La figura presidencial

Laporta, credibilidad ante el fracaso

La renovación de Messi fue una promesa largamente expuesta que no se ha cumplido. Pero no parece que la calle vaya a responsabilizarle de ello. El presidente apela a la responsabilidad ante un test de estrés mayúsculo.

Joan Laporta comparece para explicar la marcha de Messi del Barça

Joan Laporta comparece para explicar la marcha de Messi del Barça / REUTERS / ALBERT GEA

Albert Guasch

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Siempre ha existido el temor de que Leo Messi se fuera del Barça como tantas figuras en el pasado. De malos modos, entre reproches, consecuencia de una gestión chapucera. Es a lo que estábamos acostumbrados y el burofax del agosto pasado anticipaba el desenlace histriónico de siempre. Imposible de prever que el futbolista más determinante de la historia se marchara por algo tan administrativo como la falta de margen salarial. ¿Quién podía imaginarlo? Una despedida de lo más insólita, de lo más fría.

El FC Barcelona es ahora un marqués arruinado a ojos de todo el mundo. Pierde a su icono y por medio interviene un legado catastrófico, reglas estrictas de gasto salarial, un fondo de inversión de capital riesgo, un presidente de patronal con sed de venganza hacia la Superliga y, lo próximo, un club en París financiado por un Estado que puede asumir cualquier incorporación suntuosa. Que el fútbol se ha convertido en terreno abonado para el capitalismo más brutal lo sabemos desde hace tiempo; que todo ello confluyera en la pérdida del castillo más grande del condado resulta desconcertante e inesperado.

Joan Laporta, solvente en la tarima como acostumbra, salió airoso de la papeleta de explicar por qué ha caído sin aviso previo una bomba nuclear en el Camp Nou. No era fácil y se demuestra de nuevo que su habilidad comunicativa le servirá al club para atenuar las crisis de hoy y mañana. Hasta el desgaste final, claro, que el viento a favor no dura siempre. 

Laporta expuso su sentido de la responsabilidad frente a la crisis de credibilidad. Al fin y al cabo se pavoneó durante meses de su capacidad para seducir y retener a Messi. Y lo cierto es que no engañó. Con Messi y su padre, según dijo, se llegaron a estrechar las manos tras acordar un contrato de dos años. Pero su carisma no le alcanzó para doblegar las razones subjetivas, más allá de las objetivas, que marca LaLiga de Tebas respecto al tope salarial.

A la postre, le queda un fracaso sonoro en su historial de la nueva etapa. Por sus promesas. Pero no huyó y da la impresión de que la calle no le hostigará. La opinión pública futbolística no es diferente a otros ámbitos de la vida y buscará uno o varios culpables de la marcha del rosarino. Por si Laporta fuera, las pañoladas deberían dirigirse a la anterior directiva.

Nefasta, calamitosa, delictiva… Son adjetivos con saña que empleó hacia la herencia de su antecesor. Una defensa efectiva: el barcelonismo aún se encuentra en fase de asumir la dimensión de la ruina de la entidad y parece entender que el presidente tiene ante sí una misión homérica. Una montaña demasiado empinada. Esa cuesta no la puso él ahí.

Comedido con Tebas

Laporta no fue duro con Tebas. Sardónico en algún momento. Podría ser un blanco conveniente. No lo aprovechó, pese al pulso por la Superliga que va para largo. Tampoco hubo reproches a Messi, aunque uno tiene la impresión de que nunca antes había sido tan comedido en los elogios al ‘10’, señal de que la reunión del jueves con el padre no se desarrolló con resignación ni acabó entre lágrimas emocionadas por una ruptura no deseada. 

Se mostró también respetuoso con los jugadores que quedan aun sabiendo que la permanencia de algunos ha impedido la continuidad del mito. No les responsabilizó de nada. Toda la culpa, del presidente que no sabía decir que no y que buscó ganarse el aprecio del vestuario con fichas onerosas, y ni aun así lo consiguió. El Barça es el club que más dinero ingresa, es lógico que sea el que mejor pague, se decía entonces. Mirando atrás, suerte que el maldecido jeque del PSG se negó en cualquiera de los últimos veranos a vender a Neymar al Barça. La ruina sería doblemente mastodóntica.

La caída del imperio

Laporta se guardará sus secretos sobre el desenlace de la relación con Messi. Debe ser así. No deberían haber filtraciones que puedan erosionr la figura del rosarino, el futbolista que más felicidad ha esparcido entre muchas generaciones de barcelonistas. Hizo un esfuerzo por mirar adelante, de que hay plantilla para competir, pero Koeman es el primero que sabe que la ausencia de Messi es como la caída del imperio romano. También para el fisco español, por cierto, algo más pobre.

Laporta se vengará del mal trago de ayer y de la deuda que tendrá que asumir de su primer año de mandato con la divulgación próximamente de una auditoría que promete dejar en muy mal lugar a la directiva de Bartomeu. O en un sitio peor, a la vista de los avisos.

Fue un día proclive para caer en melancolías. Quizá por ello parece de lo más apropiado que Laporta y media directiva asistieran anoche a un concierto de José Luis Perales en Cap Roig. Clavo quita clavo.

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