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BARÇA- BETIS (5-2)

Messi sale desde el banquillo para firmar la goleada del Barça

El capitán, que fue suplente en la primera parte, impulsó al equipo en una tarde donde Griezmann se torturó por su falta de acierto

Marcos López

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Caminó Messi. Caminó para ser decisivo cuando el Barça lo necesitaba después de descansar durante los primeros 45 minutos. Estaba sentado en la grada del Camp Nou asistiendo a un partido que retrató lo que es ahora mismo el equipo de Koeman. Es bondadoso, extremadamente bondadoso con sus rivales. Les perdona en su área y le regala goles en su casa. Es incapaz de tener una tarde tranquila, ni siquiera teniendo al Betis con 10 jugadores por la expulsión de Mandi.

Es tan tierno e inexperto que transforma los encuentros en montañas rusas, sin tener la personalidad para imponerse. Ni a través del juego. Ni del oficio. Nada de eso posee el Barça de Koeman, sometido a una tormenta de emociones donde siempre deja momentos dramáticos en su defensa. Hasta que aparece Leo para terminar con debates populistas y llenos de demagogia.

Camina con rabia. Solo hace falta ver sus dos goles, con dos tiros violentos, nada messiánicos. No existía dulzura alguna en esas definiciones. En el penalti, como no se fiaba de Bravo, un viejo conocido en el Barça y en las Copas América con la zamarra de Chile, soltó un zurdazo a la escuadra. Y en el segundo, el primero de jugada, repitió el método con más virulencia incluso. 

Dueño del ataque

Después, tras transformar el paisaje del partido, se puso a caminar, a pesar de que una apacible tarde otoñal se convirtió en una terrible pesadilla para Griezmann. Jugaba donde quería. En el sitio que dejó vacío Messi. Por detrás del delantero. Se sentía, y con razón el dueño del ataque azulgrana, iniciando todas las acciones, conectando con Dembélé, a quien dio la asistencia del 1-0, y hablando el mismo lenguaje que Ansu Fati, un prodigio de delantero.

Pero llegaba Griezmann al área y se le apagaban las luces. Se quedó a oscuras, llevando a un territorio lleno de penumbras a todo el Barça. Un equipo que jugaba sin Messi. El foco que lo ha iluminado durante tres lustros. Y el francés iba desperdiciando ocasión tras ocasión hasta que se plantó en el punto de penalti, una pena máxima provocada por la velocidad y astucia de Ansu, que dejó atrás a Mandi.

No estaba Leo y entonces le tocó al francés, que había fallado tres oportunidades, colocó el balón a 11 metros. Se le aparecieron entonces todos los demonios que ha ido acumulando desde que apareció por el Camp Nou hace casi año y medio. Y los demonios se lo llevaron por delante. Una vez más.

Griezmann, el auténtico, el jugador que marcaba diferencias, se quedó en Madrid. Nunca cogió el avión. O, al menos, no ha llegado, torturado como está consigo mismo porque ante el Betis todo lo que hizo previo al remate final tuvo sentido, fútbol, inteligencia táctica y, sobre todo, dinamismo. Pero cuando dispara no es él. Es otro. Justo Antoine, un tipo que hacía de la definición un arte, se ha convertido en un tipo vulgar.

Messi al rescate

El Barça, que se protegía con un 4-4-2, no supo, sin embargo, descodificar el peligro que suponía la frágil banda derecha de su defensa. Sergi Roberto estaba siempre solo ante Tello, su extremo, y Álex Moreno, el lateral que subía con calma ante la desidia de Dembélé. Por ahí se desangró el equipo de Koeman. Y la prueba no era el gol de Sanabria, que tuvo la crueldad del tiempo añadido, sino el catálogo de ocasiones previas en las que el equipo azulgrana no detectó la profundidad de su herida.

Quedó el Barça aturdido. Y ya en el descanso se quedó calentando Messi. Salió en la segunda parte y se hizo una tarde distinta. Alba comenzó a galopar por la izquierda, De Jong lo descubrió en su casa y Messi tramó entonces la asistencia que es, en realidad, un gol. Dejó pasar Leo el balón entre sus piernas y ahí apareció Griezmann para no fallar. No podía fallarlo. No falló. Con el capitán en el césped, el partido entró en una nueva dimensión. Para el Barça, para el Betis y, por supuesto, para Griezmann.

Asistencia, que era gol suyo casi, para el francés, crea la jugada que provoca el penalti y expulsión de Mandi tras el disparo de Dembélé. Y para que no existiera dudas disparó con tanta furia que casi rompe la red de Claudio Bravo. Su penalti contenía muchos más mensajes de un simple y tranquilizador 3-1. Ni así le dejaron tranquilo a Leo, que tuvo que ponerse otra vez en marcha tras el 3-2 de Loren. ¿Cómo? Con otro zurriagazo para que no existiera dudas. Y se fue caminando, mientras Pedri se sumaba a la goleada con el quinto tanto. Pero el Barça de Messi que debe ser el Barça con Messi acabó necesitando a Messi

FICHA DEL PARTIDO

FC BARCELONA: 5

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