LA SITUACIÓN AZULGRANA

Sonrisa infantil contra el hedor electoral

Las campañas electorales del Barça hacen aflorar por el sumidero la suciedad real del negocio futbolístico. Jugadores como Riqui y Pedri son los que postergan la pérdida de la inocencia.

JON NAZCA / REUTERS

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Roger Pascual

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La pérdida de la inocencia futbolística es de los momentos más duros para cualquier aficionado. Algunos lo descubren muy pronto, aunque muchos siguen negándose a asumir la realidad, como niños talluditos que quieren seguir creyendo en Papá Noel y los Reyes Magos, intentando hacer oídos sordos a los rumores crecientes de sus compañeros de clase. Hasta que un día abren los ojos de repente, como le pasa en 'El milagro de Castel di Sangro' a Joe McGinniss, un periodista que descubre demasiado tarde la cara más vil del deporte. Días como este miércoles sirven para este tipo de caídas del caballo.

Las campañas electorales del Barça tienen la capacidad de hacer aflorar por el sumidero el hedor de podredumbre que hay en este mundillo, mostrando su suciedad real. El día en que se prorrogaba por quinta vez el secreto de sumario del Barçagate, Emili Rousaud, el directivo que dijo que alguien había metido la mano en la caja en ese asunto, denunciaba guerra sucia contra él para justificar que entre sus papeletas hubiera una de Agustí Benedito, mientras otras precandidaturas seguían hablando de un tráfico de firmas. Un clásico en los comicios barcelonistas, un juego del que todos han oído hablar pero que nadie reconoce haber jugado nunca.

El elogio de Luis Enrique

Muchos socios culés esperaban poder ver a Messi para volver a congraciarse con el Barça, para recordar que esto del fútbol, además de negocio, es un deporte. Pero la baja de Leo, renacido como Di Caprio después de que algunos le dieran por muerto de nuevo, fue un mazazo. En ausencia de la estrella azulgrana, Pedri les permitió volver a ver por unos minutos el fútbol con la mirada de un niño. «Pedri es un jugador que nos gusta a la mayoría, es evidente», decía al descanso Luis Enrique. Pocos dudan de que se llevará a la Eurocopa al joven prodigio canario que en Córdoba, pese a no poder formar esa sociedad diabólica con Messi, dio otro recital:desborde, calidad técnica, visión de juego, trabajo y una personalidad impropia en un jugador de 18 años recién cumplidos.

La vuelta al 4-3-3 permite ver la mejor versión de Pedri y De Jong, otro jugador con cara niño al que el cambio de año y de sistema han transformado. Ha recuperado la alegría en el juego, recordando al exuberante jugador del Ajax que tan poco se ha podido ver en el Camp Nou. Tras abrir el marcador con un gran cabezazo intentó corregir el penalti provocado con una cabalgata que a punto estuvo de culminar con un tanto de bandera.

Cuestión de fe

Que el fútbol es cuestión de fe lo demuestra Dembélé. Muchos culés han tirado y recogido la toalla con él mil veces y, aunque teman que tarde o temprano vayan a volver a desilusionarse, siguen queriendo creer en él, aunque contengan la respiración cada vez que le ven de nuevo tendido en el terreno de juego. Explotó su condición de ambidiestro amagando con la izquierda para marcar con la derecha, devolviendo la sonrisa a De Jong, que había mandado el suyo al palo después de que Ter Stegen parara dos. Griezmann, otro de los que quiere que sigan teniendo fe en él, tuvo el penalti de la sentencia pero lo lanzó por encima del larguero.

La sonrisa de Pedri, de De Jong, de Riqui Puig (y la del lesionado y añorado Ansu Fati) iluminan los tiempos tenebrosos e invitan a seguir creyendo en que esto sigue siendo el mismo juego que se descubre en el patio del colegio. "Nunca he perdido la sonrisa, si Koeman me da minutos los aprovecharé, siempre he querido estar en el primer equipo y no va a ser ahora cuando tire la toalla”, ha sentenciado Riqui, que ha correspondido a la confianza de Koeman marcando el penalti decisivo. Era el primer gol con el primer equipo de un centrocampista no había nacido en la última tanda de penaltis azulgrana. "Ronald ha dicho los cuatro que chutarían los penaltis y faltaba el quinto y yo he sido el primero en decir que quería chutarlo. Al coger la pelota sabía que iba dentro".