ESTRENO EN LA LIGA
El Barça sin Messi, partido uno
Marcos López
Periodista
Del páramo a la miseria. Del Barça de Messi, más que una marca porque era una manera de entender el fútbol, se transitó al Barça con Messi el verano pasado en el que envió el burofax para irse. Entonces, no lo dejaron marchar. Y ahora llega el Barça sin Messi cuando él quería quedarse, pero no pudo.
El pasado ya está aquí, por mucho que Ronald Koeman, obligado como está, mire al futuro, desamparado como se ha quedado en este trágico agosto en que el se selló el divorcio que nunca imaginó el culé. Ni Joan Laporta, el presidente que le ha puesto firma al diabólico testamento legado por Josep Maria Bartomeu.
Vuelve el socio esta tarde al Camp Nou tras 17 meses de pandémica ausencia y el 10 ya no está en su jardín en lo que representa el peor retrato posible de la decadencia de un club que no supo gestionar el éxito
Vuelve el socio esta tarde al Camp Nou tras 17 meses de pandémica ausencia y el 10 ya no está en su jardín en lo que representa el peor retrato posible de la decadencia de un club que no supo gestionar el éxito. Hace seis años, estaba en la cima del mundo, con el tridente (Messi, Neymar y Suárez).
Sin estrellas
Ahora no tiene a nadie tras despilfarrar una fortuna, la que recibió en el 2017 por el brasileño (222 millones de euros), incapaz de gestionar el éxito. Desde Berlín-2015 el club, y el equipo, iba cuesta abajo, sin que nadie supiera detenerlo en una dramática caída hasta que topó con la nada.
Sin Messi, sin un euro, con Piqué reduciéndose «significativamente» el salario para que se pudiera inscribir a Memphis, Eric García y Rey Manaj, pendientes de que Busquets y Alba, los otros dos capitanes imiten el gesto del central.
El luto culé
Con el dolor instalado en el Camp Nou, que recibe hoy a la Real Sociedad, el último rival que tuvo, precisamente, antes de que el virus cerrara las puertas del viejo estadio que se cae a pedazos. No, no es ninguna exageración. Es literal. El templo tiene grietas por todos lados, incapaz de resistir el paso del tiempo. Es anciano. Se ha hecho mayor sin que nadie lo cuidara como merecía.
Jugará contra el pasado. Jugará en cada partido contra la nostalgia de lo que fue y, tal vez, nunca más vuelve a ser
Metáfora del equipo. Una ruina, desprovisto como queda del faro que lo ha guiado en los últimos años, enfrentado ahora el segundo proyecto de Koeman al espejo que jamás imaginó. Jugará contra el pasado. Jugará en cada partido contra la nostalgia de lo que fue y, tal vez, nunca más vuelve a ser. De ahí, que el técnico emplee la vía del pragmatismo, alejado del sentimiento para reconstruir al Barça.
Hace un año, no tuvo a Messi en los cuatro primeros meses. Estaba de luto por el burofax. Ahora, quien está de luto es el barcelonismo. Un luto al que no se adivina, por ahora, fin. Cada gol, y meterá muchos, de Leo en el Parque de los Príncipes será como una puñalada en el corazón culé.
"Es doloroso para los culés ver a Messi en el PSG. Todo lo que ha hecho… Le echamos de menos, pero no hay que vivir del pasado"
Cada regate, y serán muchos, de Leo en París, la nueva capital del fútbol mundial, la Doha del balón, el hogar de los nuevos galácticos, rasgará a los aficionados. Y pensar que dos de ellos, Messi y Neymar estuvieron juntos cuatro años en el Camp Nou, con solo una Champions como botín. Eran más jóvenes. Eran mejores aún. Ambos se fugaron. Uno en el verano del 2017; otro, en el verano del 2021.
Huir de la depresión
"Es doloroso para los culés ver a Messi en el PSG. Todo lo que ha hecho… Le echamos de menos", admitió Koeman, enfrentado a la titánica tarea de reflotar al equipo y a millones de culés instalados en la depresión post-messiánica. "Pero tampoco hay que vivir del pasado. Son cosas que pasan, hay futuro con los jóvenes que tenemos y por eso estoy ilusionado", gritó el técnico sin querer levantar la voz porque el Barça aún está en la capilla ardiente.
"Se ha hablado mucho de Leo. Pero ya no vamos a tenerlo más", añadió Koeman, maniatado -pide fichajes, pero no hay dinero- para gestionar uno de los períodos más oscuros del club. Pero nadie estaba preparado para tan traumático adiós de Messi, luz del Barcelona durante casi dos décadas. Todos se han quedado a oscuras.
De repente la bomba nuclear que dejó Bartomeu explotó. Con un año de retraso y sin que Laporta, audaz y atrevido como siempre fue, pudiera encontrar el botón adecuado para desactivarla. Y en esa silenciosa oscuridad se escucha el desgarro y la pena culé. Se pensó que el 2-8 del Bayern de Múnich (verano del 2020) era el dramático epílogo a años de desorientación y caos. ¡Ingenuo Barça! No, no era el final. Llegó el funesto 5 de agosto. Hoy se inicia el futuro, sin saber cuando se disfrutará. Y sin paraguas para nadie.
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