo. Dame tres días”. Y, a los tres días, me llamó: “No habían pensado en algo así, pero le darán una vuelta e igual lo anuncian. O, tal vez, tal y como están las cuentas, le ponen precio al asiento y se lo venden a los socios-abonados”.

Todo por la pasta

Ya ven, yo salvando la economía del Barça. Yo, dando ideas para hacer frente a los ‘hombres de negro’ de Goldman Sachs y JP Morgan. Yo, que tengo en casa un pedazo de césped del Camp Nou de los tiempos de la primera Champions, metido en un ladrillo de metacrilato, sugiriéndole al Barça el último negocio.

Israel se ha quedado tranquilo. Pero, eso sí, bien hará el Barça en tomarse en serio mi historieta, pues ya les digo yo que Israel, que mide casi dos metros (el abuelo también era grandote), irá al Barça-Mallorca, del próximo 28 de mayo, con la llave fija que se adapta (y ya ha probado) en los tornillos de su asiento y de sus hijos. Se los llevará, fijo. Mejor que le cobren. Lo que quieran. Israel es de los ‘socis’ que pagan sin rechistar. Y más si es un recuerdo así. Único, dice él.

Suscríbete para seguir leyendo