PERFIL DEL GANADOR DE LAS ELECCIONES

El cambio era Laporta y estaba en una lona

No ha tenido que dar ni un solo nombre. Ni siquiera ha necesitado atacar. Tuvo Laporta el balón desde el principio, desarbolando el proyecto de Font y arrinconando a Freixa, la tercera vía. El pasado ha derrotado al futuro.

Laporta, en el Camp Nou durante la jornada electoral.

Laporta, en el Camp Nou durante la jornada electoral. / Afp

Marcos López

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El cambio era Laporta. El cambio, visto el paisaje apocalíptico que asolaba el Camp Nou, era girar la vista hacia atrás y volver al inicio del siglo XXI. El futuro que prometía Víctor Font queda simbolizado en la nostalgia que representa el expresidente. Ya no tiene el círculo virtuoso que activó en el 2003, arropado entonces por la sonrisa de Ronaldinho.

Entonces, el triunfo de Laporta fue una anomalía del sistema porque rompió el hilo conductor del ‘nuñismo’, el dueño del poder en el Barça desde 1978. Primero mandó Núñez. Y durante largos y tormentosos 22 años donde cohabitaron las dos corrientes ideológicas que todavía ahora sobrevuelan el club. El nuñismo y el cruyffismo.

Ocho años de compleja convivencia (1988-1996), que dejaron desde entonces una lucha todavía no resuelta. Abandonó Núñez y quedó al frente del club Joan Gaspart, su mano derecha. Pero duró poco (apenas tres años), provocando la decadencia del club que abrió la puerta a Laporta, aquel entusiasta abogado que impulso la creación del Elefant Blau, la plataforma que intentó sin éxito derrocar a Núñez a través de un voto de censura.

La gigantesca lona que colgó Laporta junto al Bernabéu.

La gigantesca lona que colgó Laporta junto al Bernabéu. / Afp

Renacer inesperado

Acabado el período laportiano (2003-2010) bajo la luz que proyectó al inicio Rijkaard y luego Guardiola, que permitió deslumbrar al mundo, al tiempo que ocultaba algunos tenebrosos episodios de su gestión, se recuperó el hilo de poder perdido. De nuevo, el nuñismo, en su versión moderna, asumía el control del Barça a través de Sandro Rosell, el hombre que solo aguantó dos años con Laporta, enfrentados como estaban ambos en el modelo de club y, sobre todo, de liderazgo. Se clonó la secuencia Núñez-Gaspart. Ahora con Rosell-Bartomeu. Del número uno al número dos. 

Laporta celebra el sondeo de TV-3 y Catalunya Ràdio en el Camp Nou.

Laporta celebra el sondeo de TV-3 y Catalunya Ràdio en el Camp Nou. / Jordi Cotrina

Triunfo en la decadencia

Se clonó, además, la decadencia deportiva del club que se arrastró peligrosamente hacia las cloacas destruido deportiva, económica y hasta socialmente. Y Laporta, que perdió en el 2015 andaba desaparecido del escenario, como si ya estuviera amortizado para siempre, halló el paisaje ideal para reaparecer. Un paisaje catastrófico. Desde el inicio gobernó la campaña.

Desde el inicio gobernó la campaña. Tuvo el control emocional. Incluso con un silencio estratégico antes de la aparición de la lona en el Bernabéu

Primero con su estratégico silencio sobre si se iba o no a presentar, mientras se amontonaban los precandidatos (hasta ocho), ávidos por sentarse en la silla eléctrica que despidió a Bartomeu. Después, mantuvo en secreto su gran arma electoral. La que cambió definitivamente la jerarquía establecida. Desplegó una gigantesca pancarta junto al Bernabéu con el mensaje que le disparó a la cima: ‘Ganas de volver a veros’

A partir de ahí, y como confesó a este diario, se instaló Laporta cómodamente en el centro del campo. Loco como es del imprevisible Dembélé, fanático del infinito talento de Messi y enamorado de la valentía y personalidad que irradia Piqué, el nuevo presidente se marchó al vestuario para escoger el perfil de chico serio y responsable que es Frenkie de Jong

Adora el talento infinito de Messi, se entusiasma con la personalidad de Piqué y le encanta Dembélé, pero ha ejercido de Frenkie de Jong

Jugó la campaña desde el centro del campo, reteniendo el balón, aunque de vez en cuando se comportó como el Laporta vehemente y volcánico que ya exhibió en su época de opositor (1997) y luego de presidente. Pero, siguiendo los consejos de su comité de estrategia e inteligencia electoral, esquivó la lava para dejar ir pasando el partido, sintiéndose el ganador. Incluso cuando no se le esperaba que estuviera. 

Laporta deposita su voto en la mesa electoral número 17 del Camp Nou.

Laporta deposita su voto en la mesa electoral número 17 del Camp Nou. / FCBARCELONA

Ahí radicó, por ejemplo, el gran problema de Víctor Font, atrapado, curiosamente, en la tormenta perfecta que él mismo había anunciado. Se refería al desastre que vivía el club. Pero no sabía que estaba él ahí. Justo en el sitio donde no imaginó estar. Teniendo a Laporta, y su carisma, enfrente suyo. Y, además, sin poder enfrentar dos modelos radicalmente distintos porque la aparición de Toni Freixa como tercera vía también le restaba votos y opciones. 

Quedó atrapado Víctor Font en la 'tormenta perfecta' que él había anunciado. Lo que no intuyó es que sería con él dentro

Llevaba siete años trabajando, pero no intuyó la aparición de Laporta, al que la ruinosa gestión de Bartomeu en sus años finales le abrió la puerta para retornar al Camp Nou. Era un duelo entre el pasado y el futuro. Y ganó el pasado.

Vuelve Laporta. Vuelve el cruyffismo. Sin Johan, pero con Jordi. Vuelve el cruyffismo, aunque sin Pep, cómodamente instalado en Manchester, donde habita el club que sí le ha dado todo lo que no recibió en el Camp Nou, coincidiendo, precisamente, en sus dos años finales con Rosell.

Retorna Laporta, de nuevo, como si fuera otra anomalía del sistema, convencido como está él de que segundas partes sí que pueden ser buenas, enfrentado a partir de hoy a una delicada reconstrucción de un club arropado en la experiencia, la palabra que le ha llevado, de nuevo, al palco. El legado de lo que dejó y la lona. Así ganó.