En la campaña de los precandidatos (5)

Laporta, aura de 'celebrity'

El expresidente del Barça concurre a las elecciones propulsado por su carisma y una campaña disparada desde la colocación de la lona en Madrid

Sus mensajes optimistas han calado en buena parte de los socios que ven en él el reverso del derrotismo instalado en los últimos tiempos

«No es un pulso entre el pasado y el futuro. La gente quiere a alguien con experiencia, que enseguida vea de qué va esto», sostiene desde su campaña 

Joan Laporta, en plena campaña para las elecciones del FC Barcelona.

Joan Laporta, en plena campaña para las elecciones del FC Barcelona. / Alejandro Garcia

Albert Guasch

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Joan Laporta se mueve arriba y abajo por la sede central de su campaña con la desenvoltura que se le presupone. «Gràcies per venir», le dice a un socio. «Com estem?'», le dice a otro. Laporta ha comparecido esta mañana durante un par de horas para animar a sus seguidores a traer su firma. El flujo es constante. «Cuando él viene, la gente lo sabe y se forma cola», explica un miembro de la campaña.

Laporta tiene un indiscutible aura de celebrity que explota con sentido de la proximidad. A cambio de la firma, los socios obtienen una foto de camadería junto al candidato, con el brazo sobre el hombro, en un escenario provisto para el photo call. «Anem bé, ¿oi?», pregunta un abonado, como si formara parte del equipo. Aparecen hasta familias con niños, que posarán con el expresidente con el goce de si lo hicieran con un futbolista. 

Alguno deberá esperar más de la cuenta. Entran en la sede dos veteranos del Barça como Pichi Alonso y Víctor Muñoz con el propósito compartido de signar por el proyecto de Laporta. También posarán bien abrazados a él. Y departirán después un buen rato sobre fútbol y, dada la coyuntura, sobre las elecciones y el impulso efervescente que ha adquirido su campaña.

Consignas felices

En la sociedad barcelonista se ha asentado la convicción de que el triunfo electoral de Laporta resulta prácticamente inevitable. En el interior de la sede de la ronda de Sant Antoni flota esa burbujeante sensación. Es un ambiente ufano, que casa con el mensaje que ha propagado el abogado de 58 años desde que lanzara la campaña en el recinto modernista de Sant Pau.

Laporta ha subrayado consignas que buscan espantar la serpiente derrotista que se ha colado hasta en la última rendija del club en los últimos tiempos de Josep Maria Bartomeu al mando. Laporta aventa frases como que quiere «recuperar la autoestima del barcelonismo», «devolver la alegría al club», o convertir la entidad en «un motor de optimismo». Frases que parecen haber calado, quizá por que suenan más reales y con más cuerpo si las pronuncia un personaje con reconocida capacidad de vivir la vida con espíritu lúdico.

Desde que colgara la mastodóntica lona en un edificio cercano al Bernabeu con un lema elegante -«ganas de volver a veros»-, su candidatura aceleró como si llevara las piernas de un Dembélé con la musculatura en forma. Atrás han parecido quedar todos los demás, incapaces de emular una operación de márketing de similar impacto y que ideó Lluís Carrasco, su jefe de campaña.

Por ese claro despunte en la carrera, el expresidente se ha convertido en los últimos días en el blanco de críticas y advertencias de los demás aspirantes al trono azulgrana. Uno avisa sobre los peligros del retorno al pasado. Otro alerta de las frivolidades ante la calamitosa situación económica. Un tercero lanza sospechas de «interesos ocultos» detrás de su candidatura. Desde el bando laportista se desdeña toda esta cháchara. En la campaña se dicen todas estas cosas y más, y este es otro Laporta, comedido y que rehúye las refriegas.

Sobre la experiencia

«Se equivocan quienes dicen que esto es un pulso entre el pasado y el futuro. Venimos de tiempos tan negros y nos esperan unas dificultades tan grandes por delante que la gente lo que quiere es alguien que sepa de que va esto, con experiencia, porque no hay tiempo para dar margen para aprender cómo funciona el club», se valora desde dentro.

Sintetizando el programa de su campaña, Laporta se ve con capacidad de seducir a Messi -«tengo su credibilidad»-; acepta la financiación de Goldman Sachs heredada para el Espai Barça, aunque se abre a buscar un diseño distinto al japonés de Nikken Sekkei para el Camp Nou; ha dejado entrever la posibilidad de emitir bonos para dotar de liquidez inmediata a la entidad, y políticamente ha remarcado que en su junta caben todas las ideologías, «también la mía».

No obstante, a nadie escapa que el turbo de su proyecto viene alimentado por su incuestionable carisma, lo reconocen sus adversarios, y la sensación de liderazgo que consigue transmitir. Justo las cualidades que adoleció el anterior presidente. Y ya se sabe que las elecciones, de cualquier naturaleza, se comportan con movimientos pendulares.

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