AVANCE EDITORIAL

La crisis del siglo: cómo ha llegado el Barça hasta aquí

La crisis transversal que sacude al Barça y las causas de esa decadencia son el eje de ‘El Barça davant la crisi del segle’ (Destino), ensayo de Roger Vinton, conocido perfil de Twitter, que saldrá a la venta el próximo miércoles 12 de febrero. EL PERIÓDICO reproduce el primer capítulo

Bartomeu aplaude a Rosell tras presentar este su renuncia a la presidencia del Barça, en el 2014.

Bartomeu aplaude a Rosell tras presentar este su renuncia a la presidencia del Barça, en el 2014. / Jordi Cotrina

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El club azulgrana ha llegado exhausto a la era de la pandemia, víctima de una década con una gestión que ha pasado de ser deficiente a temeraria, y que ha tenido un epílogo estos últimos cinco años que se puede calificar de delirante sin miedo de ser tachado de exagerado. La gestión basada en el resentimiento, pero a la vez apoyada en la inercia de la herencia recibida, no ha resultado un buen camino -como era de prever- y la entidad azulgrana se ha ido acercando al borde del precipicio ante la pasividad de sus 'stakeholders' habituales (prensa, oposición y masa social en general), y con la única contestación de algunos observadores independientes que a menudo han sido etiquetados de agoreros y que apenas han tenido voz en un puñado de medios poco relevantes. El resentimiento al que apelamos tiene su origen mucho tiempo atrás, cuando en 2005 Sandro Rosell y su equipo abandonan la junta directiva con un portazo por desavenencias con el presidente, con quien habían ganado las elecciones sólo un par de años antes. Ver cómo el Barça de Laporta ascendía al Olimpo del fútbol y lo hacía de la mano del fichaje roselliano de Ronaldinho no fue un plato fácil de digerir para Sandro Rosell, que juró venganza.

Volvamos al presente y al desbarajuste generalizado que se ha apoderado del club. La esclerotización de la prensa -obsesionada con mantener buenas relaciones con el poder de turno- y el tacticismo extremo de los movimientos opositores -solo activos cuando hay un candidato definido a quien dar apoyo- han sido los cómplices necesarios que han encontrado unos gestores que han podido hacer y deshacer sin ninguna interferencia, por nocivas que fueran sus decisiones.

Gran facturación y gran deduda

Cuesta saber qué territorio de la vida del club ha quedado más devastado, pero, sin duda, el ámbito económico es seguro el más relevante porque constituye el eje que sostiene toda la estructura de una entidad profesional. Si empezamos por ahí, por la economía, hay dos rasgos que llaman mucho la atención: la incapacidad de generar caja y el elevado nivel de deuda. Resulta muy preocupante -y definitorio de un modelo de gestión- que el club que más factura en el mundo sea incapaz de dar beneficios de su actividad ordinaria. Hace ya varias temporadas que los gestores han tenido que vender jugadores para generar un resultado positivo al final de la temporada, y en algunos casos lo han llevado a cabo mediante transacciones a precios ficticios. En una entidad mutual como es el Barça, donde no se pueden hacer ampliaciones de capital para aumentar los recursos propios, resulta fundamental que cada temporada se genere beneficio. Hay que insistir en el hecho de que esta dinámica se ha producido cuando el FC Barcelona era la entidad con más facturación del mundo, fruto de disponer de lucrativos contratos de patrocinio y de televisión, y con el contrafuerte de tener al mejor futbolista del mundo, con todo lo que ello implica.

El otro parámetro en el que nos habíamos fijado es la deuda, la verdadera espada de Damocles que compromete la vida futura del club. El año natural 2020 ha finalizado sin que los socios hayan podido tener acceso al balance de la entidad a 30 de junio de 2020, por lo que hay que hacer deducciones para averiguar la situación real a final de la temporada pasada. Solo sabemos que la administración Bartomeu reconoce una "deuda financiera" (deudas con bancos, con clubs y cobros avanzados) superior a los 800 millones de euros, una cifra que ha servido para que la gran mayoría de los observadores se hayan llevado las manos a la cabeza y hayan comenzado a sufrir por la continuidad del Barça. Teniendo razón, aún se quedan cortos. Pocos han caído en el detalle que esta deuda es solo una parte de la deuda total del club, que ya a finales de la temporada 2018/19 superaba los mil millones de euros. Por lo tanto, a partir del dato conocido de la deuda financiera, los 800 millones mencionados, podemos deducir sin muchos esfuerzos el pasivo total del club, que con toda probabilidad se situará como mínimo en los 1.500 millones de euros. Dentro del capítulo de amenazas financieras no podemos pasar por alto el moribundo proyecto Espai Barça, con un coste desatado y que presenta muchas dudas no aclarados sobre su financiación. Todo barcelonista debería rezar para que no se pueda culminar.

Una situación tan delicada pone en peligro real el mantenimiento de un aspecto que, como veremos más adelante, está considerado una parte medular del FC Barcelona, como es la estructura de la propiedad. Es decir, el Barça tiene un carácter mutual, donde cada socio cuenta por igual, ante muchos de sus rivales que son sociedades anónimas, en las que el propietario puede ser cualquiera que invierta dinero (fondos de inversión, oligarcas, familias reales del petróleo, compañías multinacionales, etc.). Cualquier culé que conozca la historia del club y aprecie sus esencias debería combatir con todas las energías la posible transformación del Barça en sociedad anónima, porque si esto sucede, el club, tal como lo hemos conocido, dejará de existir.

Ni cantera ni estilo

Pero no solo las finanzas están en una situación comatosa, porque otra de las partes integrantes del corpus del club, como el plantel, está también en un declive que hacía muchos años que no veíamos. Parado como está el ascensor que lleva a los jugadores de las categorías inferiores hasta el primer equipo, el talento -como el agua rebalsada- escapa por donde puede, y esa única salida es huir del club buscando horizontes más favorables. La tradición recuperada por Johan Cruyff en 1988 consistente en utilizar los equipos inferiores como despensa para ir a buscar las piezas necesarias para completar la plantilla resultó aniquilada desde el 2010 con la llegada de Sandro Rosell a la presidencia, y sellada definitivamente con el adiós de Pep Guardiola en 2012.

El desbarajuste vivido en el segundo equipo del club, el Barça B, en estos últimos años fue resumido de manera precisa por el periodista Xavi Torres en el artículo titulado '0 de 46' , donde explicaba unos hechos aterradores: durante el mandato de Josep Maria Bartomeu, el FC Barcelona ha fichado a 46 futbolistas para el Barça B, de los cuales ninguno ha servido para el primer equipo. Esto va más allá de cualquier estadística de probabilidades de error, y abre la puerta a pensar que tanta transacción futbolísticamente estéril debe ocultar alguna otra intención no precisamente relacionada con el balón.

Finalmente, tampoco es ningún secreto que aquello tan etéreo llamado 'estilo de juego', que cuesta definir, pero que todo el mundo sabe qué significa, también se ha ido desdibujando progresivamente como quien deshace un mandala con el argumento de hacer otro supuestamente mejor. El resultado de esta década perdida es que los rasgos futbolísticos diferenciales que acompañaban a la entidad azulgrana y la hacían reconocible y envidiada en todo el mundo ya no están. Simplemente han desaparecido y, lo que es peor, no han sido sustituidos por ningún otro modelo alternativo. El estilo de juego que enamoraba al mundo entero (por ejemplo, la revista 'Newsweek' del 13 de junio de 2011 dedicó su portada a la entidad azulgrana, con el titular 'Barça: ¿el mejor equipo de fútbol de la historia?') se ha evaporado por completo. Desde el punto de vista del patrón de juego hay, sencillamente, la nada.

Las elecciones del 2010

Pero vayamos por partes. Ya sabemos que la historia de este declive tiene un punto de ignición bien claro, que son las elecciones presidenciales del 2010, en las que Sandro Rosell Feliu se impuso a un grupo de candidatos formado por Agustí Benedito Benet, Marc Ingla Mas y Jaume Ferrer Graupera. Los más de treinta mil sufragios conseguidos por Rosell -récord aún vigente- parecían una garantía de estabilidad y de consenso, que le permitiría gestionar con solvencia la fenomenal herencia recibida de la junta directiva anterior, la que encabezaba Joan Laporta Estruch. Pero pronto se vio que el principal objetivo de los nuevos gestores azulgranas no sería tanto la preservación del modelo como la destrucción consciente de la herencia recibida.

Un hecho quizá olvidado es que durante la campaña electoral del 2010 Rosell manifestó que Laporta había hecho tres cosas buenas durante su mandato, que eran nombrar a Guardiola como entrenador del primer equipo, echar a los violentos del Estadio y vincular los colores del club a Unicef. Habría sido lógico pensar que estas tres decisiones quedarían blindadas bajo el mandato de Rosell, pero no fue así, más bien al contrario. Con el argumento de que la anterior junta directiva había dejado la economía del club en una situación muy precaria, el logotipo de Unicef dejó el pecho para pasar, literalmente, al culo; los violentos volvieron a tener entrada franca en el Estadio -un hecho ya negociado con el futuro presidente en plena campaña- y Guardiola aguantó sólo dos temporadas a las órdenes de los nuevos rectores del club. El entrenador más valioso de la historia del Barça, Pep Guardiola, fue desterrado porque representaba un laportismo que era el punto de mira, y al cabo de dos años ya hacía las maletas hacia Nueva York. En resumen, los «tres aciertos de Laporta» fueron triturados en los primeros años de mandato de la nueva junta.

Los planes para Messi

Las maniobras de supresión de todo rastro del pasado no se detuvieron aquí, sino que de manera inexplicable afectaron también la gran estrella del equipo, Lionel Messi, que en los planes de la administración Rosell estaba destinado a ser sustituido por el brasileño Neymar Jr. El nuevo presidente quería demostrar que él también podía hacer un equipo campeón porque, de hecho, es un hombre convencido de que en el fútbol basta con fichar grandes estrellas y que otras consideraciones -como el entrenador- son aspectos poco más que irrelevantes. Es un enfoque que recuerda mucho al que su amigo Florentino Pérez ha aplicado sistemáticamente en el Real Madrid.

Antes de volver a poner la mirada sobre la situación actual, recordemos un par de hechos producidos en los albores del mandato de Rosell que han tenido mucha trascendencia en la vida futura de la entidad. Uno es la acción de responsabilidad que emprendieron contra la junta directiva anterior -la que encabezaba Joan Laporta-, que provocó que todo un grupo de directivos vivieran bajo amenaza durante años, hasta que finalmente la justicia les dio la razón. El otro hecho, que parecía inocuo en su momento, fueron las limitaciones que impusieron para poder darse de alta como socio, lo que implicó el cierre de facto del club y el estancamiento de la masa social. Esta decisión, argumentada por el mismo Rosell como una medida para blindar el club de una posible toma de control por algún colectivo ajeno a la tradición azulgrana -unos siberianos, dijo- con el paso del tiempo se contempla con nuevos matices y fácilmente se puede interpretar que la única intención era mantener una foto fija del colectivo de socios que les había hecho ganar las elecciones.

Los deberes del socio

Más allá de que la junta directiva que liderará el club a partir de este 2021 intente enderezar el rumbo antes de quedar varados en las rocas, el socio tiene dos trabajos personales e intransferibles: reflexionar sobre todo lo que le ha pasado al club durante estos años y conjurarse para que no vuelva a pasar. Y desde el punto de vista práctico, todavía un tercero, compatible con el hecho de que el nuevo presidente ‘levante alfombras’: analizar la naturaleza de todas las posibles irregularidades cometidas durante el período 2010-2020 y llevarlas, si procede, a la justicia.